Es muy posible que el mareo sea el hermano pequeño del vértigo porque los dos parten, en distintas dosis, del sentido del equilibrio. Por eso, la primera afirmación que debe hacerse es que el vértigo no es en sí una enfermedad, sino un síntoma. Algo falla en el sentido del equilibrio. Y el aviso nos lo da el vértigo.
Es verdad que el equilibrio es un sexto sentido que solo reconocemos cuando lo perdemos. Y a lo largo de nuestra vida, lo dicen los especialistas, prácticamente todos sufrimos algún proceso de este tipo.
El equilibrio, que es un auténtico sentido, ha tenido una evolución muy curiosa. Primero, nuestros antepasados tuvieron que arreglárselas para tener una orientación espacial. Los animales inferiores tuvieron que pertrecharse del sentido del equilibrio, o de reconocimiento de posición, como primera medida para alimentarse. La historia encuentra el primer antecedente en un camarón del Báltico que se las ingenia introduciendo con sus pinzas una piedra en una receptáculo especial. La fuerza de la gravedad le indica, a partir de ese momento, cuál es su posición. El problema grave vino después, cuando el camarón mudaba su estructura. Andaba desorientado –y hambriento– hasta que volvía a encontrar otra piedra. El paso siguiente fue cerrar aquel cubículo –estatocisto– para que la piedra no se perdiera. Y fue lo que hizo la medusa Ofelia. En los animales superiores las cosas se fueron complicando, aunque los principios básicos eran los mismos. Pero en vez de introducirnos piedrecitas, las fabricamos a base de sales. Luego, todo se hace mucho más complejo, porque no nos basta tener idea de gravedad, sino información postural y orientación espacial en todas direcciones.
Pero algo falla y más con la edad: por lo menos la mitad de los que hayan cumplido 60 años, conocen perfectamente lo que es el vértigo. Proviene de vertere, que significa girar. Por cierto, que puede ser de dos tipos: o es uno mismo el que da vueltas y por tanto el suelo se inclina y la inestabilidad se apodera de uno; o bien uno está quieto y es todo lo demás lo que gira y se mueve a velocidad vertiginosa (y nunca mejor dicho).
La definición más aceptada es que el vértigo es una sensación objetiva o subjetiva de giro de objetos, muy desagradable, generalmente de corta duración y que suele acompañarse de otros fenómenos como sudoración, mareos, y vómitos.
El vértigo más frecuente tiene su origen en un problema vascular, debido casi siempre a alguna dolencia en las cervicales. Otros vértigos se producen por hipertensión, por algún tipo de alergia, por falta de vitamina B, por un tapón de cerumen. No se puede perder de vista que el nervio vestibular, causante de la mayoría de los vértigos, se irrita por intoxicación alcohólica o tabáquica. Y la intoxicación del nervio no tiene por qué esperar a que la intoxicación por alcohol o por tabaco invada todo el organismo.
Pero volviendo al origen, las sales –que pueden ser nuestras piedrecitas del equilibrio– parecen estar en la causa última del vértigo. Las investigaciones indican que la alteración del equilibrio y, por tanto , el vértigo, se debe a una sobrecarga de calcio. La Organización Mundial de la Salud así lo ha reconocido .Y ha recomendado para combatirlo el empleo de antagonistas del calcio. Es éste un grupo muy numeroso de fármacos que tiene tantas aplicaciones que la misma OMS creó un comité de expertos para que definiera cuáles eran los indicados para cada afección.
Por cierto, eso que popularmente llamamos vértigo –sensación desagradable ante una altura– no es propiamente vértigo, aunque lo denominemos así. Técnicamente se llama acrofobia.