Se ha especulado hasta la saciedad sobre el posible aumento de divorcios y separaciones tras la forzosa convivencia del confinamiento. Sin embargo, las estadísticas nos dicen que la vida en pareja es un auténtico seguro de vida. Los casados tienen un 50% menos de riesgo de sufrir cualquiera de las demencias seniles. Y según los datos, los viudos tienen un 20% más de probabilidades de sufrir infartos que los casados. Todo ello viene a confirmar que el matrimonio o la vida en pareja es buena para la salud.
Cuando se analizan las características de mortalidad, por ejemplo, se ve que incide más entre los divorciados y los solteros. Y todo parece obedecer a que el soltero o el divorciado tiene un sistema de vida más irregular y a que no guarda las normas de convivencia que tiene el casado. Los que más viven , según las leyes de los grandes números son los casados y con dos hijos. Ellos son los más sanos y los más saludables.
Estar enamorado
Tampoco es nueva la relación que existe entre el amor, estar enamorado, y tener mejor salud. O, si se prefiere, tener sensación más saludable. Entre otras cosas, porque lo que el amor nos proporciona es una mirada mejor sobre el entorno y por tanto una mejor calidad de vida. Y uno de los aspectos más evidente es la felicidad que proporciona. No solo por estar enamorado, sino por propiciar la felicidad de pareja. Tratar de hacer feliz al otro, nos da una dosis de felicidad que se traduce en una mejor salud.
Y no puede olvidarse una realidad que la psicología afirma constantemente: a ser feliz se aprende. Porque se trata de mirar con otros ojos. La felicidad no solo no es ajena a nosotros mismos, sino que es nuestra forma de ver las cosas la que puede determinar esa felicidad. Por eso ese plus de optimismo que da el estar enamorado es tan importante para la salud.
Estabilidad
La sociología también nos puede indicar por qué vivir en pareja es mejor: y es que tanto los hombres como las mujeres casadas tienen un sistema de vida compartida. Y es que con un compañero se tiene una vida más regular y esa estabilidad se refleja en el organismo.
Está demostrado que esa vida en común es la más saludable posible porque la estabilidad emocional que proporciona influye incluso en el sistema inmunológico del individuo. Su responsabilidad ante el grupo le hace también cuidarse más y elegir buenos hábitos de vida. Sin duda, la integración y la vida en común proporciona esa seguridad que no tiene el soltero o el divorciado que asume una vida de mayor riesgo. Por ejemplo, en sus hábitos de vida, el desorden en comidas, el abuso de alcohol y de tabaco, o los riesgos en la conducción se identifican más con los solteros y los divorciados.
Por otra parte, el apoyo moral que tiene vivir en pareja no lo tiene la persona que vive sola. Además de aumentar la defensas, la vida en pareja disminuye el estrés. Y proporciona bienestar emocional que es un factor importante para la salud.
Más vale solo...
Pero no todo es tan bello. Si la pareja fracasa, las estadísticas también dan razón al refrán de que más vale solo que mal acompañado.
Y hay que tener en cuenta que si uno fracasa en el matrimonio, y se divorcia, aumenta su riesgo para la salud. Si se vuelve a casar, puede eliminar ese riesgo; pero si reincide, entonces el riesgo aumenta de forma notable. La estadística informa de que quien se ha casado varias veces tiene un 40% más de posibilidades de morir pronto.
Las personas sociables tienen más probabilidad de alcanzar larga vida que la solitarias. La estadística lo dice: el matrimonio protege a los hombres de la depresión. Las mujeres casadas, sin embargo, no tienen ninguna ventaja: ni les protege, ni les perjudica.
Lo mejor es compartir
Lo que la psicología nos dice es que compartir el sistema de vida es mejor que estar solos. Es verdad que la convivencia conlleva un sistema de vida más reglado, más uniforme, más regular. Vivir solo suele ser sinónimo de vida más desordenada, más arriesgada; en una palabra: comidas irregulares, a distintas horas, sueño dispar.
Y son muchas las investigaciones acerca de esa vida estable que supone vivir en pareja: incluso se reduce un 50 por 10 el riesgo de padecer cualquiera de las demencias seniles.
Y si quiere ser feliz...
La primera norma de expertos norteamericanos para ser feliz viene a incidir en eso que tantas veces se dice: que el dinero no puede comprar la felicidad, aunque hagamos chistes sobre ello. La cantidad que uno gana tiene un efecto muy escaso sobre el propio sentimiento de felicidad. Cuenta, sobre todo, lo satisfecho que uno este con lo que ingresa.
Lo importante es saborear cada instante. Y recordar que la felicidad se compone de las pequeñas cosas de cada día y no de los grandes acontecimientos.