La exposición a las radiaciones solares origina problemas serios de piel e incluso puede provocar la aparición de melanoma que es un cáncer maligno con una gran facilidad de producir metástasis. Pero parece que solo extraemos del sol los aspectos negativos que los tiene, sin duda. Y no debería ser así, puesto que en las dosis adecuadas, también es necesario.
El cuerpo humano debería de tomar el sol un rato cada día; por supuesto evitando quemaduras, pero nutriendo adecuadamente las reservas corporales de vitamina D a través de la radiación ultravioleta. Eso es algo que nosotros podemos aprovechar más que otros por nuestra condición de país mediterráneo. Porque además, esa síntesis de vitamina D disminuye la incidencia de otros tipos de tumores: se sabe que esta vitamina posee la capacidad de regular directa o indirectamente más de 200 diferentes genes, algunos de los cuales controlan la proliferación, la diferenciación, el “suicidio” de las células caducas y otros fenómenos implicados en los procesos cancerígenos.
En todo caso, prudencia. Y recuerde que los rayos más peligrosos no producen sensación de calor. Y que las nubes, el viento y el agua del baño tienen un efecto engañoso porque nos refrescan, pero no evitan las radiaciones.
Se debe también tener en cuenta el reflejo añadido; es decir la radiación reflejada por las distintas superficies. En la hierba, por ejemplo, la radiación aumenta un 5 por 100; en el agua un 10 por 100; un 25 en la arena de playa y un 80 por 100 en la nieve.
¿Cómo es su piel?
La piel es el tejido que más sufre. Por eso, a cada piel, su sol. Y teniendo en cuenta siempre, que el organismo tiene memoria de las radiaciones. O dicho de otra forma: que es el sol de hoy el que inicia el riesgo de mañana.
La Asociación Vencer al melanoma señala tres tipos de piel:
Muy sensible: Piel clara con pecas (cabello pelirrojo o rubio). Se broncea con dificultad. Se quema todos los veranos. Se desaconseja por tanto la exposición solar. Protección máxima.
Sensible: Piel clara (cabello rubio o castaño). Se broncea lentamente. Quemaduras frecuentes. Exposición al sol con la mayor prudencia. Protección máxima.
Poco sensible: Piel mate (cabello moreno). Se broncea siempre. Quemaduras raras. Exposición al sol fuera de las horas de riesgo.
Entre las personas de piel blanca, todos son individuos de riesgo.
También se tiende a creer que una piel que ya está morena, es una piel que ya está protegida. Y no es así. Solo la piel que es negra por naturaleza es una buena barrera. En todos los individuos de piel blanca esta protección es incompleta. Puede evitar las quemaduras pero no evita los daños a largo plazo. Es como si pensáramos que por tomar una copa de aperitivo no nos va a hacer daño el vino de la comida.
Cuidado con los ojos
Los ojos pueden sufrir también los efectos de la radiación. Lo que ocurre es que así como la piel nos avisa con su enrojecimiento y quemadura, el problema de nuestros ojos no es tan visible aunque no por ello es menos grave. Los rayos ultravioletas pueden afectar al ojo produciendo fotoqueratitis y fotoconjuntivitis cuando la radiación no es muy intensa. En casos extremos, se pueden lesionar definitivamente las células de la conjuntiva e incluso provocar una catarata.
Cuando por nuestra actividad estemos de forma continuada expuestos a la luz solar, debemos utilizar protección para los ojos. Y sobre todo, que si utilizamos gafas de sol deben filtrar las radiaciones ultravioleta. Eso quiere decir que no podemos acercarnos a un puesto de la calle y comprar unas que nos gusten por su diseño o por su color. Porque podemos llegar al absurdo de adquirir unas gafas que no solo no nos protejan, sino que incluso sean más nocivas que si no lleváramos nada puesto. Son, simplemente gafas con cristales oscuros que nos dan una cierta comodidad. Pero como oscurecen el entorno, se ve poco. Al ver poco, la mecánica del ojo hace que se dilate la pupila. Y ahí, con la pupila dilatada inciden los rayos ultravioleta. De manera que se encuentran con un ojo que admite más y mejor la radiación nociva. En conclusión: con unas gafas sin garantía, el sol daña más que si no lleváramos gafas puestas.
Atención a las varices
El verano es uno de los enemigos de las varices. El calor tiende a dilatar las venas y sobre todo, aumenta la sensación de pesadez en aquellas que ya están dilatadas. Los especialistas aconsejan a las y los varicosos (que también la variz es cosa de hombres) que no tomen el sol y que no abusen de baños termales y saunas. Y a ellas, que eviten la tradicional depilación con cera caliente.
Una de cada tres personas padece algún tipo de variz, y especialmente la mujer después de un embarazo. Pero es que además, un 60 por 100 de mujeres sufren pesadez de piernas por insuficiencia venosa. Así que cuidado con el sol.