Las causas por las que España es de los países con más muertes en residencias del mundo
Hace un año, el 27 de febrero de 2020, surgió el primer brote declarado en una residencia de mayores de España. Fue en la isla de la Gomera. Una trabajadora, que había viajado a Italia, volvió contagiada y tuvo que ser aislada en el Hospital Virgen Guadalupe. El centro fue puesto en cuarentena y los trabajadores comenzaron a utilizar guantes y mascarillas de forma sistemática. Y, como sucedía por aquel entonces de forma casi sistemática, las autoridades le quitaron hierro al asunto. "No debemos alarmarnos por esto igual que no nos alarmamos cuando alguien tiene gripe", comentaba el presidente del cabildo, Casimiro Curbelo, al dar a conocer el caso de COVID.
Probablemente, en ese momento, tal y como se desprende de estudios posteriores, el virus ya campaba a sus anchas por todo el país y, seguramente, decenas de residencias ya habían tenido casos de Covid asintomáticos o presintomáticos, sin ni siquiera saberlo.
Con todo, aquella fue la primera vez que se intentó frenar un brote. Y, después de éste, vinieron cientos y cientos: la Residencia de la Paz (en Madrid), un centro de Sanitas (en Vitoria) y un largo etcétera que culminó con casos tan dramáticos como los más de 100 muertos de una residencia de Leganés (Comunidad de Madrid). Y también vinieron escenas de desesperación de familiares, que se concentraban en las puertas de los geriátricos para saber si su ser querido estaba bien o no. Y escenas de impotencia de trabajadores, que tenían que tratar sin formación ni Equipos de Protección Individual homologados ni apoyo médico a decenas de mayores enfermos.
Un triste récord de muertes
Al final, el trágico balance de la primera ola –la más mortífera de todas– fue de 20.268 personas fallecidas en residencias, según datos del Imserso, lo que las convirtió en el principal foco de la pandemia.
Y, desde que se realizó dicho recuento en el verano de 2020, las cifras no han parado de aumentar. Actualmente, a día 5 de febrero de 2021, habrían fallecido, según un recuento realizado por RTVE, 27.441 mayores residentes por COVID: más de 6.000 en la segunda ola y cerca de 1.000, en la tercera.
Con todo, los datos de fallecimientos son aproximados, puesto que en primavera no se hacían test a todos los residentes, sobre todo, en las zonas con un sistema sanitario más colapsado, y se contabilizan como COVID los muertos con síntomas compatibles pero sin una PCR positiva (más de un tercio de los decesos).
Eso sí, lo que demuestra este número tan elevado de fallecidos sin test, es que muchos enfermos no pudieron tener acceso al sistema nacional de salud. Un hecho que motivó cientos de querellas contra empresarios y administraciones públicas y decenas de peticiones de investigación a la Fiscalía General de Estado por parte de las familiares –decenas de ellas siguen pendientes de investigación, aunque, por ahora, muchas han sido desestimadas–.
Incluso, cabe recordar que el propio sistema funerario colapsó en Madrid y en Cataluña, lo que provocó que, en algunas residencias, los cuerpos de los difuntos estuviesen varios días encamados a la espera de ser recogidos.
A pesar de todo, el impacto de la primera ola no fue igual en toda España. En concreto, Madrid, Cataluña, Castilla-La Mancha y Castilla y León se llevaron la peor parte. La región madrileña superó casi los 6.000 decesos por COVID, sobre una población residencial de 45.000 personas y más del 70% de los usuarios se contagiaron. Cataluña no anduvo muy lejos y llegó a más de 3.500 muertes. Y, en tercer y cuarto lugar, las dos castillas excedieron los 1.000 decesos (2.500 en C. León y 1.200 en C. La-Mancha). Unos datos, que contrastan con los de Canarias, que sólo registró 19 fallecimientos en primavera.
Fallecidos en la primera ola. Fuente: Imserso.
