Mariola Báez
Alimentación
Conservantes y estabilizantes en la alimentación: ¿es seguro lo que comemos?
La “mala fama” de algunos aditivos químicos no siempre tiene una base sólida que la justifique
Este es un tema de eterno debate: ¿los ingredientes químicos, que se utilizan en la elaboración y conservación de muchos de los alimentos de consumo habitual, son peligrosos para la salud?
Respetando todas las opiniones, hay que decir que el uso de aditivos químicos, como los conservantes alimentarios, está estrictamente regulado y vigilado, tanto por la legislación comunitaria, a través del Comité Científico para la Alimentación Humana de la European Food Safety Authority (@EFSA_UE), como por los organismos correspondientes en cada país, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (@sanidadgob) en nuestro caso.
Conservar los alimentos por más tiempo o mejorar su aspecto es algo que se intenta desde la antigüedad, recurriendo a conservantes naturales como, por ejemplo, la sal. Ahora los avances en tecnología alimentaria hacen posible incorporar aditivos que garantizan el buen estado y la seguridad de los alimentos que tomamos.
¿Pueden repercutir de manera negativa en la salud?
Los aditivos no se consideran ingredientes como tal, sino sustancias que han sido añadidas para mejorar un aspecto concreto de los alimentos: textura, color, grado de conservación... Antes de considerar un aditivo como seguro, este debe pasar por una serie de pruebas, estudios y controles que garanticen su total inocuidad. Solo entonces serán establecidas sus normas de uso, especificando las cantidades recomendables, y pasarán a formar parte de la lista positiva de la Unión Europea, recibiendo un “nombre” para que cualquier consumidor pueda reconocerlo en la etiqueta que especifica la composición de cada alimento.
Por ejemplo, el ácido ascórbico, que ayuda a retrasar la oxidación, es el E300; la lecitina, fundamental para la conservación y la buena presencia de las salsas elaboradas y embotelladas a las que recurrimos frecuentemente, es el E322; y el aspartano, que tantas dudas suscita y se utiliza para dar el sabor dulce a muchos alimentos y bebidas, es el E951.
Pese a que parece que todo está perfectamente controlado, es cierto que muchos estudios e informes apuntan a que algunos aditivos alimentarios, sobre todo en altas concentraciones, podrían tener efectos poco saludables o provocar reacciones adversas, tal y como señalan distintas organizaciones, entre ellas Ecologistas en Acción (@ecologistas). También es verdad que ha habido casos en los que nuevas investigaciones han demostrado que algo que era considerado seguro al final no lo era tanto.
Conseguir alimentos que se conserven en perfectas condiciones y puedan proporcionarnos los nutrientes necesarios para mantenernos sanos, con los aditivos justos para que, en ningún caso, su exceso acabe teniendo efectos negativos; es el objetivo común que persiguen investigadores, industria y autoridades sanitarias.