Opinión

El voluntariado, manifestación de ciudadanía activa

Gonzalo Berzosa (CEATE)

Foto: Bigstock

Jueves 5 de diciembre de 2024

6 minutos

voluntariado personas mayores

Foto: Bigstock

Jueves 5 de diciembre de 2024

6 minutos

Hoy, más que nunca, todos necesitamos que instituciones, grupos o personas nos ayuden en algún momento de nuestras vidas. La sociedad es cada día más compleja y nuestro bienestar depende del acceso, del uso y del disfrute de los servicios sociales, culturales, sanitarios y comunitarios que nos rodean. Por eso el voluntariado es un recurso en el que todos podemos participar y del que todos nos podemos beneficiar.

El voluntariado se caracteriza por dos aspectos: la solidaridad con personas en situación de necesidad y la participación en la sociedad. Estos dos aspectos pueden ser un buen recurso para promover una vejez activa porque a través de la acción voluntaria se posibilita la participación y se favorece el sentimiento de utilidad para las personas mayores. Por eso, la acción voluntaria es un campo privilegiado de actuación en la comunidad, para construir el nuevo modelo de vejez como manifestación de ciudadanía activa. 

Una de las conquistas del siglo XX ha sido el aumento de la expectativa de vida que determina que vamos a vivir muchos años y que envejecemos con más salud, con mayor autonomía, con mejores recursos personales y sociales. Pero también con dificultades y problemas derivados del propio proceso de envejecer como son la disminución de relaciones interpersonales, la pérdida del sentimiento de utilidad y el cambio en la vivencia del tiempo que ya no se dirige, superada la etapa laboral, a lo que tenemos que hacer, sino que se orienta hacia uno mismo.

Quienes trabajamos con personas mayores sabemos que ha cambiado el modelo de envejecer porque la edad, que era un parámetro fundamental en nuestros antepasados, ya no significa lo mismo en la sociedad actual. Hay personas que tienen una edad cronológica que responde a los años que dice su documento de identidad y manifiestan otra edad a través de una actitud mental abierta, positiva, dinámica y comprometida con la vida. Esta segunda edad no se mide por años sino por la vivencia de emociones, sentimientos, deseos y proyectos. 

Por eso podemos decir que la vitalidad no tiene relación directa con los años sino con los proyectos que se desean realizar. Muchas veces “sentirse” o “verse viejo” puede ser el resultado de tres situaciones personales: la inactividad, el aburrimiento y el aislamiento, que se manifiestan en expresiones como “ya no me interesa”; “no merece la pena esa actividad”; “yo ya para qué”.

Desde estas reflexiones, la gerontología plantea que la vejez es un fenómeno bio-psico-social, con pérdidas y ganancias, con pasado y presente y con una nueva dimensión de futuro, porque se ha retrasado la vejez. Envejecer es un proceso individual, pero envejecer bien es un proceso social que se manifiesta en una ciudadanía activa, relacionada y comprometida. Viviremos más años y el reto es vivirlos con bienestar y calidad de vida, porque no se trata solo de añadir años a la vida, sino también de dar vida a esos años. Un envejecimiento sin objetivos, es un envejecimiento sin sentido.

Desde CEATE, entidad que desarrolla el voluntariado cultural de personas mayores, creemos que el voluntariado es una oportunidad para conseguir mantener el sentido de vida, para organizar parte del tiempo libre, para participar en la vida comunitaria y recibir el reconocimiento y la valoración por ser personas solidarias. Por eso, el voluntariado es una de las mejores maneras de demostrar que una vejez activa es posible, desempeñando roles socialmente valorados que repercuten en el bienestar de otras personas.

Esta es la razón por la que muchas personas mayores encuentran hoy, a través de nuestro voluntariado, un camino para demostrar que siguen siendo útiles, que manifiestan su compromiso con la sociedad, llevando a la práctica valores y actitudes de disponibilidad, solidaridad y protagonismo social. En definitiva, a través del voluntariado se puede dar sentido a la nueva etapa vital de la longevidad. Realizar actividades en entidades de voluntariado puede ser para las personas mayores una solución a los sentimientos de inutilidad, a la actitud pasiva y al aislamiento por edadismo. La persona mayor puede desempeñar un papel en la sociedad porque tiene experiencia, dispone de tiempo libre y todo lo que haga por los demás le va a beneficiar a ella. 

No es difícil entender que la participación social es una oportunidad que va a dar respuesta a algunas situaciones que conlleva el envejecimiento en nuestra sociedad. Entre otras, la carencia de intereses y proyectos nuevos, la falta de reconocimiento por quienes nos rodean, el sentimiento de utilidad al no tener un trabajo valorado y la organización del tiempo libre que aumenta notablemente una vez jubilados. En definitiva, tener proyectos es tener futuro, es tener ilusión, mantener deseos y alimentar la motivación que requiere tener algo que hacer mañana. 

Participar, tomar parte en la comunidad, se puede hacer desde distintas plataformas sociales, políticas, religiosas y culturales, todas ellas son un recurso apropiado para enfrentarse a las limitaciones que conlleva el edadismo en aspectos físicos, psíquicos y sociales, porque cuando somos mayores, los proyectos personales y comunitarios son un termómetro de la salud psicosocial. 

En este contexto de ciudadanía activa, la solidaridad ya no es solo una actividad caritativa y de buena voluntad. Ni participar es meramente una actividad individual y espontánea. Hoy la solidaridad y la participación se expresan en organizaciones de voluntariado mediante programas que requieren equipos cualificados con objetivos a corto y medio plazo. Esta es la razón por la que el voluntariado puede ser una alternativa a lo que todavía se expresa en algunos contextos administrativos, llamando a las personas mayores, clases pasivas.

Es cierto que la jubilación es una conquista de nuestra sociedad, pero exige, para ser de verdad júbilo, seguir dando sentido a la vida porque conlleva disponer de mucho tiempo. El ocio ya no puede ser “la madre de todos los vicios” como se nos han dicho a menudo, sino un tiempo para vivir, para compartir, para disfrutar. La vida es dinámica y cambia, por eso, necesitamos volver a plantear proyectos cuando nos hacemos mayores porque la sociedad ya no admite que la jubilación solo sirva para estar pasivos, alejados de lo que nos rodea y “matar el tiempo”. Hace muchos, muchos años, Cicerón dejo escrito que “el ocio es la actividad voluntaria, creadora y grata para uno”. 

Esta es la razón por la que voluntariado y envejecimiento activo y saludable caminan juntos en la vida de muchas personas mayores, que desean ser protagonistas y no espectadoras de su vida, ser agentes y no pacientes, porque la solidaridad no tiene edad y porque lo que se hace por otros termina beneficiando a uno mismo. Ya lo dice el refranero popular, que de eso saben mucho las personas mayores, ¿manos que no dais, qué esperáis? 

Recordemos las palabras que Vicente Aleixandre escribió cuando ya tenía 80 años:

“Vivir es conservar la capacidad de entusiasmo. Seguir vibrando por toda la vida que sientes a tu alrededor y participar en ella. Vivir es saberse vivo hasta el instante final. Los años solo enriquecen. Yo veo la vejez como un enriquecimiento; como un acumular saberes y experiencias. Pero también es una conservación de la vida. Y mientras se vive, se mantiene la capacidad de vivir, de sentir. La capacidad de entusiasmo. Esos viejos que se sientan a esperar la muerte, ya no viven. Mientras se vive hay que esperar la vida”.

Sobre el autor:

Gonzalo Berzosa (CEATE)