Rosa Roch
Rosa Roch es redactora especializada en temas de salud, alimentación y gastronomía.
… saber más sobre el autorSi bien se suele llamar chocolate al chocolate blanco, en realidad no se trata de chocolate tal como lo entendemos, pues no está elaborado con sólidos de cacao, sino con manteca de cacao (una grasa natural que se extrae de sus semillas y es la responsable de que tenga ese color blanquecino), leche, azúcar y otras sustancias que le aportan sabor.
La mala reputación que tiene esta “variedad” de chocolate está plenamente justificada y es que, además de no contener sólidos de cacao, el chocolate blanco generalmente está elaborado con aditivos como el aceite de palma, grasas nada saludables y una proporción desmesurada de edulcorantes.
Si analizamos la composición del chocolate (negro o con leche), para que sea etiquetado como tal debe tener al menos un 10% de cacao (semillas y la grasa de cacao que contiene el grano) sin contar con la manteca de cacao.
En el caso del chocolate blanco, para que este sea blanco su composición ha de ser de, al menos, un20% de manteca de cacao, un 14% de sólidos lácteos, un 3,5% de grasa láctea, y un 55% de azúcar o edulcorantes. Es decir, es una masa fundida de grasa dulce sin sólidos de cacao o cacao en polvo.
A todo ello hay que sumarle que la manteca de cacao sola, sin ningún ingrediente más, es de sabor desagradable, por lo que necesita de otras sustancias que lo hagan atractivo al paladar, como puede ser vainilla y mucho azúcar.
Si comparamos las distintas variedades de chocolate veremos que una porción (28 gramos) de chocolate negro, con un mínimo del 70% de cacao, contiene 6,7 gramos de azúcar; por su parte, una porción de chocolate con leche representa 14,4 gramos de azúcar y, finalmente, una porción, igualmente de 28 gramos, de chocolate blanco contiene 17 gramos de azúcar, es decir 10,3 gramos más que el chocolate negro. Así, el chocolate blanco representa un 60 % de azúcar, el chocolate con leche un 50%, y el negro un 25%, con lo que se entiende que su consumo no es para nada saludable.
Por otro lado, al no contener sólidos de cacao, el chocolate blanco carece de algunos de los nutrientes más beneficiosos que sí encontramos en el chocolate negro o amargo, como es la teobromina, un compuesto químico alcaloide que actúa como diurético y relajante, dilata los vasos sanguíneos y reduce la presión arterial; ni otras propiedades, como su capacidad antioxidante o la de aumentar la sensibilidad a la insulina reconocidas en la publicación de la American Journal of Clinical Nutrition de 2005.
A pesar de ello, el chocolate blanco es muy apreciado para la elaboración de postres. Ya sea en polvo o en trocitos, su alto contenido en azúcar y grasa proporciona una sabor y sensación dulce, suave y cremosa que lo hace muy agradable al paladar. Además, decorativamente, la combinación del chocolate negro, con leche y blanco, ofrece múltiples posibilidades y texturas a la hora de realizar un postre.
Visto todo esto, si quieres darte un capricho y comer chocolate blanco, intenta que este sea de buena calidad, revisa su composición nutricional en la etiqueta, mira que no contenga grasas trans (ácidos grasos insaturados formados de manera industrial) y procura que su consumo sea solo ocasional.