Las personas que ingieren pescado dos o tres veces a la semana tienen un 30% menos de infartos. Además, entre los consumidores de pescado se ha observado recientemente un 25% menos de mortalidad por cualquier enfermedad, según varios trabajos de la Universidad de Harvard. El estudio se llevó a cabo durante 30 años y evidencia que los hombres que comían 240 gramos o más de pescado a la semana tenían prácticamente la mitad de riesgo de sufrir un ataque cardiaco que los que no comían nada de pescado. Parece que el agente protector es el llamado 'colesterol bueno' que se incrementa por los ácidos grasos del pescado (Omega 3).
Quizá por eso, los más longevos del mundo son los japoneses y en España los catalanes y los gallegos. La incidencia de infartos y de arritmias también es menor entre los que incluyen el pescado en su dieta habitual. Y se suele señalar que la vitamina B, los ácidos grasos del pescado y el yodo son muy beneficiosos para la salud.
Dieta mediterránea
Las bases de la dieta mediterránea las sentaron griegos y romanos a partir de la trilogía del pan, el aceite de oliva y el vino, a pesar de que no se empezó a hablar de este tipo de dieta hasta muchos años después, cuando Leland Allbaugh, en 1938, estudió la alimentación de los habitantes de Creta. Posteriormente, se constató que en la zona mediterránea la incidencia de las enfermedades cardiovasculares era sensiblemente inferior al resto de Europa y a Estados Unidos.
Según este estudio, la mortalidad por enfermedad cardiovascular era un 25% menor en los países mediterráneos estudiados respecto al resto de países (Holanda, Estados Unidos, Japón y Finlandia).
En los últimos años se ha demostrado que este tipo de dieta reduce también la incidencia de otras patologías como la diabetes por su riqueza en carbohidratos complejos y en aceite de oliva, que mejoran los niveles de glucosa, la resistencia a la insulina y el perfil de grasas. El cáncer de colon es otra de las patologías que tiene menor incidencia gracias al consumo de aceite de oliva y grasas derivadas de aceites procedentes del pescado (Omega 3), antioxidantes y fitoesteroles; y el cáncer de mama, por el consumo de grasas monoinsaturadas.
Dieta atlántica
En los últimos años se ha empezado a hablar también de la dieta atlántica, menos conocida que la mediterránea, pero que sigue un patrón de alimentación que se presenta como una alternativa igual de saludable. Es más, estudios recientes citados además de prevenir problemas cardíacos y metabólicos, y algunos tipos de cáncer, tiene influencia en el desarrollo de los recién nacidos.
Aunque menos divulgada, esta dieta atlántica tiene muchos rasgos en común con la mediterránea. Se basa en un consumo elevado de pescado. También incluye abundancia de patatas y aceite de oliva, así como de mariscos. En la zona atlántica hay un consumo controlado y moderado de frutos secos, pan y cereales. Del mismo modo el consumo de carne roja y lácteos no es muy abundante. Tampoco hay un consumo excesivo de fruta y verdura. Hay un consumo bajo de quesos, y en cuanto a las bebidas alcohólicas, destaca el vino blanco.
Fresco o congelado
Hay que insistir en que si esta bien tratado y no se rompe la cadena de frío, el pescado fresco y el congelado tienen el mismo valor nutricional. El fresco, si no es de piscifactoría, puede ofrecer más sabor; el congelado por su parte, puede ofrecer una mayor garantía frente al anisakis.
De los pescados ahumados no se debe de abusar, ni de los que se conservan en salazón. Pero no abusar no quiere decir que haya que proscribirlos. Unas buenas anchoas o unos tacos de salmón, de trucha o de anguila ahumados, son una delicia gastronómica.