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El 31 de enero de 2020 se registró el primer caso de COVID-19 en España. Fue en el Hospital Virgen de Guadalupe de La Gomera y la persona infectada era un ciudadano alemán.
Por aquel entonces, la capacidad diagnóstica era muy limitada y se tuvieron que mandar las muestras de los pacientes desde las Islas Canarias hasta la Península para ser analizadas por parte del Instituto de Salud Carlos III.
Y es que, en ese momento, la única información que se tenía sobre este coronavirus venía de los estudios preliminares realizados en Wuhan (China) y los datos que se tenían sobre este patógeno que ha infectado a millones de personas en todo el mundo eran escasos.
65Ymás recopila todo lo que se sabe ahora sobre el virus que, en gran medida, no se conocía en enero de 2020.
¿Qué es el SARS-CoV2?
Los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden causar infección en los seres humanos y en una variedad de animales, incluyendo aves y mamíferos como camellos, gatos y murciélagos. Se trata de una enfermedad zoonótica, lo que significa que, en ocasiones, pueden transmitirse de los animales a las personas. El nuevo coronavirus SARS-CoV-2 es un nuevo tipo de coronavirus, que afecta a los humanos y se transmite de persona a persona, según aseguran en la web del Ministerio de Sanidad. Aún hay muchas cuestiones que se desconocen en relación al virus y a la enfermedad que produce: COVID-19. Según se avanza en el conocimiento, se van actualizando las recomendaciones. Se cree que el vector entre el virus y los humanos pudo ser el murciélago.
¿Qué síntomas tiene el COVID-19?
Los síntomas más comunes incluyen fiebre, tos y sensación de falta de aire. En algunos casos también puede haber disminución del olfato y del gusto, escalofríos, dolor de garganta, dolores musculares, dolor de cabeza, debilidad general, diarrea o vómitos. La mayoría de los casos son leves. En los casos más graves, la infección puede causar neumonía, dificultad importante para respirar, fallo renal e incluso la muerte. La tasa de mortalidad está en torno al 1%.
En algunos casos, los síntomas y secuelas pueden prolongarse en el tiempo bastantes semanas o incluso meses. Y, finalmente, cabe destacar que se puede pasar la infección activa de forma asintomática. Es más, cerca del 50% de los casos no desarrollan síntomas y, algunos, transmiten la enfermedad, algo que, en enero de 2020, se desconocía o al menos no se sabía la magnitud de los casos sin síntomas.
¿A quién afecta más la infección?
Los principales grupos vulnerables son los mayores de 60 años, y aquellas personas diagnosticadas de hipertensión arterial, diabetes, enfermedades cardiovasculares, enfermedades pulmonares crónicas, cáncer, inmunodeficiencias, y embarazadas, por el principio de precaución. Algunos de estos grupos pueden desarrollar lo que se conoce como tormenta de citoquinas, es decir, una respuesta inmunitaria desmesurada de inflamación que acaba afectando a diferentes órganos y puede causar la muerte.
También se consideran más vulnerables las personas que viven o trabajan en instituciones cerradas, con especial atención a las personas mayores que viven en residencias. Otras personas, como las que fuman o las que tiene obesidad, también parecen tener mayor riesgo de tener una enfermedad grave.
Respecto a los mayores, de momento se desconoce por qué tienen síntomas más graves por norma general. Algunos expertos apuntan a que podría deberse al envejecimiento del sistema inmunitario.
¿Cómo se transmite el virus?
Según el Ministerio de Sanidad, el SARS-CoV-2 se transmite a través del contacto del virus emitido por las secreciones respiratorias de la persona que presente una infección activa, con la mucosa de las vías respiratorias o las conjuntivas de la persona susceptible.
Recientemente se ha cambiado la manera de denominar a las secreciones respiratorias. Antes se denominaban aerosoles a los que tenían un tamaño menor a 5 μm y gotas a los que tenían un tamaño mayor a 5 μm y actualmente se denominan aerosoles a todas las que tienen un tamaño menor a 100 μm. Estas secreciones respiratorias que se emiten en forma de aerosoles pueden alcanzar las mucosas y conjuntivas de otras personas.
Las personas emiten aerosoles en cantidad creciente al respirar, hablar, exhalar, cantar, toser, estornudar o hacer ejercicio intenso. Las partículas de menor tamaño pueden permanecer suspendidas en el aire durante segundos u horas y alcanzar el tracto respiratorio de personas situadas a distancia del emisor (a más de 2 metros) o incluso en ausencia de él, si aún persisten suspendidas en el aire. No obstante, la evidencia muestra que hay una mayor transmisión en las distancias cortas.
También se considera posible la transmisión por contacto directo o indirecto a través de las manos o fómites que contengan dichas secreciones con la mucosa de la vía respiratoria o la conjuntiva de la persona susceptible. Tanto las personas con síntomas como sin síntomas pueden transmitir el virus si se encuentran en un periodo con infección activa.
En enero de 2020, se pensaba que los aerosoles más pequeños, sobre todo en entornos cerrados, no tenían tanta importancia en la transmisión y que la infección por superficies era importante.
¿Cómo protegerse del coronavirus?
En esto, los médicos lo tenían claro desde el principio. La clave para intentar no infectarse era cumplir con las 3 M: mascarilla, manos y metros. Con todo, a medida que ha ido avanzando la pandemia el orden de los elementos de protección ha ido variando.
