El ruido es una contaminación más, una basura que nadie retira, otro residuo que nuestro modo de vida produce y que nadie alivia. La sufrimos y no exigimos nada. Nos parece que es inevitable, que es el tributo que hay que pagar por la actividad, por la civilización, por el desarrollo. Y eso es falso. Los efectos nocivos del ruido son, sin duda, importantes para la salud. Pero no nos damos cuenta. Creemos que lo que el ruido produce no va más allá de la molestia inicial. Sin reparar, por ejemplo, que el sueño es el primero en pagar la factura. Y como consecuencia, la irritabilidad que poco a poco va aumentando hasta crear en el entorno una incomodidad manifiesta. Pero lo achacamos a otros fenómenos, al tráfico, al estrés profesional...
La actividad normal del ser humano provoca un ruido de alrededor de 55 decibelios. A partir de 65 decibelios el ruido empieza a ser molesto. Una voz fuerte, produce una sensación auditiva soportable. Puede situarse entre 65 y 75 decibelios. Es equiparable al ruido de una oficina o un apartamento ruidoso. En la calle, equivale a un tráfico importante. Su efecto sobre la salud se traduce en insomnio y algunos desequilibrios.
Al aumentar los decibelios los riesgos son mayores. La conversación ya se hace difícil si tenemos 80 decibelios. De 80 a 95 encontramos ruidos como los de un comedor escolar, un molinillo eléctrico de café o una máquina segadora; una calle con tráfico intenso, el ruido del metro, el claxon de un coche insistente o la hélice de un avión. Los efectos sobre la salud a este nivel se traducen, si la exposición es larga, en pérdida de audición, fatiga y agresividad.
Entre 100 y 110 decibelios el problema es mucho más serio. En la conversación hay que gritar para entenderse. Es el ruido de una discoteca, el de un compresor de aire o el de una moto sin silenciador a dos metros de distancia. En el organismo sube la tensión arterial, la audición es mucho menor y llega a hacerse dolorosa.
Si se pasa de los 120 decibelios, ya no se puede establecer una conversación, aparece sensación de dolor en los oídos. Sería el ruido de un reactor en la pista o el de un avión despegando. En el organismo aparecerían lesiones irreversibles en el sistema auditivo.
El problema grave no es que un día vayamos a una discoteca o nos acerquemos al aeropuerto. No. El problema serio es que ese ruido ya convive con nosotros. Y cada vez nos molesta menos.... simplemente, porque cada vez oímos peor.
El ambiente ruidoso provoca una pérdida parcial de oído. Poco a poco, nos provoca cansancio y fatiga mental. La tensión acumulada afectará al sueño y nos hará mucho más irritables. Hay también sequedad de las mucosas, pupilas dilatadas y cierta palidez. En el intestino se notan algunos espasmos. Y según la estadística, hay un gran porcentaje de frigidez.
De todos modos el trastorno más grave, porque es irreversible, es la pérdida progresiva de la audición. Esta es la gran verdad: el ruido mata al oído.