Rosa Roch
Rosa Roch es redactora especializada en temas de salud, alimentación y gastronomía.
… saber más sobre el autorConclusiones publicadas en el estudio sociológico “50 años del consumo de leche en España”, realizado por la socióloga Elena Espeitx para la empresa Tetra Pack, revelan que en España el consumo de leche en los hogares españoles aumentó un 50,48% entre los años 1960 y 2009.
Esto fue debido a una mejora en la alimentación, mayor accesibilidad y posibilidades de los consumidores y a las nuevas tecnologías aplicadas al tratamiento y envasado. El estudio hace una radiografía del hábito de consumo de leche en los hogares españoles. Así, los principales consumidores de leche son las familias con hijos, independientemente de la edad que tengan o de si son familias monoparentales, representando el 67,4% del total. Por su parte, los hogares unifamiliares prefieren la leche desnatada semidesnatada y los hogares con hijos pequeños se decantan por la leche entera, aunque cada vez más en un mismo hogar se pueden encontrar diferentes tipos leche.
El culto al cuerpo, el control del peso, la preocupación por la imagen y adoptar unos hábitos de vida saludable influyen a la hora de elegir el tipo de leche consumimos. Prueba de ello es que el consumo conjunto de leche semidesnatada y desnatada superan ya el consumo de leche entera, 51,8% frente a un 26,8%, respectivamente.
De hecho, datos publicados por Statista Research Department muestran que el volumen de leche entera consumida per cápita ha pasado de los 49,33 litros en el año 2000, a los 18,59 litros el pasado año 2019.
Y es que la leche entera, actualmente tiene mala fama frente a las “bondades” que se le suponen a la leche semidesnatada, cuando en realidad la composición nutricional es muy similar, diferenciándose solo en que la leche entera tiene más ácidos grasas saturados.
La realidad es que la leche que encontramos en el mercado ha estado sometida a un proceso de desnatación y reequilibrio de la grasa, pues en función de la época del año y del animal puede contener niveles diferentes de materia grasa. La normativa sanitaria y alimenticia establece que la leche entera ha de tener un mínimo de 3,5% de grasa, la semidesnatada ha de tener la mitad y a la desnatada, no se le añade grasa.
El proceso de desnatación de la leche hace que también se pierdan vitaminas liposolubles y se reduce la capacidad de absorción del calcio, que se captura mejor cuando la leche es grasa.
Que la leche entera contenga más calorías hace que se la relacione con el sobrepeso, la diabetes y enfermedades cardiovasculares. No obstante, además de hacer una distinción entre las grasas saturadas de origen animal y las insaturadas de origen vegetal, investigadores y expertos en nutrición ponen ya en duda la peligrosidad de las grasas saturadas de los lácteos.
Según el instituto Karolinska de Solna, en Suecia, los consumidores de leche entera son menos propensos a la obesidad que los de leche desnatada. Por su parte, el investigador Mario Katz publicó en el European Journal of Nutrition una revisión de los estudios existentes hasta entonces, donde desmentía la relación entre consumo de grasa y riesgo cardiovascular.
Otro estudio, realizado por el equipo de la investigadora brasileña Michele Drehmer, determina que los consumidores de productos desnatados, especialmente leche, tienen incluso mayores tasas de obesidad, diabetes y problemas cardiovasculares que los que consumen leche entera.
No obstante, hay que entender que estos estudios no señalan la leche entera como un alimento que protege por sí mismo la salud del consumidor, sino que ponen en duda que la leche entera sea tan mala para la salud como se ha venido diciendo.
Visto esto, aferrarnos a los tópicos alimenticios tan arraigados en el saber popular no siempre es bueno y por ello, seguir el consejo de los médicos y nutricionistas según sean nuestras necesidades alimenticias, hará que nos mantengamos en un buen estado de salud.