Sorprende saber que casi la mitad de los que van a consultar por algún problema reumático calzan un número menos de lo que les corresponde. Pero es cierto . Y es así porque descuidamos excesivamente los pies, quizá porque andan por los suelos. Lo cierto es que de todo el organismo, de todos los aparatos, de todos los sentidos, de todos los órganos, a los que hacemos menos caso es a los pies.
La gran mayoría de españoles desconoce, por ejemplo, que gran parte de los trastornos más comunes del pie (pie plano, durezas, callos) se pueden corregir fácilmente para evitar patologías más graves como son las enfermedades de articulaciones y huesos.
Estos problemas afectan al 70% de la población, que solo acude a la consulta del especialista cuando el dolor es lo suficientemente grande como para impedirle una marcha normal y correcta.
En un estudio realizado en el servicio de Reumatología del Hospital del Mar, de Barcelona, se comprobó que el 50% de los pacientes allí tratados calzaba un número menos del que le correspondía; como consecuencia aparecían durezas y callos en las partes blandas del pie y trastornos en la marcha. Eso demuestra el grado de desconocimiento de la población general en lo que se refiere al cuidado del pie. Los especialistas coinciden en que la mayoría de ciudadanos no sabe qué tipo de calzado debe usar.
El 40% de la patología del pie es similar entre hombres y mujeres. Y el calzado es uno de los factores que más influye en los trastornos del pie, sobre todo, en las mujeres. De cada cien pacientes afectados del antepié, 80 son mujeres y 20 son hombres.
El problema es que la mayoría de la gente no compra el zapato para los pies, sino para los ojos. Los compra con la vista. Aunque después el pie se queje. Es verdad que la moda ya empieza a imponer otro tipo de calzado. El uso (e incluso abuso) de las zapatillas deportivas, o los zapatos que las jovencitas de hoy utilizan son buena muestra de ello. Son zapatos anchos, gruesos en los que el pie no va apretado, sino en su sitio.
Por si fuera poco, como decía un ilustre podólogo, la industria del calzado cree que todos tenemos la misma forma de pie y que lo único que varía es su longitud. Y ese es un grave error. Como lo es la moda del tacón alto y puntera fina. Tampoco es igual el pie derecho que el izquierdo. Y por eso cuando compremos zapatos debemos probar los dos pies y elegir los que resulten más cómodos al pie más largo. Y comprar no a primera hora de la mañana, sino a la última porque es cuando los pies están más hinchados y se puede valorar mejor la comodidad del zapato. Comprar un zapato pensando en que “ya lo adaptaremos al pie“ es la fórmula para llegar al dolor. El tiempo no ablanda un zapato rígido, ni ensancha uno estrecho.
Los problemas más frecuentes de los pies aparecen en la edad madura y la genética juega un papel determinante en su desarrollo; sin embargo, esos problemas se pueden acelerar por el uso de un calzado inadecuado. Y en este punto, como es habitual se lleva la culpa el zapato de tacón. Hasta el punto que según este especialista, una mujer puede tener juanetes y los dedos deformados a los 20 años en lugar de a los 40, como ocurría años atrás.
En cualquier caso, lo ideal es la prevención. Para ello se recomienda cuidar el calzado, y ser conscientes de que aunque no hay un tipo ideal para todas las ocasiones, como norma básica es mejor que sea cerrado, que permita la funcionalidad del pie, que no sea rígido y que facilite la transpiración. Independientemente de la moda, el pie agradece la calidad del calzado. Ahorrar para acabar con dolor, no parece una fórmula muy útil. Y cámbiese de zapatos con frecuencia para que no se recalienten.