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El Instituto Tecnológico Technion de Israel ha desarrollado unas mascarillas que pretenden acabar con el fenómeno de las desechables, por gasto y contaminación, y que se limpian a sí mismas con calor.
"El invento fue totalmente accidental", confiesa el químico eléctrico Yair Ein Eli, profesor en el Departamento de Ciencia de Materiales e Ingeniería del centro Technion, en Haifa, y decano del centro.
El profesor explica que, mientras trabajaba en el instituto, recibió a un mensajero con una máscara muy sucia que, al ser preguntado, dijo que llevaba 4 días usándola. Eso lo preocupó mucho a Ein Eli y enseguida pensó que sería buena idea probar a introducir una máscara desechable en el horno, para verificar su resistencia al calor, con la esperanza de aguantase los 60 grados centígrados y 15 minutos que matan al coronavirus. Y aguantó. De hecho, aguantó intacta hasta 12 horas de horneado. Así que se propuso incorporar a las mascarillas normales un horno portátil.
El equipo de Ein Eli añadió a mascarillas normales un elemento calentador: una capa de fibra de carbono que se calienta utilizando una corriente baja (dos amperios), la misma que se genera al conectar un cargador de móvil, un cable USB o el cargador de cualquier dispositivo electrónico. Así, tras alcanzar los 60-70 grados centígrados (140-158 Farenheit), el calor acaba con los patógenos.
La tarea de desinfección de la mascarilla dura algo menos de media hora y, según su inventor, se puede usar repetidas veces: "Hasta ahora se pueden hacer 12 ciclos de calor con las máscaras que tenemos, vamos a llegar pronto a hacer cientos de ciclos antes de que la máscara diga que ya no puede más. Este elemento calentador puede ser colocado en cualquier mascara".
Los investigadores calculan que costará alrededor de un dólar (menos de un euro) y ya han pedido una patente en Estados Unidos para que su llegada al mercado no se retrase. "Esperemos que lleguen días mejores, pero mientras tengamos que seguir con máscarillas, han de ser de las que se autorregeneran y no desechables", concluye Ein Eli.