Lo sensorio emocional, al ser lo central en el arte, nos acerca al universo de sensaciones y emociones que la tierra nos trae, a ese "dios que danza" en la expresión de Nietzsche.
Con la conciencia de lo universal que hoy tenemos y de los muchos y diversos recorridos en el curso de la vida, logramos también una más amplia gama de posibilidades de elección. Podemos elegir ser un dios que danza. Las obras de Kandinsky son expresión de ello, un dios no consustanciado con la eternidad y lo perenne, sino con lo breve y efímero, no con lo establecido y galardonado, sino con la búsqueda. Aparece entonces el espíritu humano expresado con líneas y colores, vibrante, en movimiento, liviano, consciente de su levedad.
…Y si dios danza, dios, que es todo espíritu, tiene música, melodía, ritmo, también colores, formas, texturas, olores, movimiento, todo un mundo de sensaciones, algo que tan bien expresó Kandinsky con su arte cuando todavía no se había pensado en el arte abstracto.
Para los mayores y muy mayores, esta vivencia de lo universal, de lo sensorio compenetrado con la naturaleza, le brinda una cierta satisfacción vital que no había experimentado antes. Lo lleva a una redefinición del tiempo, el tiempo es "ahora" y ello da intensidad a su sentir. Se incrementa la consciencia de lo cósmico y de estar con otros "interconectados".
En nuestra época de búsqueda de la felicidad en la Tierra, esta de ser un dios que danza, se vislumbra como una posibilidad para muchos mayores.
Sobre el autor:
Carmen de Grado
Carmen de Grado es Licenciada en Psicología, Máster en Psicogerontología, ex docente en la Universidad Maimónides de Buenos Aires (Argentina) y actualmente en el Instituto Iberoamericano de Ciencias del Envejecimiento (INICIEN).