El envejecimiento de la población no es solo un fenómeno demográfico; es también una de las mayores oportunidades económicas y sociales de nuestro tiempo, como vengo insistiendo hasta el hartazgo de quienes me leen desde hace diez años, si no más. La llamada Silver Economy, orientada a las personas mayores de 55 años, enfrenta retos decisivos para su evolución en los próximos años. No se trata únicamente de que empresas y gobiernos sean capaces de adaptarse a esta nueva realidad. Es también necesario cambiar la percepción y el enfoque hacia estos colectivos, que constituyen segmentos clave del mercado actual.
1. Una generación múltiple y diversa
La generación sénior (dicho así por abreviar, porque en realidad hablamos de varias generaciones) no es homogénea. Dentro de este grupo hay diversidad en necesidades, intereses y capacidades. No es comparable un adulto de 56 años, activo laboral y digitalmente, con su madre de 80 o su abuela de 100 años.
En España, los mayores de 65 años representan hoy el 34% de la población y concentran un poder adquisitivo significativo. Tienen una renta media de 14.762 euros por persona, casi 1.800 euros más que quienes tienen entre 30 y 44 años. Además, poseen el 66% de la riqueza neta del país y generan el 26% del PIB nacional.
Sin embargo, esta diversidad también supone desafíos. Las soluciones "para todos" tienden a fracasar. Las marcas necesitan segmentar de forma más precisa y abandonar los productos y mensajes condescendientes que a menudo desconectan a los sénior.
2. La brecha digital, un desafío persistente
Aunque la brecha digital entre los mayores y otros grupos de edad se está reduciendo, sigue presente, especialmente en los grupos más avanzados en edad. El 73% de los mayores de 55 años ya son usuarios digitales, y el número de personas mayores conectadas a internet ha crecido casi un millón al año desde 2020.
A pesar de este progreso, menos del 50% de los mayores tienen habilidades digitales básicas o avanzadas, y un 66% ha expresado sentir presión por adaptarse a las nuevas tecnologías. Este problema se agrava en las zonas rurales y en mayores de 75 años, que tienen menos oportunidades de acceso y formación.
Ir cerrando esta brecha será esencial para 2025. Para ello, será imprescindible fortalecer iniciativas de formación tecnológica y garantizar que las soluciones digitales sean inclusivas, intuitivas y accesibles.
3. Productos financieros especializados: oportunidades y barreras
El envejecimiento y la inflación han erosionado el poder adquisitivo de los jubilados, aumentando la relevancia de productos financieros como la licuación patrimonial, las hipotecas inversas y las rentas vitalicias. Aun así, su adopción en España sigue siendo limitada.
¿Por qué?
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Falta de conocimiento: Muchos mayores no entienden estos productos o desconfían de ellos.
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Complejidad: Requieren asesoramiento técnico y jurídico especializado, lo que puede desanimar a posibles usuarios.
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Riesgos asociados: La longevidad es un factor crítico. Por ejemplo, en una hipoteca inversa, si la persona vive más allá de lo estimado, el modelo puede generar tensiones económicas para herederos o entidades financieras.
A esto se suman los seguros de dependencia, esenciales en un contexto de longevidad creciente (felizmente), pero poco conocidos y con baja penetración. Estos productos permiten planificar los gastos asociados a la pérdida de autonomía, proporcionando tranquilidad tanto a los sénior como a sus familias.
El sector financiero debe invertir en simplificación, transparencia y educación para hacer estos productos más comprensibles y accesibles.
4. Comunicación empática: el gran desafío pendiente
Como he señalado en mis investigaciones y proyectos, la falta de empatía hacia los mayores es uno de los problemas más arraigados. Esto incluye desde el diseño de productos (eliminando la visión aristocrática: todo para el mayor, pero sin el mayor) hasta la atención al cliente. Muchas empresas siguen operando bajo paradigmas que no consideran las realidades emocionales, sociales y físicas de este colectivo.
Sin embargo, la empatía no es solo un acto de bondad. Es también un factor estratégico que mejora la percepción de marca y fomenta la lealtad. Diseñar experiencias basadas en la empatía digital —interfaces accesibles, soporte humano personalizado y soluciones que prioricen la autonomía— será fundamental para conectar con los sénior en 2025.
5. Sectores clave: salud, finanzas y tecnología
Al mirar hacia el futuro de la Silver Economy, tres sectores se perfilan como pilares fundamentales:
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Salud y bienestar: Con el aumento de la longevidad, los sénior buscan soluciones que les permitan vivir mejor y por más tiempo. Esto incluye productos relacionados con el envejecimiento activo, la telemedicina y dispositivos de monitoreo remoto. Sin embargo, será clave la profesionalización del cuidado. Esto implica garantizar que los cuidadores tengan formación adecuada y que los servicios de cuidado sean accesibles y sostenibles.
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Finanzas: Los planes de pensiones, las rentas vitalicias y los seguros de dependencia desempeñarán un papel esencial en la planificación económica para la longevidad.
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Tecnología accesible: Desde dispositivos intuitivos hasta aplicaciones que integren lo digital con lo presencial, la tecnología adaptada será una herramienta crucial para fomentar la inclusión y la independencia.
6. Hacia un consumo más ético y personalizado
El consumidor sénior no busca solo productos funcionales; también exige marcas que reflejen valores éticos y sostenibles. Están impulsando tendencias como el consumo local, la reducción del desperdicio alimentario y la sostenibilidad medioambiental.
Además, valoran la personalización extrema. Esto significa mensajes diseñados específicamente para ellos, experiencias de compra omnicanal y servicios que combinen lo mejor del mundo digital y físico.
7. ¿Qué esperar para 2025?
El panorama de la Silver Economy dependerá de nuestra capacidad colectiva para responder a estos retos con innovación, empatía y visión estratégica. Las empresas y los gobiernos que sepan anticiparse a estas necesidades no solo ganarán acceso a un mercado en crecimiento, sino que contribuirán a la construcción de una sociedad más inclusiva y sostenible.
El envejecimiento no es una crisis; es una oportunidad. Pero para capitalizarla, necesitamos replantear nuestras estrategias, escuchar más y diseñar soluciones que no solo funcionen para los sénior, sino con ellos. En la Silver Economy, el futuro está, como siempre digo, en la gente con mucho pasado.