Rosa Roch
Rosa Roch es redactora especializada en temas de salud, alimentación y gastronomía.
… saber más sobre el autorUna enfermedad o lesión cerebral no solo tiene repercusión sobre la persona afectada, sino que también influye en su entorno más cercano. El enfermo, al ser dependiente y no poder valerse por sí solo, requiere de un cuidador. Éste normalmente es un familiar cercano que suele asumir toda la responsabilidad que ello conlleva. En algunos casos, esta circunstancia es breve y temporal y, en otros, la necesidad de cuidado se prolonga durante meses e incluso años. Además, la atención que se da a la persona dependiente no siempre tiene como resultado una evolución satisfactoria de su estado. Hablamos de aquellas que sufren enfermedades neurodegenerativas y de nuestros mayores, donde la implicación emocional puede ser aún mayor al ver su deterioro.
Atender a una persona que no puede hacerlo sola es una tarea difícil, cansada y de mucha responsabilidad. Según datos del 2020 ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (@es_INE), la unidad familiar está compuesta por casi 2,5 miembros. De ahí podría decirse que por cada enfermo crónico hay casi dos familiares cercanos que pueden implicarse en atender sus necesidades. Esto son los datos; la realidad es otra muy distinta y lo que está claro es que, para que no afecte a su salud, el cuidador debe prepararse tanto física como emocionalmente y ha de de disponer de todos los recursos necesarios para llevar a cabo su contienda.
Se debe tener presente que los cuidadores también tienen unas necesidades que deben ser reconocidas y atendidas. Estás pueden ser desde las propias enfermedades, obligaciones para con otros familiares o la necesidad de descansar. Además, cuando una persona es cuidadora es necesario:
Tener a su alcance todos los apoyos necesarios que favorezcan su estado de salud es uno aspecto sumamente importante para poder continuar cuidando de la persona dependiente. El cuidador o cuidadora ha de ser consciente de que está haciendo lo humanamente posible y no debe exigirse, ni deben exigirle, más. Además, ha de aceptar que a veces se comenten errores y estos han de ser reconocidos, aceptados y nunca juzgados por los demás. Es necesario ofrecerle a la persona cuidadora ayuda e intentar que sea aceptada.
Es evidente que el cuidado de una persona dependiente genera un importante impacto en el estado emocional de las cuidadoras y los cuidadores. Cuando no se han atendido las propias necesidades o se ha perdido la autonomía y hay un exceso de responsabilidad, las personas cuidadoras pueden ver afectado su bienestar emocional. Pueden presentar un sentimiento de tristeza, fatiga emocional, irritabilidad, abandono del cuidado personal, sentimiento de culpa y, además, rechazo hacia la persona dependiente con distanciamiento emocional y una actitud negativa hacia el cuidado, el propio trabajo y hacia sí misma. Además, también pueden presentar conductas de aislamiento y soledad. Cuando una persona muestra este tipo de síntomas es lo que se conoce como el Síndrome del Cuidador.
Se trata de un trastorno que se presenta en personas que desempeñan el rol de cuidador y se caracteriza por el agotamiento físico y psíquico. Se considera producido por el estrés continuado (no por una situación puntual) en una lucha diaria contra la enfermedad o el deterioro de la persona propio de la edad o de enfermedades neurodegenerativas y que puede agotar las reservas físicas y mentales de la persona que le atiende, según explica NEURORHB, Servicio de Neurorrehabilitación de Hospitales Vithas (@Vithas_NeuroRHB).
Ante este estado de estrés continuado la calidad de vida puede verse mermada, llegando incluso afectar aún más la salud de la persona cuidadora, con lo que el cuerpo reacciona con unos mecanismos de defensa para alertar o buscar una vía de escape. Entre ellos podemos describir:
Por lo tanto, aquellas personas que tienen a su cargo la responsabilidad de velar por la salud y el bienestar físico y emocional de una persona dependiente han de cuidarse y dejarse cuidar, en todos los planos, para poder seguir con su cometido. Solo así habrá un equilibrio entre la salud física y emocional del cuidador y de la persona dependiente, pues cuidar de un enfermo crónico o de nuestros mayores no es una tarea sencilla y, no prestar atención al propio cuidado, puede agravar el estado de la persona dependiente y desarrollar enfermedades en el familiar que ha aceptado la responsabilidad de atenderle. El cuidador, pues, debe tener como principal prioridad cuidarse para, así, poder cuidar y poder ofrecer a la persona que está a su cargo la mejor atención y todo su apoyo.