La inmovilidad está asociada con un alto riesgo de complicaciones asociadas a la sarcopenia (pérdida de masa muscular), y se ve incrementada en los pacientes que tienen comorbilidades previas. Es uno de los principales condicionantes de fragilidad, que es la disminución de reserva que tenemos para que nuestro organismo afronte un estrés orgánico en un determinado momento, y que puede condicionar la aparición de dependencia física de otra persona.
Existe una alta evidencia científica de los beneficios que el ejercicio físico nos puede aportar a cualquier edad, pero sobre todo cuando nos hacemos mayores.
El doctor Antonio Giner, jefe de la Unidad de Medicina Deportiva de Quirónsalud Mercado de Colón, brinda un decálogo de la importancia del ejercicio en las personas mayores:
Ayuda a controlar las enfermedades cardiovasculares en general (hipertensión, problemas vasculares cerebrales, dislipemias, insuficiencia venosa en extremidades inferiores..).
Ayuda a retrasar la resistencia a la insulina asociada con el envejecimiento, por lo que la incidencia de obesidad, diabetes tipo II y síndrome metabólico, se reducen.
Reduce la pérdida mineral ósea, al potenciar la actividad hormonal osteoblástica y el proceso de remodelación ósea, y potencia la musculatura, por lo que también hay menos incidencia de fracturas, incluida la de cadera, en pacientes que hacen ejercicio de manera habitual.
Se reduce el riesgo de caídas, ya que mejora la atrofia muscular, el equilibrio, la coordinación y la elasticidad.
Reduce el dolor musculoesquelético asociado a la artrosis o artritis.
Refuerza el sistema inmune del mayor.
Mejora la sexualidad.
Ayuda a mejorar y conservar la función cognitiva.
Disminuye la prevalencia de depresión, ansiedad y otras enfermedades mentales, mejorando su autoestima y autonomía. Además, favorece las relaciones sociales.
En pacientes con cáncer se ha demostrado, dentro de un programa manejado en equipos interdisciplinares, mejor pronóstico, menor mortalidad, y mejora en la calidad de vida con mejor control de síntomas, entre ellos el dolor.
Para poder hacer el ejercicio más adecuado siempre hay que realizar una valoración geriátrica integral previa, ya que este ejercicio debe estar adaptado e individualizado a cada persona.
Si no lo hacemos así, corremos el riesgo de sufrir descompensaciones, especialmente en aquellos que ya tienen patologías previas (EPOC; insuficiencia cardiaca...). Lo ideal es hacer esta valoración en un equipo de geriatría en el que, tras la valoración e informe del especialista, se valorará si también es necesaria la colaboración de fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales y nutricionistas.
Sobre el autor:
Stefano Traverso
Stefano Traverso es licenciado en Ciencias de la Comunicación en la USMP de Perú; con un máster en Marketing Digital & E-commerce en EAE Business School de Barcelona. Ha trabajado en diferentes medios de comunicación en Perú, especializándose en deporte, cultura y turismo.