Recuerdo que fui joven universitario. Estudié la carrera de Sociología en la vieja Universidad de San Bernardo, en una época en la que ir a la universidad era algo raro para las familias trabajadoras, y se creía en el “ascensor social”. Tener estudios universitarios garantizaba un buen trabajo, al menos para los de siempre. Creo que llegué un poco tarde a esa situación. En la empresa multinacional donde trabajaba —becado por la propia empresa para cursar la carrera—, me aconsejaron que me fuera porque era muy peligroso poner en marcha las teorías de Sociología del Trabajo que estudié.
En aquellos tiempos no existían las universidades privadas. ¿Han cambiado las cosas en las universidades públicas? ¿Y en las empresas? ¿Se acabó el ascensor social? ¿Son mejores las universidades privadas que las públicas? ¿Ahora todo el mundo puede ir a la universidad? ¿Es mejor estudiar una FP, que garantiza un empleo en poco tiempo? Un debate que se abre en algunas familias.
Como ya sabemos, la revolución neoliberal ha hecho que el mundo desarrollado sea más desigual: los ricos cada vez son más ricos, y los pobres seguimos igualmente pobres.
Me ha llamado la atención que, en los últimos meses, las universidades públicas españolas han aparecido en los medios de comunicación no por algún invento o investigación nueva, ni por huelgas de alumnos o profesores, sino por las quejas de los rectores sobre la asfixia económica a la que las somete la comunidad autónoma correspondiente. Javier Lafuente, rector de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), decía en una entrevista en El País: “Llevamos 15 años de financiación injusta e insuficiente. Y ello ha producido un envejecimiento de las infraestructuras. Hay ámbitos en los que, si los equipos no están al día, no podemos captar talento, y nosotros queremos jugar en primera división, no en tercera.” Recordemos que la educación es competencia de cada comunidad autónoma.
¿Qué significa ser universitario en 2025? ¿Y para los 43.675 mayores que se matricularon en las universidades de mayores en el curso 2022-2023? Hace más de 20 años que nacieron estas universidades, según la Asociación Estatal de Programas Universitarios para Mayores (AEPUM), que agrupa a 50 universidades públicas y privadas.
La AEPUM señala que la mayoría de estos programas universitarios para mayores tienen como objetivo facilitar el acceso a la universidad, especialmente para quienes en su momento no pudieron cursar estudios universitarios.
¿Sigue siendo un privilegio ir a la universidad? ¿Qué hacen distinto las universidades de mayores respecto a la infinidad de asociaciones de mayores con programas de formación? ¿El título que se obtiene al terminar los tres años? ¿El coste de la matrícula? ¿Todos los mayores y jóvenes pueden pagar la matrícula?
Sabemos, por estadísticas, que en España hay un 40 % de la población que solo tiene estudios básicos. Hemos avanzado mucho y ha bajado el índice de analfabetismo. En 2021, según el INE, había 521.700 personas analfabetas. ¿Es necesario que los mayores accedan a la universidad? ¿Y los jóvenes? ¿Deben optar todos por la FP, que garantiza un empleo? ¿Qué hacemos para que los jóvenes sin recursos puedan ir a la universidad? Queda mucho por hacer en educación, ahora que comienza la revolución de las tecnologías.
Unos buenos ejemplos del trabajo de las asociaciones de mayores en formación a lo largo de la vida son los de ATEGAL en Galicia (www.ategal.com), FEVATED en la Comunidad Valenciana (www.fevated.org) y, más recientemente, Cultura Senior (www.culturasenior.org), que ha lanzado nuevas aulas como Aula Encuentros de Ciencia, con un programa mensual dedicado al cambio climático, energías renovables, inteligencia artificial, robótica, genética, agricultura sostenible, alimentación saludable y ciberseguridad. También ha creado el Aula Francisco Giner de los Ríos, enfocada en el arte, la literatura, la filosofía, la pedagogía, la música, el cine y el teatro.
Numerosas asociaciones de mayores desarrollan actividades de formación. Apoyar y ayudar a estas asociaciones con una asignación económica del Gobierno e instalaciones adecuadas para la formación es una prioridad esencial. Dejemos la lucha de las universidades públicas y de mayores, que dependen económicamente de las comunidades autónomas. Debemos apoyar su modernización en todos los aspectos: financiación, infraestructuras y profesorado.
La educación y la formación a lo largo de la vida deberían ser un objetivo básico para cualquier gobierno. La educación nos hace más libres, y más aún en estos tiempos.