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El color de las pastillas del botiquín
Ramón Sánchez-OcañaMartes 20 de agosto de 2019
ACTUALIZADO : Martes 20 de agosto de 2019 a las 9:04 H
2 minutos
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Martes 20 de agosto de 2019
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El cestito donde están las medicinas al uso es una especie de racimo de colores. Y no son caprichosos o casuales. Después del larguísimo –y costoso- proceso de desarrollo de un fármaco, no se va a dejar a la improvisación precisamente su apariencia, su vestimenta, su envase. Porque en un repaso rápido, desde que se inicia la investigación hasta que el principio activo está disponible, pueden pasar diez o doce años. En el mejor de los casos, si se encuentra una sustancia válida, activa, eficaz, tras ese período, se inician los trámites burocráticos y alguien se encarga de ponerle color, de vestir a esa medicina. ¿Cartón? ¿Apaisado? ¿Cuadrado? ¿Plástico? ¿Verde?.
(Rebuscas en el cestito y no hay ningún envase azul oscuro. Ni negro). Y es que los colores nos influyen como para reforzar nuestra confianza en aquello que contienen. Un envase en que aparezcan letras rojas sobre fondo amarillo o blanco nos transmite ganas de vivir, vigor, fuerza... Si el fondo es rosado y las letras son azules tiene una idea femenina, y es color en que pueden venir tampones, cremas de belleza o una delicadeza culinaria.
¿En qué se podría emplear un rojo fuerte? El rojo es el color excitante por excelencia. Sería el color ideal para un tónico. Es un color que anima. El rojo nos encontramos con él, nos sale al paso. Tenemos la costumbre de asociarlo con el vigor, con el fuego, con la energía. De todos modos, hay que introducir algún elemento blanco o mas débil de tono, porque está demostrado que demasiado rojo puede inducir a la violencia.
En la farmacia el color dominante de las estanterías es el amarillo. Es color de luz. Tiene connotaciones de cierta fuerza, de voluntad y desde el plano médico, despierta y estimula. Es, con el naranja, un color optimista y vital. En el naranja se combina lo mejor del rojo y lo mejor del amarillo. Sugiere fiesta y alegría. Quizá por eso, la mayoría de tónicos, reconstituyentes o vitaminas tienen algo de ese color en el envase. Ciertamente, hay muy pocos fármacos que se vistan de azul.
Quizá porque el azul nos produce una cierta reserva. Parece que aleja. En la estantería de la farmacia, además del amarillo, hay otro color que se ve mucho: el verde. Es la naturaleza. Es la unión hombre-vida. Es la expresión de la juventud, de la vegetación, del frescor, de la esperanza. Da idea de serenidad y equilibrio. Tiene un efecto calmante sobre el sistema nervioso.
El color clave, sin duda, y que abunda en todos los envases es el blanco. Sobre todo, porque lo que el blanco da es paz. Es luz. El blanco es el símbolo de lo positivo. Quiere decir SI. Y por eso no hay envases negros. Es color de duelo, de luto, de desesperación, por mucho que se le quieran dar matices de nobleza y de elegancia.