Balance de la segunda ola: más de 6.000 muertes
Tras la desescalada de mayo y junio, las autoridades y las residencias tomaron nota: debían blindarse para que no se volviesen a repetir las trágicas escenas de la primera ola. Por ello, comenzaron a aplicar protocolos más estrictos, se realizaron test de forma periódica –aunque dependía de la residencia– y se limitaron las visitas –una decisión tomada en marzo que ha afectado muy notablemente a la salud mental y emocional de los residentes y de sus familiares–.
Sin embargo, lo que funcionó en algunas comunidades como Madrid –por su alta tasa de inmunidad–, no sirvió en todas las regiones de España. Y es que, cuando volvieron a subir los contagios a nivel general, el coronavirus terminó entrando también en las residencias, sobre todo, en las que no habían tenido contagios en primavera.
En la mayoría de casos, gracias a los controles, protocolos y a la división de los centros en zonas limpias y sucias, los brotes no superaron los 10 o 15 infectados, pero, a medida que iban aumentando los contagios en el entorno social, fueron cayendo decenas de residencias que tuvieron, algunas, hasta más de 100 casos.
Y las causas de estos brotes, según explican expertos del sector a 65Ymás, tenían que ver, en muchos casos, con la mala suerte, la falta de formación en pandemias de los profesionales, las bajas ratios de personal, la dificultad para detectar a los asintomáticos, la incorrecta aplicación de los protocolos o la falta de PCR periódicos, entre otras posibles causas.
Aun así, la inmensa mayoría de los mayores contagiados, al contrario que en marzo, pudieron tener acceso al sistema nacional de salud y se les pudo derivar al hospital cuando era necesario o se les dio tratamiento in situ.
A pesar de todo, según un recuento realizado por eldiario.es, más de 6.000 mayores perdieron la vida entre junio y diciembre de 2020. Y algunas regiones, como Andalucía, Asturias o Galicia, llegaron a duplicar sus muertes en residencias. En concreto, el caso más impactante fue el de Cataluña, donde pasaron de 3.524 decesos en junio a más de 7.000, en diciembre de 2020.
Mortalidad observada de dependientes en España. Fuente: Imserso.
Una tercera ola más suave
Ahora, con la llegada de la tercera ola, acelerada por los contagios navideños y la cepa británica, sería de esperar que las residencias siguiesen registrando numerosos casos. Pero no es así o, al menos, está habiendo menos brotes que en otoño. En concreto, a día 29 de enero, en pleno pico de la curva general de contagios, había 201 brotes y 2.418 casos en centros sociosanitarios. Y, como se puede ver en el diagrama (abajo), los casos ya se estaban reduciendo en residencias, cuando en el resto de España aún se estabilizaban.
Asimismo, la mortalidad también se mantiene más baja: desde diciembre hasta ahora, habrían fallecido por COVID algo más de 1.050 mayores en centros residenciales –a falta de los datos de decesos en Madrid (no actualiza sus datos en residencias desde septiembre de 2020, según el recuento de RTVE)–.
Y dos de los factores que han provocado que esta ola invernal esté afectando menos a las residencias podrían ser el inicio del proceso de vacunación (que culminará, si todo va bien, en marzo, según el Ministerio de Sanidad) y el blindaje de los centros, tras las navidades.
Casos en residencias asociaciados a brotes a día 29 de enero de 2021. Fuente: Ministerio de Sanidad.
Brotes en residencias vacunadas
A pesar de todo, se han registrado brotes en centros ya inmunizados con la primera dosis (y en algunos con la segunda), por lo que habría que esperar a que se pongan las dos inyecciones y transcurran unas semanas, para ver si desciende radicalmente la mortalidad. Al menos, así lo anticipaba el propio director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón. "En una o dos semanas, veremos que la letalidad del Covid irá disminuyendo", preveía el epidemiólgo ya el 14 de enero.
Por esta razón, si la campaña de inmunización terminase en la mayoría de residencias durante este mes de febrero, estos centros podrían cerrar la pandemia con algo más de 27.500 decesos por COVID, consolidándose así, tristemente, y pese a todas las medidas de prevención aplicadas, como el principal foco de contagios y muertes de la pandemia.