Josep Moya Ollé
Opinión

Los riesgos de envejecer aquí y ahora

Josep Moya Ollé

Foto: Escena de la película 'El padre'

Martes 25 de marzo de 2025

6 minutos

Los riesgos de envejecer aquí y ahora

Foto: Escena de la película 'El padre'

Martes 25 de marzo de 2025

6 minutos

Es un hecho ampliamente constatado que la mayor parte de las sociedades del llamado Primer Mundo están sometidas a un proceso de envejecimiento poblacional creciente. Así, el Instituto Nacional de Estadística señalaba en el mes de junio de 2024 que nos dirigimos hacia una sociedad muy envejecida, con más muertes que nacimientos y con un lento crecimiento de la población que solo sostendrá la llegada de inmigrantes siempre que se mantengan las tendencias actuales.

Según el mencionado informe, España ganaría más de cinco millones de habitantes en los 15 próximos años y casi seis millones hasta 2074 si se mantuvieran las tendencias demográficas actuales. 

El porcentaje de población de 65 años y más, que actualmente se sitúa en el 20,4% del total, alcanzaría un máximo del 30,5% en torno a 2055. La población nacida en España disminuiría paulatinamente y pasaría de significar el 81,9% del total actualmente, al 61,0% dentro de 50 años.

Estos datos nos dan una visión prospectiva de la evolución de la población española para los próximos 50 años. En este contexto, conviene retener el porcentaje del 30,5% de población mayor de 65 años en torno al año 2055. Es decir, casi una de cada tres personas tendrá más de 65 años.

Ahora bien, para hacernos una idea aproximada del significado de estos cálculos, es decir, de su implicación desde la perspectiva de la calidad de vida es preciso articularlos con las prevalencias de aquellos procesos patológicos que tienen unas mayores repercusiones en la salud física y mental de las personas que los padecen. Me refiero, especialmente, a los procesos neurodegenerativos. Me detendré en ellos.

Según la Guía de Práctica Clínica sobre la Atención Integral a las Personas con Enfermedad de Alzheimer y otras demencias se estima una prevalencia de demencia en la población europea entre el 5,9 y el 9,4% en mayores de 65 años (Datos publicados por el consorcio Eurodem y de estudios posteriores). (CEAFA, 2022).

La Estrategia de Enfermedades Neurodegenerativas del Sistema Nacional de Salud apunta que la incidencia global mundial de la demencia se estima alrededor de 7,5/1.000 personas-año. La incidencia anual de demencia en un estudio realizado en España se estimó entre 10-15 casos por 1.000 personas-año en la población mayor de 65 años. Por su parte, el Plan Integral de Alzheimer y otras Demencias (2019- 2023) recoge que la prevalencia de esta enfermedad ronda el 0,05% entre las personas de 40 a 65 años; 1,07% entre los 65-69 años; 3,4% en los 70-74 años; 6,9% en los 75-79 años; 12,1% en los 80-84; 20,1% en los 85-89; y 39,2% entre los mayores de 90 años. La Guía de Práctica Clínica sobre la Atención Integral a las Personas con Enfermedad de Alzheimer y otras Demencias habla de que los estudios de prevalencia en España han mostrado cifras que oscilan entre el 5 y el 14,9% para mayores de 65 años y entre el 9 y el 17,2% para mayores de 70 años. 

Como es sabido, la demencia es un síndrome –generalmente de naturaleza crónica o progresiva– caracterizado por el deterioro de la función cognitiva más allá de lo que podría considerarse una consecuencia del envejecimiento normal. La demencia afecta a la memoria, el pensamiento, la orientación, la comprensión, el cálculo, la capacidad de aprendizaje, el lenguaje y el juicio. Además, el deterioro de la función cognitiva suele ir acompañado, y en ocasiones es precedido, por el deterioro del control emocional, el comportamiento social y la motivación.

Cabe advertir un elemento que suele pasar desapercibido y que se encuentra en la base de algunos casos de expolio económico de personas mayores. Se trata de la toma de decisiones en las fases iniciales de las demencias. Elkhonon Golberg, neurocientífico formado en la Escuela de Alexander Luria, ha diferenciado entre decisiones verídicas, es decir, aquellas que tratan de encontrar la verdad, y decisiones adaptativas, en las que el sujeto trata de escoger lo que es mejor para él. (Golberg, 2015). Algunos ejemplos pueden ayudar a diferenciar unas de otras: 

1. Si tengo un saldo de mil euros y saco trescientos, ¿cuánto me queda?

2. Me han propuesto que firme esta otorgación de poderes notariales a mi hija, ¿es conveniente que lo haga?

3. ¿Cuál es el número de teléfono de mi centro de atención primaria?

