El fotoperiodista Manuel Hernández de León (Madrid, 1955) ha sido uno de los mayores narradores de la época de la Transición española gracias en buena parte a su trabajo para la Agencia EFE, en la que se encargó durante 34 años de cubrir informativamente los actos de la Casa Real, Moncloa, Congreso y Senado. Comenzó a trabajar en EFE con 14 años y a esa edad hizo su primera fotografía que se publicó en el diario Arriba, con una cámara Voigtländer. Aquel fue el principio de una carrera de 49 años en la Agencia en la que llegó a ser redactor jefe de Fotografía. “Tuve otras ofertas de Luis María Anson para irme a ABC y también a otros medios, pero mi fidelidad hacia EFE ha sido absoluta porque siempre he trabajado allí muy a gusto y haciendo lo que me gustaba”, confiesa.
El 23 de febrero de 1981 era un día de trabajo como tantos otros para Manuel. Aquel día en el Congreso de los Diputados se celebraba la votación para la investidura como presidente del Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo. “Era una tarde de trabajo normal. Otros compañeros y yo comimos tranquilamente en el restaurante Edelweis, que está justo enfrente del Congreso, y a las tres entramos en el Parlamento”.
Pero a las 18.23 se acabó la normalidad, todo cambió de repente. “Estábamos fotografiando las votaciones con nuestros carretes en blanco y negro de 36 fotos y 400 ASA que forzamos a 800, cuando empezamos a oír ruido en las puertas del hemiciclo, que entonces se cerraban con un cerrojito para que no entrara ni saliera ningún diputado, gritos de “Viva España”, “Viva el Rey”. Yo pensé que se había colado algún loco. De pronto se escucharon patadas en la puerta y empezaron a entrar guardias civiles”.
Tejero en pijama
En cuanto Manuel Hernández vio al teniente coronel Antonio Tejero subir por las escaleras le reconoció de inmediato, porque “15 días antes estuve de guardia en EFE y tenía las direcciones de Tejero y de Ynestrillas. Era la época de la operación golpista Galaxia, había mucho ruido de sables y pensé acercarme a casa de Tejero en la calle Guzmán el Bueno para ver si le podía hacer unas preguntas y unas fotos. Llamé a la puerta y me abrió él en pijama. Cuando me dijo que pasara me quedé estupefacto. Me dijo que si quería que se pusiese el uniforme y yo le contesté que por supuesto, !No le iba a hacer las fotos en pijama! Le hice las fotos, me aseguró que él no estaba implicado en una trama golpista y que era un patriota que siempre había velado por sus tropas”.
Por eso recordó rápidamente al teniente coronel en el Congreso y de inmediato le fotografió. “Me entró tal pánico que me tapé con la propia cámara, fíjate que tontería y que nervios, yo sólo tenía 25 años. Cuando me tapo es cuando hago la primera foto en la que Tejero me está mirando fijamente. Fue una insensatez, no pensé que me estaba jugando la vida, lo que pasó es que allí estaba sucediendo algo muy importante y yo tenía que plasmarlo con mi cámara. Entonces empezaron los disparos, que pasaron casi rozándome la cabeza, y hago la segunda foto en la que Adolfo Suárez salía del escaño para ayudar al teniente general Gutiérrez Mellado, que estaba siendo zarandeado por los guardia civiles”.
El nerviosismo era palpable en asaltantes y asaltados, además los guardias civiles con sus metralletas iban requisando los carretes de los fotógrafos porque los compañeros de Hernández de León también habían hecho fotos, pero fue entonces cuando él tuvo una idea tan arriesgada como genial. “Yo, se puede ver en el vídeo que se conserva, me meto el carrete en por la comisura de la camisa al mismo tiempo que saco de la bolsa uno sin usar y se lo entrego al guardia. La pura verdad es que tuve más miedo que vergüenza”.
Pero ahí no habían terminado los problemas para Manuel que, lógicamente, pensó que en algún momento les cachearían y encontrarían el carrete. “Por eso, sobre las siete y media le dije al guardia que nos vigilaba que comprendiese que llevaba allí desde las tres y tenía que ir al baño. Él, metralleta en mano, se vuelve y dice: ‘Mi capitán, que éste quiere ir a mear’. ‘Pues acompáñale', le contestó. Así que bajé con el guardia al baño donde, por cierto, estaba Adolfo Suárez muy serio y muy pálido, y le dije a mi vigilante que tenía que cerrar la puerta, a lo que me contestó que no tardase. Fue entonces cuando saqué el carrete y lo escondí en mis calzoncillos, debajo de los testículos. Y es que yo no tenía ni idea de qué fotos habría hecho, eso sí, sabía que tenía algo, pero no el qué”.
