Es el tributo inevitable de la edad. Y es curioso anotar que hasta ahora no era un problema amplio, simplemente, porque históricamente no se superaban los 50 años de edad. Hoy, sin embargo, no solo una gran parte de la población los supera, sino que, además, es precisamente la etapa en la que mayor actividad visual se desarrolla. Y ahí es cuando llega la presbicia que popularmente conocemos como 'vista cansada'. En síntesis, es la pérdida del poder de acomodación del ojo. El sistema de enfoque, a base de músculos, va perdiendo capacidad. Hacia los 45 años, como mucho, estiramos el brazo para poder leer el periódico. Como no funciona el enfoque real, variamos la distancia del objeto. Cuando ya el brazo no da más de sí, ese fallo del mecanismo de enfoque hay que suplirlo con lentes. Y lentes distintas para ver de cerca y para ver de lejos.
Como el ojo, en cuanto se encuentra cómodo, sigue la ley del mínimo esfuerzo, irá perdiendo cada vez más esa capacidad. Por eso mucha gente se resiste a poner las primeras gafas: si lo hace, a partir de ese momento cada año tendrá que ir aumentando poco a poco las dioptrías de sus lentes. Porque el ojo se irá sintiendo cada vez más cómodo y simultáneamente irá perdiendo capacidad de enfoque. Cada vez se esforzará menos. Necesitará, por tanto, corrección. Y una corrección buena y personalizada.
Los últimos datos de que se dispone informan que si a los 50 años, el 62,9% de la población se confiesa présbita, ese porcentaje asciende hasta el 67,5% cuando se cumplen los 60. La realidad, sin embargo, apunta a que el porcentaje es mucho mayor. Porque, según las encuestas, entre los que declaran no tener presbicia, se encuentran algunos síntomas claros como, por ejemplo, no poder enhebrar bien una aguja o no poder leer la letra pequeña.
La presbicia, al menos con los conocimientos actuales, no puede ni prevenirse, ni detenerse. Progresa con la edad y las excepciones que todos conocemos solo sirven para confirmar la regla. Lo único que puede hacerse es el control visual para ir viendo su evolución e ir adaptando las lentes oportunas.
La corrección puede ser múltiple. Aparte de la posibilidad quirúrgica, el 97,1% utiliza gafas y solo un 0,6 prefiere las lentillas (un 1% combina gafas y lentillas). Se dispone, como es sabido, de las clásicas gafas bifocales, que permiten una buena visión, aunque dejan una zona intermedia sin graduación. Y en los últimos años se ha generalizado el uso de las lentes progresivas, que hacen posible con una ligera adaptación, una visión correcta.
Es verdad que un porcentaje elevado (más del 32%) cree que si se pone las primeras gafas para la vista cansada, la presbicia ira aumentando cada vez más. Pero no es menos cierto que la calidad de vida que se gana con una visión adecuada no es comparable, Sobre todo, porque estamos en una sociedad que nos exige una utilización casi permanente de la visión de cerca.
Se sabe ya que por lo menos 5 de cada 100 individuos ve mal y lo ignora. O, por lo menos, podría ver mejor. Y estamos hablando de personas que apenas sobrepasan los 40 años. Su calidad de vida, sin duda, pasa por una buena visión.
En la vista cansada pueden influir muchos factores. En todo caso, los mecanismos y causas subyacentes de la presbicia están en plena investigación. Se acepta que tiene una progresión normal cuantificable con la edad y que no se puede detener. Es, en definitiva, como el envejecimiento de la persona, que obedece a muchas causas. Y la presbicia es en si misma un envejecimiento de los músculos del ojo que nos permiten enfocar.
Pero quédense con esa afirmación científica: cinco de cada cien personas podrían ver mejor y no lo saben.