

Cómo saber si tienes vejiga hiperactiva
Ramón Sánchez-OcañaFoto: Bigstock
Miércoles 20 de octubre de 2021
6 minutos

Foto: Bigstock
Miércoles 20 de octubre de 2021
6 minutos

Veinte de cada cien españoles de más de 40 años presentan síntomas compatibles con la vejiga hiperactiva. Se trata de un síndrome que avanza con la edad y que influye de manera notable en la calidad de vida de quien lo sufre. En pocas palabras se puede definir como una urgencia insuperable para orinar.
En principio hay que insistir en que no es un proceso que tenga que asociarse a la vejez, ni tiene por qué relacionarse con el paso de los años.
La vejiga hiperactiva es una condición médica tratable, poco comprendida, poco comentada y que produce un gran impacto en la salud y en el bienestar emocional de la persona que la sufre. Puede afectar, además, a su capacidad sexual y a su descanso. Debido a la vergüenza que produce y a la falta de conocimiento, la gran mayoría de quienes la sufren -hasta el 80 por 100- la padecen innecesariamente en silencio sin solicitar ayuda médica.
Tres rasgos pueden ayudar a comprender el problema:
- Frecuencia en orinar: hacerlo mas de 8 veces en 24 horas.
- Urgencia insuperable por orinar.
- Incontinencia por emergencia, es decir, una perdida repentina, incontrolable (“hacérselo encima”).
Estos síntomas se producen por unas contracciones incontrolables del músculo detrusor de la vejiga al llenarse de orina. Normalmente, este músculo está relajado y solo actúa cuando la vejiga debe vaciarse.
No todas las personas con una vejiga hiperactiva “se lo hacen encima”. La mayoría de quienes la sufren solo experimentan síntomas de urgencia y frecuencia (60 por 100) y el otro 40 por 100 tiene incontinencia por emergencia.
(Debe distinguirse esta condición de la “incontinencia por estrés”, provocada por el esfínter de la uretra y por los músculos pélvicos. Esta incontinencia se manifiesta cuando aumenta la presión sobre el abdomen: al toser, al estornudar, al reír. La incontinencia por estrés es frecuente tras el embarazo y el parto).
Se llama también “vejiga inestable” y para los especialistas es importante que se conozca la dolencia. Porque así se sabrá también que puede y debe ser tratada. Hoy hay tratamientos disponibles, aunque quienes padecen este problema no suelen pedir ayuda por la vergüenza que les produce confesar su padecimiento.
Problema de comunicación
Por vergüenza y falta de información, las mujeres esperan una media de siete años antes de buscar tratamiento para una vejiga hiperactiva. Antes de hablar con un médico u otro profesional sanitario es bueno mantener un “diario de vejiga” o seguimiento del hábito de orinar, señalando cuánto se bebe, con qué frecuencia se va al baño, cuánto se orina; porque gracias a esos datos se puede establecer la primera sospecha de diagnóstico.
Según todos los expertos los pacientes disponen hoy de mejores opciones de tratamiento que van desde la medicación a la cirugía pasando por prácticas de modificación del comportamiento.
Calidad de vida
La vejiga hiperactiva reduce notablemente la calidad de vida de quien la padece, porque disminuye la autoestima al afectar a áreas tan dispares como la calidad del sueño, las relaciones sexuales, o la práctica de ejercicio físico.
El sueño se ve alterado porque obliga a levantarse varias veces durante la noche. Y si siempre puede resultar molesto, lo es más en el caso de las mujeres menopáusicas que ya, por esta condición, tienen alterado su patrón de sueño.
También produce problemas en las relaciones sexuales y puede haber pérdida de orina durante esa relación. Un porcentaje de mujeres encuestadas apuntaron que se sentían menos atractivas por los problemas de control de vejiga. La mayoría de ellas dice evitar, por esta causa, las relaciones.
Los sondeos señalan que las mujeres aceptan la pérdida de control de la vejiga como algo con lo que tienen que cargar a partir de cierta edad, mientras que los hombres tienden a darse cuenta de que no es algo normal y son más propensos a ir al médico.
Las mujeres que la padecen se preocupan por ocultar su afección comprobando constantemente que su ropa no tenga manchas de orina, intentando ocultar posibles olores con colonias o estando pendientes en todo momento de si tienen que ir o no al baño.
Por si fuera poco, una cuarta parte de quienes la padecen dejan de hacer ejercicio. Una de cada cinco mujeres con este problema se ve obligada a dejar por completo algunas actividades como correr o pasear.
Las soluciones
Sin duda, la clave para asegurar que la vejiga no se apodere de su vida, está en abrir cauces de comunicación. Porque a partir de esa comunicación se podrá obtener la información necesaria sobre los sistemas que hoy existen para el control de la vejiga. El diálogo con el médico, ginecólogo o urólogo es el primer paso. Y para ello, piense que se trata de un problema mucho más frecuente de lo que parece y que él o ella, como especialistas, están muy acostumbrados a tratar y analizar casos de este tipo. Los especialistas dan unas normas para plantear el problema al médico.
- Tome la iniciativa. Si su médico no le pregunta, hable sobre ello. (“Desde la última visita noto que me está costando controlar mi vejiga...”).
- Sea sincero/a. Cuente al médico lo que siente y la realidad de lo que padece.
- Acuda preparado. Es mucho más fácil explicar qué le ocurre si ha pensado en ello y sobre todo si lleva su “diario de baño”. Lleve todos los datos que puedan ayudar a centrar el problema.
- Haga preguntas. No se quede con dudas. Pregunte todo lo que quiera. Y si hay algo que no entiende, no dude en insistir (“¿Me puede explicar esto un poco más...?”).
- Aclare cómo afecta a su calidad de vida su problema. NO tenga vergüenza al plantearle las alteraciones que sufre en el sueño o en las relaciones sexuales.
- Hable con su médico sobre los distintos tratamientos posibles. Hay varias opciones, como decíamos, que se basan en medicamentos, en modificación de comportamiento o en cirugía.