Ya lo decía Maurice Chevalier: ”Estoy deseando llegar a viejo. Sobre todo, si contemplo la alternativa”. Por eso, conviene mirar la vejez con optimismo, porque esa es la única forma de vivir muchos años.
Un proverbio chino dice que la familia que tiene un anciano, tiene una joya. Y evidentemente, no lo afirman por la antigüedad de la joya. Por eso mismo en aquel país de cultura milenaria, cuando se le pregunta la edad a un anciano se hace una reverencia y se le dice: ¿Cuál es su gloriosa edad? A toda edad le ponen el adjetivo de gloriosa, porque en su filosofía si eres joven, te queda mucho por vivir; y si eres mayor –más de 50 años–, ya empiezas a merecer la gloria; pero no por lo que has vivido, sino por lo que eres capaz de enseñar. Sabia consideración.
Se sabe que la mujer española entre los 45 y los 65 años tiene menos discapacidades que el resto de las europeas. Es decir, goza de mejor salud. Sin embargo, a partir de los 65 años la situación cambia y las españolas superan al resto de Europa en problemas sanitarios que conllevan algún grado de discapacidad. ¿Por qué? Solo cabe una respuesta: alcanzada la salud en la edad media de la vida, la mujer se abandona y no hace una prevención correcta de la etapa siguiente y de los problemas que previsiblemente van a presentarse con los años. El optimismo que le da verse con salud, le hace olvidar normas preventivas fundamentales. Y son tres los problemas que abandona: la hipertensión, la tasa alta de colesterol y la obesidad.
Tenemos una de las esperanzas de vida más altas del mundo (solo superada por la mujer japonesa) y es una incongruencia que se vayan a vivir los últimos años llenos de problemas, por no hacer la prevención adecuada.
Dueños del tiempo
Estamos acostumbrados a identificar vejez con nostalgia, con una mirada depresiva de soledad y de aislamiento. Y no tiene por que ser así. La vejez debe tener un tinte optimista. Y lo tiene si la miramos con otros ojos, y no estamos añorando continuamente la juventud. Cuando somos jóvenes no somos conscientes y el más mínimo problema se nos hace un mundo, aunque luego añoremos su recuerdo. En la madurez estamos agobiados por otros problemas, normalmente, por el de nuestros hijos, con su inconsciencia, o el de nuestros padres. Y es en la vejez cuando somos nosotros los que nos adueñamos del tiempo. Y ese es un logro importante. Por eso hay que formarse para aprovechar ese tiempo. Nunca es tarde para emprender cosas nuevas. Y solo se es viejo cuando se pierde ilusión.
Sobre la dieta
Es importante estar bien nutridos porque nuestras necesidades básicas no decrecen. Uno de los peligros de la dieta del mayor es su monotonía. Come solo lo que le gusta o aquello que le resulta fácil de preparar. No disminuye la necesidad de vitaminas y de minerales. Otro detalle que hay que tener en cuenta: el anciano bebe poco. Bebe menos agua de la que necesita, porque con la edad se va perdiendo la sensación de sed, y en muchos casos además, asociamos el agua con frío. Por eso, si no bebe agua normal y fría, debe ingerir zumos o infusiones. Y una llamada de atención importante: por costumbre, porque entona el cuerpo o por apetencia, el anciano suele iniciar su comida con una sopa o con un caldo. Según muchos expertos, lo ideal sería invertir el orden. La sopa, el caldo, siempre al final. Porque el agua caliente entona, eso sí. Pero normalmente (salvo que sea una sopa grasa y con tropezones) tiene pocos nutrientes. Y para aportar pocos nutrientes, tiene un volumen grande que le puede quitar el apetito. En resumen: la dieta debe ser fácil de preparar, vistosa, agradable a los ojos y estimulante del apetito. Variada, de fácil masticación y digestión y a ser posible, económica. No debe estar ni excesivamente caliente ni excesivamente fría. Y es mejor hacer cuatro o cinco comidas más ligeras que las tres a las que estamos habituados.
Un consejo muy útil es recordar siempre que lo que no haga la dentadura tiene que hacerlo el aparato digestivo. Hay que masticar por eso muy, muy despacio, y bien.
Y debe incluir en su dieta pan integral, frutas con fibra, como las naranjas. No está de más añadir una cucharada de salvado de trigo, o ciruelas lavadas, pero ingeridas con piel. Todo eso le va a ayudar en un problema que suele ser crónico al llegar a esa cierta edad: el estreñimiento.
Diariamente, una persona de edad debe comer: aproximadamente dos vasos de leche o yogur o un poco de queso fresco y blando. Carne, pescado, huevo o pollo; pan y cereales. Y verduras de hoja verde, que son las que más vitamina A contienen, y frutas, especialmente cítricos.
Gimnasia para el cerebro
Tenemos asumida la idea de que hay que perder facultades mentales a la vez que vamos perdiendo facultades físicas. Y no es así. Mucha gente cuida su cuerpo, va a gimnasios, hace deporte para mantenerse en forma a pesar de los años. ¿Pero qué hacemos para mantener ágil y en forma nuestro cerebro? Prácticamente nada. Y hay que afirmar que el ejercicio cerebral es el mejor seguro para que funcione correctamente. Porque si las neuronas no se estimulan, si no se activan, se deterioran.
Somos como una vela: con el uso, con el tiempo, la vela se va gastando; pero la llama, pertenezca a una vela nueva o a una vela muy gastada, sigue siendo la misma llama. El cerebro es una batería que se desgasta si no se utiliza. Es como el músculo del deportista. Mientras lo ejercita, todo va bien. Si deja el entrenamiento, enseguida pierde la forma.
Recuérdelo: cuando menos le pedimos al cerebro, menos nos da.