Al comienzo, se priorizaba la higiene de manos, incluso llegando a utilizar guantes, y una distancia mínima de dos metros, y no se daba tanta importancia al uso de la mascarilla de protección en entornos cerrados –por motivos científicos y también logísticos (no se conseguían importar mascarillas en cantidades industriales)–.
Aun así, poco a poco, dada la importancia de la transmisión por partículas pequeñas en suspensión, se ha ido recomendando más el uso de máscaras de protección homologadas y se ha instado a la población a evitar espacios cerrados poco aireados.
Además, ciertos países, como Alemania, instan al uso de determinado tipo de mascarillas, como las FPP2, en espacios cerrados, puesto que tienen una capacidad de filtrado mayor. Es más, este tipo de equipo de protección es usado habitualmente por el personal sanitario en contacto con el coronavirus.
Inmunidad
Por ahora, no se sabe mucho sobre la duración de la inmunidad frente al coronavirus provocada por una infección activa. Y es que, ciertas personas desarrollan más o menos anticuerpos una vez pasan la enfermedad, que suelen durar entre tres y nueve meses, según diversos estudios.
Con todo, también entraría en juego la llamada inmunidad celular a la hora de protegerse, según distintos virólogos consultados.
Y, por último, algunas personas no se habrían infectado gracias a la llamada inmunidad cruzada. Es decir, se infectaron, previamente, con otro coronavirus. Además, algunos estudios apuntan a que la vacuna de la gripe o de la tuberculosis pueden tener algún efecto protector frente a la enfermedad, aunque queda mucho por estudiar en este sentido.
Vacuna
Obviamente, en enero de 2020, no había vacuna contra el coronavirus. Actualmente, sí que se han conseguido comercializar tres, y dos de ellas, la de Pfizer y la de Moderna, utilizan un técnica novedosa: el ARN mensajero. Este tipo de ARN tiene la información genética que se necesita para elaborar las proteínas. Gracias a esta técnica el cuerpo podría reaccionar y, sin infectarnos con el virus, crear una respuesta inmune potente, aunque, por ahora, no se sabe cuánto tiempo durará esta inmunidad y estos anticuerpos.
En cuanto a la tercera vacuna, la de Astrazeneca, utiliza un vector viral (adenovirus de chimpancé) que contiene genes que codifican la expresión en superficie de la proteína S del SARS-CoV-2.
Tratamientos
No existe un tratamiento específico, pero en los casos indicados se están empleando algunos antivirales y otros medicamentos que han demostrado cierta eficacia según algunos estudios. Sí existen muchas opciones terapéuticas para el control de sus síntomas, por lo que la asistencia sanitaria mejora el pronóstico. Alguno de estos son: los corticoides o el plasma sanguíneo, pero también se usó la hidroxcloroquina, remdesivir, amlodipina y losartan, si bien ninguno de ellos ha demostrado ser 100% útil.
Al ser una infección producida por virus, los antibióticos no deben ser utilizados como medio de prevención o tratamiento. Sin embargo, es posible que a los pacientes con COVID-19 se les administre por indicación médica antibióticos porque podrían padecer coinfecciones provocadas por bacterias.
¿Cómo se detecta el virus?
Existen diferentes tipos de test de COVID-19 y cada uno de ellos tiene una utilidad diferente. Por una parte están las Pruebas Diagnósticas de Infección Activa (PDIA), que incluyen la PCR y la prueba rápida de detección de antígenos. Se realizan tomando la muestra con un bastoncillo que se introduce en las fosas nasales y/o en la garganta. La PCR es la prueba de referencia. La prueba de antígenos tiene la ventaja de que se obtiene el resultado en unos 15-20 minutos. La utilización de estas pruebas es para la detección de infección activa en personas con síntomas o en contactos asintomáticos. Las personas con un resultado negativo en alguna de ellas, deben mantener las medidas de prevención y, en el caso de personas asintomáticas clasificadas como contacto, no exime de terminar el periodo de cuarentena que se haya indicado, ya que existe la posibilidad de estar en periodo de incubación si ha habido contagio, según indican en el Ministerio de Sanidad.
Por otra parte existen pruebas que estudian los anticuerpos. Se realizan tomando una muestra de sangre. Existen dos tipos: las pruebas de alto rendimiento para la detección de anticuerpos, realizadas en laboratorio (técnica ELISA o CLIA, entre otras), a través de un análisis de sangre recogida por venopunción y los test rápidos de detección de anticuerpos o de autodiagnóstico que se realizan a través la punción en el dedo. Las pruebas de detección de anticuerpos no están indicadas para diagnosticar infección activa por SARSCoV-2, y por tanto no deben ser utilizadas con este fin ni en personas con síntomas ni en asintomáticas. Las pruebas de detección de anticuerpos informan de la presencia de anticuerpos contra el coronavirus, lo que sugiere que la persona ha tenido contacto previo con el virus SARS-CoV-2. Es importante señalar que la positividad de las pruebas de detección de anticuerpos no garantiza la inmunidad, requieren la interpretación de un profesional sanitario y puede ser necesario una segunda prueba diagnóstica. Por ello, independientemente del tipo de prueba serológica realizada y del resultado de la misma, todas las personas deben seguir cumpliendo las mismas medidas de protección.