El mayor de 65 años tiene unas características específicas en cuanto a sus cifras de tensión. Se parte de la base de considerar hipertenso a quien tenga una presión sistólica o alta igual o mayor a 140 y diastólica o baja menor a 9. Y sin embargo, solo el 30% tiene sus niveles de presión controlados.
Los especialistas, cuando una persona mayor tiene la tensión sistólica en 140 o más y la diastólica por debajo de 9, que es frecuente, consideran que es la más peligrosa, ya que es el factor más importante del ictus, insuficiencia cardiaca y cardiopatía isquémica. Además, al ser la más difícil de bajar, la presión arterial sistólica o alta suele ser la responsable del mal control de la hipertensión en el anciano. Por si fuera poco, es también normal la presencia de otras patologías, la polimedicación y las limitaciones funcionales de tipo psíquico o físico.
La edad no es una barrera para iniciar un tratamiento de control de la presión arterial –señalaba el prof. Ribera–aunque lo primero es adoptar una serie de hábitos de vida saludable, como controlar el sobrepeso, disminuir el consumo de sal, de cafeína y de alcohol y abandonar el tabaco. Aunque es difícil, como en la población general, que las cifras de tensión desciendan solo con estas medidas. Casi siempre el médico recomienda medios farmacológicos.
Para los expertos, estos tratamientos se deben individualizar en función de cada paciente si existen otras patologías o riesgo de padecer algunas complicaciones. Por eso, lo normal es iniciarlo con dosis bajas y ver la evolución. Si no se consigue controlar la tensión, habrá que aumentar la dosis; y si tampoco se consigue, se debe acudir a un segundo tratamiento. La realidad demuestra que en el 40% de los casos se puede controlar con un solo medicamento. “Por eso –añade el prof. Guillen– se suele comenzar directamente con dos tratamientos a dosis bajas para conseguir mayor efectividad con menores efectos secundarios”.
El riesgo
La hipertensión en las personas mayores es más frecuente y grave y es el factor más representativo de riesgo cardiovascular. Puede calcularse que el 70% de mayores españoles tiene la tensión elevada. Lo que es curioso es que esa idea de que tener la alta elevada es lo más peligroso, es un concepto reciente. Antes se pensaba incluso que era positivo, porque permitía el riego de órganos como el cerebro, corazón y riñón. Hoy se sabe que esto es absolutamente falso y que la presión sistólica alta tiene un gran valor predictivo como factor de riesgo cardiovascular en el anciano.
Uno de los problemas básicos es que en España solo uno de cada cuatro o cinco pacientes sabe que es hipertenso. Y aunque se ha mejorado en el conocimiento de la enfermedad, hay al menos un 20 por 100 de la población mayor sin diagnósticas. Entre los diagnosticados, un 30 por 100 está sin control
Recordando conceptos
Cuando el corazón lanza la sangre, la presión que ejerce sobre las paredes es la máxima,ya que es cuando más sangre circula por ellas y sobre todo, con más fuerza (por eso se llama también sistólica). Y cuando el corazón se relaja, y no ejerce fuerza sobre las arterias es cuando tenemos la presión mínima. (o diastólica). Eso es la tensión: la fuerza ejercida por el volumen de la sangre contra las paredes del corazón y los vasos sanguíneos.
La mayoría de la gente no sabe cuál es su tensión. Si esta elevada –hipertensión– no avisa y no suele dar síntomas: por eso se le llama el enemigo silencioso. No molesta, no duele y, sin embargo, es un factor de riesgo de primer orden
En una encuesta entre hipertensos se supo que casi todos descubrieron su hipertensión en un chequeo ajeno a ese mal. Y además, la gran mayoría no sospechaba siquiera que lo padecía.
El peso de los años
En los primeros años, la tensión no suele preocupar, porque salvo casos muy concretos hereditarios, no hay problema. Las arterias son, además, sumamente elásticas. Pero con el paso –y el peso– de los años se producen dos problemas que añaden gravedad a la situación: la pérdida de elasticidad de las arterias y la rugosidad que adquieren por dentro. Esa rugosidad permite que vayan depositándose sustancias en las paredes, que además de rigidez, van disminuyendo de calibre.T otal, que la misma cantidad de sangre tiene que pasar por unos conductos que no ceden, que están rígidos, que no son elásticos y que además son más estrechos por las sustancias que se han ido depositando.
Es fácilmente comprensible que si la presión con que circula la sangre por toda nuestra red de tuberías es excesiva, todas pueden acabar dañadas. Y, además, es posible que en un momento determinado, por frío o por un esfuerzo, aunque sea pequeño ,esa presión excesiva acabe reventando alguno de esos conductos. Pueden ser en el cerebro, por ejemplo, y desencadenar una hemorragia cerebral.
Como además, hay más presión, el corazón tiene que hacer un mayor esfuerzo, con lo que puede aparecer una insuficiencia coronaria. No debe descartarse la insuficiencia renal, porque las arterias renales también se resienten y no pueden cumplir su misión como es debido.
La hipertensión es, en definitiva, un factor de riesgo grande que puede acelerar otros procesos o tener graves consecuencias.
Por qué sube la tensión
Algunas causas se conocen. Por ejemplo, se sabe que los estrógenos de síntesis –la píldora, para entendernos– son capaces de provocar una hipertensión. Y también se puede originar por problemas renales. Pero del 95% de las hipertensiones no se sabe la causa exacta. En principio, hay grupos, familias y poblaciones que padecen hipertensión. Y se acepta que puede haber alguna razón genética, porque aparece alguna alteración en la pared de las células
La alimentación influye y especialmente el consumo de sal. Los japoneses del norte que consumen mucha más sal, también tienen cifras más elevadas de tensión. Hay tribus de Kenya de baja tensión que cuando se incorporan a la alimentación occidental, con mucha más sal, empiezan también a padecer problemas.
Se habla mucho de la influencia del carácter. Sin embargo, es falsa la idea de que quien es de mucha actividad es más propenso. Hay gente tranquilísima con una tensión elevada, y gente que no da golpe y que, sin embargo, padece hipertensión.