Cuando la Asamblea de la ONU trazo un plan contra el abuso de antibióticos, un grito recorrió el mundo : "En 2050 morirá más gente por resistencia bacteriana que por cáncer". Y los especialistas españoles añadieron "se estima que este año morirán 700.000 personas en el mundo por infecciones causadas por bacterias multirresistentes y que, de seguir así, en el 2050, fallecerán cada año diez millones de personas".
Muchos de los antibióticos que usamos pueden perder su efectividad por la aparición de cepas resistentes. Y es que la bacteria aprende, porque cuando se nos prescribe un tratamiento antibiótico casi nunca lo completamos. Nos encontramos bien y dejamos de tomarlo. Así alteramos la ecología de las bacterias y les damos capacidad para desarrollar resistencias. Y debe saberse, sin apelar al sensacionalismo que aunque hoy se dispone del mayor número de antibióticos de la historia, se dan casos de carencia o casi carencia de tratamiento efectivo contra algunas infecciones. (Solo unos ejemplos: todos los estafilococos eran sensibles a la penicilina en 1941. Hoy, la penicilina apenas puede con el 5 por 100 de estos gérmenes. El neumococo tiene al menos un 40 por 100 de resistencias a las penicilinas y el hemophilus un 35. Ya hay una salmonella resistente a cinco antibióticos).
Como es lógico, los gérmenes asediados por los antimicrobianos buscan su supervivencia y solo tienen dos caminos: o adaptarse o morir. Es lo que se llama presión selectiva.
Los que sobreviven son portadores de los genes de resistencias. Y desde el plano médico eso quiere decir que un microorganismo resistente es un microorganismo que no puede ser vencido por un tratamiento clásico.
Inicialmente, las bacterias resistentes pueden pasar de una persona a otra, contagiándole la infección. Pero además, por su rápida multiplicación, las bacterias pueden transferir los genes resistentes a otras cepas. Eso significa que en los centros sanitarios que utilizan antimicrobianos con profusión o en lugares donde se concentran enfermos infecciosos, la transmisión de bacterias resistentes es frecuente. La preocupación mundial surge cuando se evidencia que las bacterias también viajan en avión. Y que aparecen en cualquier lugar del mundo cepas que adquieren resistencia en Asia o en África.
La propia Organización Mundial de la Salud llama la atención en este sentido. Especialmente, porque esos antimicrobianos se utilizan en agricultura, en ganadería y piscicultura para tratar o controlar las infecciones, o para activar el crecimiento y mejorar la rentabilidad. Esos usos incrementan la presión selectiva total que se ejerce sobre los agentes infecciosos. Y como ha ocurrido con la salmonela o la compylobactyer, puede pasar de los animales o a través de los alimentos al ser humano.
La primera consecuencia es el fracaso terapéutico y por tanto la prolongación de la enfermedad, con todo lo que lleva consigo. Aumenta el número de enfermos y el tiempo de enfermedad. Y al no ser efectivos los antimicrobianos iniciales, se deben utilizar otros más potentes, por otras vías o de mayor costo.
- Recuerde que interrumpir el tratamiento prematuramente es lo que crea quizá, el mejor entorno para que los agentes infecciosos puedan desarrollar las resistencias.
- Recuerde: los antibióticos son inútiles contra los virus.
- Tómelos solo cuando se los recete el médico.
- No interrumpa el tratamiento.