El tiempo va pasando y a las 22.20 los golpistas liberan a los reporteros gráficos, eso sí, obligándoles a dejar allí las cámaras. “Yo le dije al guardia civil que me ganaba la vida con ella, que la necesitaba, pero él me contestó: ‘Oiga, que la Guardia Civil nunca se ha quedado con nada de nadie’”. Finalmente las cámaras aparecieron, pero los carretes no. “Esa es otra historia que sigo investigando. Velar un carrete era lo más fácil del mundo, tirabas de la lengüeta y ya está, pero nadie encontró un solo carrete de los que allí se quedaron, ni velado ni sin velar. Van muriendo todos los que podían contar algo de aquella historia y estoy convencido de que eso aparecerá dentro de 40 o 50 años, cuando ya no estemos aquí ninguno, lo desclasificarán y aparecerán, porque el pueblo español tiene derecho a conocer esas imágenes".
"Manolín, si te llegan a pillar te cortan el pelo"
Una vez en la calle Manuel fue corriendo al coche, “un Seat 132”, puso la radio y solo escuchaba marchas militares. “Entonces pensé que la División Acorazada Brunete habría tomado Madrid y también habrían ocupado Radio Nacional, la televisión y también la Agencia EFE, y que lo que tenía que hacer era pasarme por allí para ver si había militares y si era así, coger la carretera para irme a Francia y poner a salvo el carrete, pero no tenía casi gasolina -desde entonces siempre lleno el depósito aunque esté por la mitad-. Fui a la gasolinera de María de Molina y después pase en el coche por EFE, que entonces estaba en la calle Espronceda. Di un par de vueltas y no había militares. Le pregunté al ordenanza y me dijo que no habían ido por allí”.
Una vez aparcado el coche como pudo, el fotógrafo subió a la redacción y se encontró al entonces presidente de la Agencia EFE, Luis María Anson, “me preguntó que si tenía algo y yo le dije que no lo sabía. Se metió conmigo en el cuarto oscuro para revelar y ocho minutos después, con el papel todavía húmedo, Anson se puso a gritar: ‘¡Rápido, rápido!’. Salió corriendo al departamento de transmisiones y chilló: ‘¡Qué paren la red, tenemos que meter estas fotos ahora mismo!’”.
Esto sucedió a las 11.20 horas. A las 12.00 llegó el primer telegrama para felicitar a Manuel, era de El País. “A las dos de la madrugada ya teníamos en la Agencia cola de los medios para comprar las imágenes sin esperar a que les llegasen los envíos, venían de todas partes, en coche, en avión, de todas partes”, explica.
"A los pocos días nos invitaron a comer en el Congreso a los periodistas que habíamos estado allí y Gutiérrez Mellado me dio un abrazo y me dijo: ‘Manolín, si te llegan a pillar te cortan el pelo’. Desde entonces trabamos una amistad entrañable, yo iba todas las semanas a tomar café a su casa de la calle Fortuny”, recuerda Hernández de León, que por aquel trabajo recibió el Premio Nacional de Periodismo, el World Press Photo, el Iberoamericano de Periodismo y "qué sé yo cuántos más". Según la Agencia EFE, fue el éxito más grande de su historia. "Yo, si puse mi granito de arena para salvaguardar las libertades y la democracia, estoy contento, pero a la vez estoy muy triste y avergonzado de que en mi país hayan pasado esas cosas”.
"Majestad, son gaviotas"
Pero Manuel no sólo cubrió el Parlamento, también informó durante más de 30 años sobre la Familia Real y “evidentemente hubo muchas anécdotas, sobre todo por el sentido del humor que tiene Juan Carlos I. Recuerdo que en las islas Galápagos estaba reunido con los periodistas y preguntó: '¿Cómo se llaman esos pájaros blancos que están ahí?'. Y un compañero le contestó: ‘Majestad, son gaviotas’, y el rey contestó: ‘pues tócame las pelo…' (Risas). Yo soy absolutamente fiel al rey Juan Carlos, ha hecho cosas maravillosas por nuestro país, le he visto abrir caminos y romper fronteras para beneficiar a España que luego los gobiernos de turno no han sabido aprovechar”.
Manuel Hernández fue testigo de grandes acontecimientos de la Familia Real que ya son parte de nuestra historia, como la renuncia de los derechos dinásticos de Don Juan a favor de su hijo, “fue un momento tremendamente emotivo”, o la imagen de Felipe VI y la reina Letizia tras la ceremonia de la coronación. De hecho fue él quien hizo, “por designación real”, las fotografías de las tres bodas de sus hijos. “El único fotógrafo de prensa que había en el altar era yo”.
Pero una cosa era la Casa Real y otra muy distinta “los viajes con los presidentes del Gobierno, Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González… que, desde luego, no eran tan bromistas como el Rey, no tenían ese sentido del humor. Eran de otra manera, otro trato, correcto, pero ellos en su papel de presidentes y yo en el mío de reportero. No se preocupaban tanto por nosotros y nuestro trabajo como Juan Carlos, que, por ejemplo si llegaba una visita de estado a la Zarzuela y para la foto oficial nos daba el sol de cara, no dudaba en cambiar de sitio a quien fuera para que tuviéramos la mejor luz, cuando te veía con un objetivo nuevo te preguntaba sobre él, siempre estaba pendiente de todo”.