Desde la aprobación de la Constitución en España, el estado del bienestar y la conciliación de libertad e igualdad, se encuentran muy asentados entre toda la población como fundamento de la convivencia y las relaciones sociales.
La celebración del Día Internacional de las Personas Mayores es un buen motivo para echar la vista atrás situándonos a finales de la década de los noventa y principios del siglo XXI y constatar que estos últimos veinte años significaron una importante transformación en la forma de vida de las personas mayores.
En el ámbito de los servicios sociales cuya prestación se realizaba, en muchos casos, por organizaciones de carácter benéfico y/o religioso pasamos de una significativa carencia a un moderado desarrollo con un considerable aumento de los servicios públicos. Servicios como la teleasistencia apenas existían, se iniciaban los centros de día con sus primeras plazas, los ayuntamientos comenzaban a ofertar la ayuda domiciliaria a sus habitantes más necesitados con un gran esfuerzo económico para sus arcas y con un importante componente de voluntariedad en muchos casos y qué decir del escaso número de plazas residenciales. Gran parte lo que hoy entendemos como cuidados atribuibles a los servicios sociales venían siendo prestados por los servicios sanitarios con el consabido conflicto de intereses, que en muchas ocasiones se generaban y el grueso de la atención al colectivo de personas dependientes en el ámbito domiciliario recaía en las propias familias. Además a todo ello debemos de incorporar un desarrollo desigual en nuestra orografía territorial.
El Plan Gerontológico Nacional y la creación del Estado Autonómico y la asunción por las Comunidades Autónomas de competencias en materia de bienestar social llevaron parejo el desarrollo de los servicios sociales. Todas la autonomías regularon de una manera más ó menos acertada el reconocimiento de los derechos, la concesión de prestaciones, la ordenación funcional, la cartera de servicios, la financiación de los mismos, la gestión, la atribución de competencias, la participación y otra serie de funciones que van desde la acreditación de centros, inspección, la formación de profesionales y personas cuidadoras, evaluación, calidad, investigación.... y promulgando sus propias Leyes de Servicios Sociales.
La aprobación de la Ley de Dependencia determinó una nueva modalidad de protección más amplia y complementaria del sistema de garantías que hasta el momento veníamos disfrutando y que aún a día de hoy, con sus deficiencias y desigualdades en su implantación y desarrollo, configura un nuevo desarrollo de los servicios sociales.
Todos los agentes involucrados, y de manera destacada el movimiento asociativo, debemos seguir caminando en la dirección de conseguir un Sistema de Servicios Sociales universal y de derecho subjetivo en el que todos los ciudadanos tengan cubiertas sus necesidades sociales.
En lo referente a los Servicios de Salud, la última Encuesta Europea de Salud menciona que el 50% de las personas mayores perciben su salud como buena y muy buena.
La esperanza de vida y la esperanza de vida libre de incapacidad sitúan a España en una posición privilegiada respecto a los países de la Unión Europea, algo por lo que debemos de felicitarnos.
Todo ello a pesar de que los recortes debidos a la crisis económica que han sufrido los servicios públicos fundamentales en los últimos años (sanidad, dependencia...), han afectado a la accesibilidad de los mismos y a situaciones de mayor precariedad y desigualdad de las que aún no nos hemos recuperado totalmente.
Aún así, el considerable aumento en la esperanza de vida debe de orientar al Sistema de Salud hacia un nuevo enfoque en sus servicios dirigidos a la prevención y la mejora de la calidad de vida de las personas mayores, que les permita seguir realizando las actividades de la vida diaria con actuaciones en otros sectores que influyen en el entorno en el que viven estas personas y no solamente actuaciones en el ámbito sanitario. La coordinación sociosanitaria debe recibir un gran impulso.
Es importante destacar que las nuevas tecnologías de la información y comunicación han determinado un importantísimo avance para los seres humanos. Progreso en el que las personas mayores no se han quedado atrás, ya que actualmente -y aún más en el futuro- juegan un papel activador para la participación social y evitar, en muchas ocasiones, la soledad.
Una vez superada en gran medida, la brecha del acceso; puesto que casi todo el mundo dispone de teléfono móvil, smartphone e incluso tiene o puede acceder fácilmente al ordenador y últimamente dispone de tableta; debemos de promover e incentivar su utilización en las mejores condiciones de conocimiento y seguridad.
Sabemos que la brecha digital por razón de edad existe y que aumenta en la medida que la edad se incrementa. Existen múltiples estudios que nos indican todo ello. Por lo que debemos esforzarnos por reducirla o hacerla desaparecer.
En lo referente al Asociacionismo, además del cambio que se está produciendo en la demanda de actividades fruto de las políticas de envejecimiento activo que se están desarrollando, la incorporación de la mujer a este movimiento, ha dado paso también a una propuesta de actividades renovadas que reflejan un cambio de tendencia. Con ello vamos a un modelo de asociacionismo mucho más dinámico y más activo que en épocas anteriores, circunstancia esta que debemos defender e impulsar para reconocer su importantísima contribución a la sociedad. Este es un hecho que, observamos, se refleja en mayor medida en el ámbito rural.
Otros aspectos, como son la formación a lo largo de la vida con la creación de los Programas Universitarios de Mayores eran impensables hace 20 ó 25 años y hoy están plenamente consolidados en todas las Autonomías y Universidades.
El nacimiento en estos últimos años de las viviendas colaborativas ó cohousing, en el que son las personas mayores las que se unen para diseñar el lugar en el que desean de vivir y los servicios que van a recibir de acuerdo con sus necesidades y preferencias, que va a tener un importante desarrollo en el futuro. Estas viviendas posibilitan nuevas formas de convivencia y contribuyen a erradicar la soledad.
Para concluir, no cabe duda de que en estos últimos años se ha producido un importante avance en todos los servicios relativos a las personas mayores. Sin embargo, como ya hemos señalado la considerable esperanza de vida de la población española y el aumento del número de personas mayores, debe determinar una serie de modificaciones y cambios significativos en los servicios sociales, sanitarios, de ocio, culturales, laborales, estilos de vida... Unos cambios en los que el movimiento asociativo tiene que ser partícipe activo con sus opiniones y propuestas.
Vicente Sanz, Presidente de CONJUPES y miembro del Comité Asesor de 65Ymás.