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Un estudio centrado en la zona del Gran Sydney (Australia) durante la primera etapa de la pandemia de COVID-19 ha encontrado una asociación entre una menor humedad y un aumento de la transmisión en la comunidad. Ahora, un segundo estudio del mismo equipo, publicado en la revista científica Transboundary and Emerging Diseases, ha confirmado este riesgo.
"Este segundo estudio se suma a un creciente conjunto de pruebas de que la humedad es un factor clave en la propagación de COVID-19", explica Michael Ward, de la Universidad de Sydney. Una menor humedad puede definirse como 'aire más seco'. El estudio estimó que para una disminución del 1% de la humedad relativa, los casos de COVID-19 podrían aumentar entre un 7 y un 8%. Esta estimación es de aproximadamente un aumento del doble en las notificaciones de COVID-19 para una disminución del 10% en la humedad relativa.
"El aire seco parece favorecer la propagación de COVID-19, lo que significa que el tiempo y el lugar se vuelven importantes. La evidencia acumulada muestra que el clima es un factor de propagación de COVID-19, lo que aumenta la posibilidad de brotes de enfermedades estacionales", argumenta el autor.
Ward explica que hay razones biológicas por las que la humedad es importante en la transmisión de los virus en el aire. "Cuando la humedad es menor, el aire es más seco y hace que los aerosoles sean más pequeños. Cuando estornudas y tose, esos pequeños aerosoles infecciosos pueden permanecer suspendidos en el aire por más tiempo. Eso aumenta la exposición de otras personas. Cuando el aire está húmedo y los aerosoles son más grandes y pesados, caen y golpean las superficies más rápidamente", concluye.
Según los investigadores, esto sugiere la necesidad de que las personas usen una mascarilla, tanto para evitar que los aerosoles infecciosos se escapen al aire en el caso de un individuo infectado, como la exposición a los aerosoles infecciosos en el caso de un individuo no infectado.