El vómito –con náusea o sin ella– es la expulsión violenta del contenido del aparato digestivo. La náusea sería la sensación anterior al vómito; es decir, esa angustia previa con palidez, como de mareo o de dolor poco intenso pero generalizado.
También suele confundirse el vómito con la regurgitación, especialmente si se trata de niños pequeños. La regurgitación no es realmente un vómito, sino un eructo que arrastra la comida que está todavía en el tubo digestivo. La regurgitación es pues, la expulsión de parte del aire que el niño traga al mamar o al beber.
El vómito puede ser –y eso es lo que le da un interés muy especial– el reflejo, la manifestación o el síntoma de varios procesos. Muchos podrían cursar con algún tipo de vómito en un determinado momento. Problemas abdominales, digestivos, infecciones agudas, alteraciones metabólicas, cerebrales y hasta cardíacas –a veces un infarto produce ganas de vomitar– pueden tener el vómito como reflejo. Incluso puede tener un carácter psicosomático compensatorio: hay niños que un día no quieren ir al colegio porque “no se encuentran bien” y acaban, sin que haya razón fisiológica alguna, vomitando como expresión de que van a ser atendidos y cuidados.
Por qué se produce
En el fondo, el mecanismo del vómito es sencillo. Se basa en la contracción violenta del diafragma y de los músculos del abdomen. Eso comprime el estómago a la vez que se deja la puerta abierta del esófago, dando vía libre al contenido gástrico hasta la boca. Se produce también –como cuando se traga– el cierre de la faringe para que no se desvíe nada hacia los pulmones.
Tenemos en el cerebro varias zonas capaces de recibir los estímulos desencadenantes del vómito. Por eso puede tener tantos orígenes. Algunos fármacos pueden estimular una de esas zonas. Otra puede verse afectada por impulsos del aparato digestivo, tanto por contracción como por relajación; también puede verse estimulada por cosas aparentemente tan lejanas como determinados olores o visiones. Otras veces es un proceso tóxico –alcohol– o reflejo, como meter los dedos en la garganta. Y no podemos olvidar que el vómito también cumple su función de defensa: en muchas ocasiones, cuando un alimento no esta en buen estado o no es bien tolerado, se expulsa así.
No vamos a detenernos en vómitos que pueden representar síntoma grave. Ante todo vómito persistente, o que no se considere propio del proceso que se sufre, se debe consultar al médico.
Normalmente, se trata de un proceso alarmante, pero sin mayor trascendencia. Lo que debe saberse es que tanto el vómito, como la diarrea, tiene una consecuencia en la que no solemos pensar y es que se pierde agua y muchos minerales. Por eso conviene estar atentos si son frecuentes.
Cuando se vomita hay que beber muchas veces poca cantidad de líquido y desde luego suprimir las comidas. Eso, al enfermo no le va a preocupar, porque uno de los síntomas que acompañan al vómito es precisamente la pérdida de apetito. Cuando disminuya el número de vómitos se pueden tomar alimentos que no sean muy fuertes (sopa de arroz, yogur, leche rebajada).
- Habrá visto, oído o leído que cuando se ingiere un tóxico hay que provocar el vómito para evitar que la sustancia nociva siga el proceso digestivo. Hay, sin embargo una excepción: NO PROVOQUE EL VOMITO si se trata de un tóxico corrosivo o derivado del petróleo, ya que entonces hará pasar la sustancia nuevamente por el tubo digestivo provocando nuevos problemas.
- El estómago, en contra de la idea inicial que se tiene participa muy poco en el proceso del vómito
- Lo importante es conocer la causa. En sí no es más que un síntoma. Lo que ocurre es que a veces es "tanta cantidad de síntoma" que se convierte por si mismo en una entidad clínica.
- Si acude al médico por que hay vómitos recuerde que la forma de vomitar, el cuándo, el cómo, el por qué, en qué circunstancia, y todos los detalles posibles, pueden ser claves para determinar la causa que los produce.