Hace años que advierto sobre el impacto del talento sénior desaprovechado en España. Este fenómeno no solo afecta al mercado laboral, sino que amenaza el desarrollo económico del país. Sin embargo estas advertencias, en las que no estoy solo, como las profecías de Casandra, caen en oídos sordos. Mucho se habla del Talento Sénior, pero la realidad es que las iniciativas, si es que las hubiere, son insuficientes, y el colectivo sigue siendo ignorado.
¿Nadie lo ve? Vivimos rodeados de lo que podríamos llamar “zombis sociales”: hombres y mujeres mayores de 55 años que, tras décadas de aportar al progreso del país, han sido relegados a la periferia económica. Sobreviven con subsidios mínimos y enfrentan barreras que les niegan cualquier posibilidad de reintegración laboral. Están vivos, pero no del todo: sus días transcurren con miradas resignadas, consumidos por la precariedad y el aislamiento. Les ves con la ropa, aún digna, aún no del todo deshilachada, que compraron hace siete u ocho años, cuándo aún estaban vivos. Toman Lexatin, están tristones, sienten el sabor del fracaso (supuesto) en el cielo de la boca.
La magnitud del problema: cifras alarmantes
El Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) proporciona datos que no dejan lugar a dudas. En octubre de 2024, el 39,1% de las personas que cobraron prestaciones por desempleo tenían más de 55 años, lo que equivale a 687.929 personas, la cifra más alta desde que existen registros. De ellas, el 62% percibe un subsidio para mayores de 52 años de solo 480 euros mensuales, ingresos que no permiten una vida digna y que tendrán un impacto negativo en las futuras pensiones.
Aunque la tasa general de empleo ha mejorado, el caso de los mayores de 55 años presenta un panorama sombrío. Desde 2009, el peso de este colectivo en las prestaciones se ha duplicado, pasando del 17,4% al 39,1%. Además, en términos absolutos, esta población ha crecido un 43% respecto a los peores años de la crisis financiera. Estos números confirman que estamos ante una tendencia que no se resolverá por sí sola.
El origen del problema: zombis sociales por diseño
El fenómeno de los zombis sociales no es casualidad. Responde a una combinación de factores estructurales:
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Coste para las empresas: Los trabajadores mayores son percibidos como más caros debido a su antigüedad y experiencia, lo que incentiva su exclusión en procesos de reestructuración.
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Desinterés político: Aunque se han aprobado reformas, estas se centran en recortar los costes de los subsidios en lugar de ofrecer soluciones reales para reintegrar a los mayores al mercado laboral.
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Transformación digital y edadismo: La digitalización del trabajo ha creado nuevas barreras para quienes no han tenido acceso a formación continua. Además, el prejuicio contra la edad dificulta aún más su empleabilidad. Hay edadismo, se siente, se siente, el edadismo está presente. Así lo manifiestan los mayores de 45 años en todos los estudios que realizamos.
El resultado es un círculo vicioso de exclusión. Al no encontrar trabajo, estos colectivos se convierten en dependientes de subsidios insuficientes, lo que los condena a una precariedad prolongada.
El peso económico de los mayores de 55 años
Más allá de su exclusión laboral, los mayores de 55 años representan un segmento demográfico crucial para la economía española. Su número sigue creciendo y su capacidad de consumo, aunque mermada, sigue siendo significativa. Sin embargo, el enfoque actual los ha relegado a ser un peso muerto para las cuentas públicas.
Este colectivo supone un gasto creciente para el sistema de bienestar en términos de subsidios y pensiones mínimas, mientras el mercado laboral pierde el talento y la experiencia, así como la productividad que aún pueden aportar. En lugar de verlos como un motor de crecimiento, se les trata como una carga económica. O, en realidad, ni eso: simplemente se les ignora.
El costo de la indiferencia
La inacción tiene consecuencias profundas para la economía española:
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Sostenibilidad del sistema de bienestar: La dependencia de subsidios y la exclusión laboral de este colectivo están poniendo una presión insostenible sobre las cuentas públicas. ¿ Es que nadie lo ve?
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Desperdicio de talento: Cada mayor de 55 años que queda fuera del mercado laboral es una oportunidad perdida de experiencia, conocimiento y productividad.
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Efecto dominó: La falta de ingresos suficientes en este segmento afecta no solo a su bienestar individual, sino también al consumo y a sectores clave como el retail y los servicios.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2050 el 40% de la población española tendrá más de 55 años. Si no se toman medidas ahora, las consecuencias económicas y sociales serán devastadoras.
Una llamada urgente a la acción
España necesita actuar con rapidez para evitar que la exclusión de los mayores de 55 años se convierta en una crisis aún mayor. Algunas de las acciones necesarias incluyen:
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Formación continua: Crear programas que actualicen las habilidades de los sénior, especialmente en competencias digitales.
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Políticas activas de empleo: Diseñar iniciativas específicas que incentiven la contratación de mayores de 55 años, como beneficios fiscales para las empresas.
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Campañas contra el edadismo: Promover la conciencia sobre el valor del talento sénior y luchar contra los prejuicios en el mercado laboral.
El desafío no es solo económico; es moral. Los mayores de 55 años han contribuido al progreso del país durante décadas. Dejarlos atrás no solo es un error estratégico, es una injusticia que hipotecará el futuro de todos. La pregunta es: ¿seguiremos ignorando este problema o tomaremos medidas antes de que sea demasiado tarde? La respuesta determinará si España puede avanzar como una sociedad inclusiva y moral, o sucumbirá a un modelo económico insostenible y desigual. Hagamos por revivir a los zombis, todos conocemos algunos.