El Parque Natural de la Sierra de María-Los Vélez es un espacio de 22.562 hectáreas protegido desde 1987 que se extiende por los términos municipales almerienses de Chirivel, María, Vélez-Rubio y Vélez Blanco donde se encuentra el centro de visitantes de este espacio natural.
La gran riqueza biológica de la zona es albergada por una abundante masa forestal en la que se conjugan bosques del autóctono pino negral o laricio con reforestaciones de pino carrasco.
Aquí se dan cita y se pueden avistar una gran cantidad de aves. Entre las más de cien especies que habitan permanente o temporalmente en el área, se encuentran: el águila calzada, águila culebrera, águila real, alcaudón real, alcotán europeo, autillo, azor, bisbita, búho chico, búho real, calandria, cernícalo, gavilán, halcón peregrino, mito, reyezuelo, vencejo real...
Por lo que respecta a los mamíferos, entre las especies más habituales se encuentran: ardillas, comadrejas, gatos monteses, ginetas, lirón aeto, jabalí, tejón, zorro rojo... Además de reptiles como la culebra de escalera, el lagarto ocelado y la víbora Laaste.
Además del patrimonio natural, el Parque Natural de la Sierra de María-Los Vélez disfruta de un importante patrimonio arqueológico porque por toda su extensión existen numerosos yacimientos que atestiguan la existencia de asentamientos humanos desde tiempos remotos.
De hecho, del Neolítico y el Paleolítico son los hallazgos encontrados de Cueva de los Letreros, Cueva Ambrosio, Cueva del Gabar y Cerro de las Canteras.
Las pinturas rupestres de la Cueva de los Letreros son uno de los más importantes tesoros arqueológicos de Almería. De hecho, un símbolo que identifica a esta provincia, el famosísimo Índalo, es el resultado de la explotación turística de uno de los supuestos personajes dibujados en sus paredes.
Se encuentran en Vélez-Blanco, al abrigo de una pared del macizo del Maimón Grande y tanto el Indalo como otra de las figuras más características, conocida como El Brujo, son notables ejemplos del tipismo artístico rupestre del levante español. Además, la cueva está incluida entre las que forman el bien cultural 'arte rupestre del arco mediterráneo de la península ibérica' incluido por la UNESCO en 1998 como parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Otro monumento que merece la pena conocer es el Castillo de los Fajardo que preside el municipio de Vélez-Blanco. Se trata de un alcázar árabe que sufrió grandes modificaciones tras la Reconquista, haciéndose evidentes en su arquitectura las posteriores modificaciones renacentistas. El patio interior del castillo se expones desde comienzos del siglo XX como una de las grandes joyas del catálogo del Metropolitan Museum de Nueva York.
También compensan con creces la visita el barrio de La Morería y el Convento de San Luis, de estilo plateresco y torre mudéjar. Son dos de los lugares más llamativos del casco histórico en el que es característico el sonido de las innumerables fuentes que por él se reparten.
Y es que el casco histórico de Vélez-Rubio merece la pena ser conocido, en él destacan varias residencias señoriales y la Casa Consistorial que posee una auténtica joya del barroco, la imponente Iglesia parroquial de la Encarnación de dimensiones catedralicias y porte majestuoso. Otros monumentos reseñables de la localidad son el Convento de la Inmaculada y el Museo Etnográfico.
Pero a los patrimonios de que venimos hablando hay que sumarle uno no menos importante, el gastronómico, típico de la de la riqueza natural que ha ofrecido esta tierra desde época antigua.
Destacan y recomendamos las sabrosas y nutritivas migas de harina, comida tradicional de la gente campesina, sencillas en su confección que aquí se sirven bien con uva, tomate crudo y aceitunas picadas al estilo local, es decir, aliñadas con romero, tomillo y naranja, o bien con arenques, ajos, pimientos tostados y remojón picante.
No se pueden olvidar tampoco los sabrosísimos gurullos con perdiz o liebre. Los gurullos son una pasta elaborada a partir de harina de trigo, agua y azafrán, de forma ahusada y más o menos un centímetro de longitud, que se utiliza en numerosas recetas de las cocinas típicas de la cocina almeriense.
Se elaboran tradicionalmente a mano, tomando pequeños pellizcos de masa y amasándolos entre las palmas de las manos, para darles forma de granos de arroz.
Sobre el autor:
Antonio Castillejo
Antonio Castillejo es abogado y periodista. Comenzó su carrera profesional en la Agencia Fax Press dirigida entonces por su fundador, Manu Leguineche, en la que se mantuvo hasta su desaparición en 2009. Especializado en información cultural y de viajes, desde entonces ha trabajado en numerosos medios de prensa, radio y televisión. Actualmente volcado con los mayores en 65Ymás desde su nacimiento.