En el siglo XX, ante la crisis originada en las viñas de todo el mundo por la filoxera y el mildiú, los bodegueros de Bullas vieron, ya en los años treinta, la necesidad de mejorar la producción con elaboraciones más modernas. El asociacionismo nacido a raíz de esa convicción hace ahora 90 años fue el germen de las dos grandes cooperativas vinícolas de la DOP Bullas que surgieron años después para compensar unos precios poco ventajosos y que dieron lugar a la radical modernización de las bodegas existentes y al levantamientos de otras nuevas.
De esta forma, llega en 1935, el primer intento de reconocimiento de la DOP a partir de la inscripción de en el Registro de la Propiedad Industrial de Bodegas Murcianas de procedencia Bullas y la solicitud que el ayuntamiento de la localidad murciana elevó al Ministerio de Agricultura para que los vinos de Bullas estuviesen protegidos por la denominación de origen.
Por desgracia, la resolución del expediente fue interrumpida por la Guerra Civil, pero en los años setenta del pasado siglo se retomaron nuevamente los trámites y en el año 1988 se crea el Centro Gestor Vinos de la Tierra de Bulla con el fin de sentar las bases para optar a la Denominación de Origen Bullas.
Por fin, en 1994 se otorga a la zona la DOP en justo reconocimiento nacional e internacional de estos vinos, lo que desde entonces se traduce en importantes ventajas para productores y bodegueros que vieron incrementadas sus opciones de comercialización y apertura a los mercados internacionales que ya conocen y disfrutan de los vinos DOP Bullas.
Pero la cultura del vino en la DOP Bullas vine de mucho más atrás, es la natural consecuencia de una herencia milenaria. Así lo atestiguan muchos elementos arqueológicos en diferentes municipios de la DO que fechan el comienzo de la elaboración de los vinos de la zona en más de 2.600 años de antigüedad, si bien el arraigo de los viñedos y el consumo y exportación de los caldos llegaría en la época romana.
Se hallan así en la región y más concreto en la localidad de Bullas, vestigios arqueológicos de esa época encontrados en diferentes yacimientos de villas romanas que sin lugar a dudas lo atestiguan. Nos referimos a 'El Niño de las Uvas' o el 'Sello del Castellar', una pieza romana que muestra un canasto con racimos de uvas a modo de alegoría del cultivo de la vid. Dos ejemplos milenarios que rememoran la vendimia y, en consecuencia, la ancestral tradición vitivinícola de estas tierras murcianas.
El niño de las uvas (Museo del Vino de Bullas)
Con la omnipresente uva Monastrell como reina indiscutible, Bullas ofrece excelentes vinos con una personalidad propia que obedece la orografía del paisaje y al clima de la zona. Hablamos de un fruto que nace de racimos grandes y densos pero de uvas pequeñas y redondeadas de piel negro azulada con pulpa muy carnosa y blanda de la que se obtienen excelentes vinos con alto grado alcohólico, no muy ácidos, de color intenso y muy aromáticos. Grandes vinos muy mediterráneos, frescos, elegantes con notas especiadas y un final largo.
Sobre el autor:
Antonio Castillejo
Antonio Castillejo es abogado y periodista. Comenzó su carrera profesional en la Agencia Fax Press dirigida entonces por su fundador, Manu Leguineche, en la que se mantuvo hasta su desaparición en 2009. Especializado en información cultural y de viajes, desde entonces ha trabajado en numerosos medios de prensa, radio y televisión. Actualmente volcado con los mayores en 65Ymás desde su nacimiento.