Inmersa en este mundo de prisas, de no llego, de “no me da la vida”… hace unos días tuve la oportunidad de parar y comprobar no solo que la vida continúa, sino que una pausa en un día entre semana es muy gratificante y más, cuando esa desconexión me sirvió para reconectar.
He asistido a uno de los talleres que la Fundación Telefónica imparte dentro del programa Reconectados y ha sido toda una experiencia desde que entré en el espacio de la Fundación. No sé si recuerdan ese anuncio de los 90 en los que se hablaba de los JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados), pues a mí me vino inmediatamente a la cabeza cuando estaba en el aula pero cambiando la primera inicial MASP: Mayores Aunque Sobradamente Preparados.
Aprender no es una cuestión de edad, al contrario de lo que tantas veces se piensa, así como es un error creer que lo sabemos todo. El taller al que acudí era de WhatsApp, la aplicación de mensajería más utilizada del mundo con más de 2.000 millones de usuarios activos mensuales, y que no sabría ni contabilizar la de veces que la utilizo al día; pues bien, asistir a estas actividades son una cura de humildad y te hacen ver la cantidad de cosas que podemos aprender hasta de algo que se supone que manejamos y, sobre todo, de aquellos que creemos que nada nos pueden enseñar.
Las personas mayores no quieren perderse la vida ni a los suyos y saben que hoy en día no estar conectados supone desconectarse. Son curiosos, se plantean cuestiones que los que nos perdemos en nuestras ajetreadas jornadas ni nos cuestionaríamos, porque ellos no dan todo por sabido. Son conscientes de que el móvil es más que un teléfono, les gustan los selfies, las fotos de sus nietos, de sus hijos, de sus amigos, de sus viajes… les preocupa su privacidad y también les apetece ver sin ser vistos. La información, los grupos, las comunidades, los canales, los estados… todo lo preguntaban, traían los deberes hechos y todos nos fuimos con la lección aprendida y yo, particularmente, con una maravillosa experiencia llena de aprendizajes y corroborando lo engañosos que son los prejuicios.
El propósito de nuestro diario, 65YMÁS, es ser esa voz de los sénior que muchos quieren callar, ignorar o, directamente, no interesa escuchar y este programa, en el que vamos de la mano de Fundación Telefónica, pone de manifiesto que hay que escucharles porque tienen mucho que decir y mucho que aportar, ya que cumplir años no les puede excluir de una sociedad digital y cada vez tecnológicamente más avanzada en la que si no estás corres el peligro de no existir.
Antes de salir del espacio de la Fundación, bajamos por su espectacular escalera para introducirnos en un viaje en el tiempo de la mano de Carlos Palacios, al que agradezco su tiempo y su maravillosa y contagiosa pasión. Recorrimos estos cien años que acaba de cumplir Telefónica a través de la telefonía y como pasamos de analógicos a digitales. Desde las centralitas gestionadas por aquellas “chicas del cable” -a quienes les medían los brazos para ver si alcanzaban a las conexiones- pasando por los diferentes teléfonos fijos y móviles hasta llegar a los dispositivos que tenemos hoy en día. Un viaje con un punto de nostalgia, esa que hace bonitos los recuerdos y que me permitió rememorar el primer fax de mi padre y esas horas interminables que pasaba pegada al teléfono de casa y los silencios cuando oías que alguien descolgaba el supletorio o esas llamadas desde la cabina que era la manera de acercarte a los tuyos cuando estabas lejos.
También hay espacio para el futuro y esa Inteligencia Artificial que avanza a pasos agigantados y que mejor no les cuento para que, si tienen oportunidad, no se pierdan esta exposición.
