Tras sufrir un infarto de miocardio o un problema cardiaco, no son pocos los pacientes que se preguntan cuándo pueden reanudar su vida sexual o si puede correr algún riesgo.
En principio, y según todos los especialistas, habría que decir que ese riesgo no existe. Entre otras cosas porque el paciente que ha sufrido algún problema cardiaco tiene revisiones frecuentes y entre los exámenes que se le prescriben esta la llamada 'prueba de esfuerzo', en la que el cardiópata ha de correr sobre una cinta mientras esta monitorizado para comprobar su frecuencia cardiaca y su situación. Los especialistas sostienen que esa prueba demanda del enfermo un esfuerzo muy superior al que le exigiría el acto sexual.
En una conferencia, el cardiólogo, Dr Andrés Novales, ofreció unos datos llamativos. “Los casos de fallecimiento durante el acto sexual ocurren en un porcentaje muy bajo. En un estudio sobre 5.559 casos de muerte repentina por causas no traumáticas, sólo 34 de ellos eran por motivos cardiológicos y se produjeron durante el coito. Es necesario destacar que en 27 de esas 34 relaciones, la persona fallecida estaba realizando el acto sexual con una pareja distinta de la habitual. Indudablemente, factores 'externos' influyeron de forma significativa en el desenlace (nerviosismo, mayor excitación, sentimientos de culpa, necesidad de quedar bien, etc.)”.
La prueba de esfuerzo es un baremo que los cardiólogos tienen muy presente. Y como decimos, el esfuerzo es superior al que se realiza en el acto sexual. El miedo a que la tensión provoque un accidente cardiaco debe descartarse si asumimos que el “trabajo” muscular es comparable al que se realiza al subir dos pisos.
¿Y cuando? Según la conferencia del Dr. Javier Andrés Novales, el momento idóneo debe ser tras un entrenamiento físico y psicológico progresivo. “Así se aprende a detectar cuáles son las respuestas físicas del cuerpo después de un esfuerzo. Desde un punto de vista psicológico, el entrenamiento llevará al paciente a reconocer cuáles son sus relaciones emocionales nocivas y cómo controlar estas últimas a través de métodos de respiración y relajación”.
Una de las causas de la disfunción erectil podría ser no ya la enfermedad cardiaca en si, sino los fármacos que para controlar los factores de riesgo, se le prescriben al enfermo. Por lo menos la cuarta parte de impotencias se deben a esta causa, porque los medicamentos que se utilizan para enfermedades sistémicas, (antihipertensivos, vasodilatadores, tónicos cardiacos o antidepresivos) afectan de manera casi determinante a la función eréctil. La digoxina, por ejemplo, un medicamento para el corazón, multiplica por 4 la posibilidad de padecer impotencia.
Pero como dice el refrán, el miedo es libre. Y es posible que si el 20 por 100 de todas las impotencias se deben a causas psicológicas, más en este caso, cuando es el propio paciente quien teme el esfuerzo y entonces es posible que la disfunción se convierta en frigidez, en desinterés, en una palabra. El miedo puede.
En este caso, la visita al psicólogo puede llevar a la solución. Y como sostiene Javier Andrés Novales “Si usted es capaz de subir dos pisos de escaleras sin tener dolor en el pecho o fatiga excesiva, será capaz, desde el punto de vista físico, de mantener relaciones sexuales plenas. En líneas generales, puede reanudarse a las dos semanas del alta hospitalaria, pero consulte siempre con su médico.”