4. He recibido una oferta de una agencia de viajes pero tengo dudas sobre si es la mejor o no.

Las situaciones 1 y 3 son deterministas y requieren tomas de decisiones verídicas. En cambio, las situaciones 2 y 4 son intrínsecamente ambiguas. Ninguna de ellas tiene una solución intrínsecamente correcta. Las tomas de decisiones son adaptativas.

La relevancia de ello radica en que la toma de decisiones adaptativas declina antes que la toma de decisiones verídicas en las etapas tempranas de la demencia. Golberg y su equipo han señalado que, en muchas ocasiones, la indecisión, las dudas así como una delegación creciente en los demás para tomar decisiones son tan comunes como el deterioro de la memoria o las dificultades para encontrar palabras en las etapas tempranas del declive cognitivo en las personas ancianas. 

A esos aspectos iniciales se van añadiendo progresivamente deterioros mayores. La persona con demencia puede realizar falsos reconocimientos, desorientarse en tiempo y espacio, perder objetos personales y creer que le han sido sustraídos por personas de su entorno habitual, así como otros síntomas que afectan la esfera del autocuidado personal o la alimentación.

La demencia, por tanto, no solo afecta a la propia persona sino también a su entorno familiar, la hija, en muchos casos. Ello conlleva considerables cargas para las personas cuidadoras que, a menudo, no solo han de renunciar a aspectos de su vida privada (fines de semana, vacaciones, acudir a espectáculos, etc.) sino que, en ocasiones, han de dejar su trabajo con la merma económica que ello conlleva. No solo esto, hay un aspecto al que suele prestarse escasa atención pero que los clínicos constatamos diariamente: el coste emocional inherente a la convivencia con la persona afectada de demencia.

En efecto, progresivamente, día a día, el padre, la madre o la pareja se transforman en otras personas que, a menudo, no les reconocen; es un ¿y tu quién eres? ¿qué haces aquí? Algo que aparece magistralmente descrito en la película El padre, protagonizada por un magnífico Anthony Hopkins. El protagonista, un hombre de 83 años, ve cómo su realidad se hace añicos, ya nada es como antes, un día, de repente, aparece un extraño en su apartamento y resulta que es su yerno, pero su hija, divorciada, le había comunicado el día antes que había decidido irse a vivir a París con el hombre de quien se había enamorado. Días después, el cuadro, colgado en la pared del comedor, había desaparecido. Y su reloj, su muy apreciado reloj, también había desaparecido, probablemente robado por su antigua cuidadora. Eso es exactamente lo que ocurre cuando una persona es víctima de un proceso demencial. El mundo cambia para ella, y ella cambia para el resto del mundo.

Hace unos días, en una jornada sobre el tema de los malos tratos a las personas mayores, afirmé que envejecer aquí y ahora conlleva riesgos. Mi compañero de mesa discrepó negando esa realidad, sin embargo, a los pocos minutos se quejó, públicamente, de un intenso dolor en la rodilla, que le producía molestias considerables y una limitación de la movilidad. La artrosis, estimado compañero de mesa, también es un riesgo inherente al paso de los años, pero, obviamente, existen riesgos mucho más graves.

Sobre el autor:

Josep Moya Ollé

Josep Moya Ollé

Josep Moya Ollé (Barcelona, 1954) es psiquiatra y psicoanalista. Actualmente es presidente de la Sección de Psiquiatras del Colegio Oficial de Médicos de
Barcelona.

Ha trabajado activamente en el ámbito de la salud pública, siendo presidente del comité organizador del VII Congreso Catalán de Salud Mental de la Infancia y psiquiatra consultor del SEAP (Servei Especialtizat d'Atenció a les Persones), que se ocupa de la prevención, detección e intervención en casos de maltratos a mayores.

Es el fundador del Observatori de Salut Mental i Comunitària de Catalunya.

Su práctica clínica privada la realiza vinculado a CIPAIS – Equip Clínic (Centre d’Intervenció Psicològica, Anàlisi i Integració Social) en el Eixample de Barcelona.

Como docente, imparte formación especializada en ACCEP (Associació Catalana per a la Clínica i l’Ensenyament de la Psicoanàlisi), en el Departament de Benestar Social i Família y en el Centro de Estudios Jurídicos y Formación Especializada del Departament de Justícia de la Generalitat de Catalunya.

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