En un contexto donde la esperanza de vida se alarga y la calidad de vida de las personas mayores mejora significativamente, el talento sénior y la economía plateada (Silver Economy) adquieren un protagonismo cada vez mayor. El envejecimiento activo y mantenerse productivos más tiempo revitaliza no solo a los individuos mayores, sino también a la sociedad en general.
Contrario a la noción anticuada, y basada en prejuicios, de que la edad conduce a una disminución inevitable en la productividad, existen crecientes evidencias del valor que los trabajadores mayores aportan. Su experiencia, estabilidad emocional y habilidades de juicio, criterio y pericia, son activos invaluables en el lugar de trabajo. La eliminación de políticas de jubilación obligatoria, recomendada por organizaciones como la OCDE, no solo beneficia a los trabajadores mayores al permitirles seguir activos, sino que también enriquece a las empresas con su sabiduría acumulada y experiencia. Y a la sociedad, que ve que más gente aporta a los sistemas de seguridad social (es un absurdo mil veces evidenciado sostener que un mayor que trabaja le quita el empleo a un joven; es al revés. El mercado laboral no es un juego de suma cero en el que si una persona mantiene su empleo otra no lo encuentra. Más bien al contrario, un aumento de la ocupación (personas trabajando) genera demanda y consumo, incrementa el PIB potencial y, probablemente, supone un acicate para la contratación de todos los estratos de la población.
Estar activo tiene un efecto directo en la mejora de la salud y la longevidad de los mayores. La participación continua en actividades sociales, profesionales y de ocio no solo eleva su calidad de vida, sino que también reduce los costos de salud asociados con el envejecimiento. Esto es crucial en un momento donde las estadísticas muestran un aumento en la proporción de la población que supera los 55 años, con un considerable número de estos individuos aún en el mercado laboral o buscando empleo.
A pesar de los beneficios claros, persisten desafíos significativos, principalmente relacionados con la percepción social de la longevidad y el envejecimiento. El estigma del "edadismo" aún afecta las oportunidades de empleo para los mayores, con muchos enfrentando prejuicios en el proceso de contratación y en sus propios lugares de trabajo. Combatir estos estereotipos y demostrar que la edad no merma las capacidades (en general, es al contrario) o la creatividad es esencial para fomentar una cultura laboral inclusiva y diversa.
La integración de la tecnología en el ámbito profesional ofrece un sinfín de oportunidades y desafíos, especialmente para el talento sénior. A menudo, existe una percepción errónea que sugiere que las personas mayores tienen dificultades “per sé” con las nuevas tecnologías. Sin embargo, esta suposición es más un reflejo de prejuicios sociales que de la realidad.
Es común sentir la vibración ambiental de ideas como "ese carcamal no manejará, seguramente, la tecnología" en entornos laborales; no solo es despectivo, sino que también contribuye a una profecía autocumplida. Este tipo de marginación sutil y discreta desmotiva a las personas mayores, disuadiéndolas de participar activamente en el aprendizaje y uso de nuevas herramientas tecnológicas. La realidad es que muchos seniors tienen una comprensión profunda y una apreciación de la tecnología precisamente porque han vivido su evolución y comprenden sus principios fundamentales. Esta experiencia les da una base sólida para adaptarse y aprender-comprender nuevas tecnologías, a menudo más fácilmente de lo que se asume.
La edad no limita la capacidad de aprender nuevas habilidades y muchas personas mayores están entusiasmadas por adoptar herramientas que les permitan mantenerse competitivas en el mercado laboral. Además, la tecnología puede mejorar la inclusión laboral de los sénior al permitir formas de trabajo más flexibles, como el teletrabajo, que pueden ser particularmente beneficiosas para aquellos que buscan un equilibrio entre la vida laboral y las necesidades personales o de salud.
El fomento del empleo sénior y la integración de políticas que prolonguen la vida laboral de los mayores son urgentes. Estas políticas deben ir acompañadas de medidas que promuevan la educación continua y la recualificación, el outplacement y la adaptación de los sénior a las demandas cambiantes del mercado laboral. Además, es vital que los planes de jubilación y los beneficios laborales se ajusten para ofrecer flexibilidad, reconociendo las contribuciones únicas de los trabajadores mayores y permitiéndoles un retiro gradual (y no binario: o se trabaja, o no se trabaja. Y de un día para el otro) según sus condiciones personales y preferencias.
La valorización del talento senior y el fortalecimiento de la economía plateada son fundamentales para un futuro sostenible. Al proporcionar oportunidades para que los mayores continúen contribuyendo de manera significativa, no solo estamos aprovechando un recurso valioso, sino también enriqueciendo nuestra cultura laboral y social. Al final, una sociedad que respeta y empodera a sus mayores es una que reconoce el valor de la experiencia y la sabiduría, y que se prepara de manera más efectiva para los desafíos del futuro. El talento no tiene edad. Y la que envejece, y mal, es la sociedad que ignora el bagaje y la experiencia.
