65ymás
En el Día del Cuidador, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) ha lanzado un comunicado en el que recuerda la necesidad de replantear formas de actuar como sociedad, desde las instituciones sociales, sanitarias y políticas, para apoyar la labor de estas personas que atienden a 2,3 millones de personas dependientes que necesitan un cuidador en España.
A este respecto, el Presidente de la SEGG, José Augusto García Navarro, recuerda que la Alianza Internacional de Organizaciones de Cuidadores (IACO) ha publicado el informe 'Cuidadores en España', que identifica varias áreas de actuación para mejorar significativamente la situación de los cuidadores, entre las que destacan:
- Reconocimiento legal por parte del Estado.
- Apoyo financiero legalmente regulado.
- Acceso a cursos de formación y atención apropiados.
Uno de cada diez españoles presta cuidados al menos una vez a la semana a personas mayores o con problemas crónicos de salud, según la Encuesta Nacional de Salud 2017 del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. En cuanto al tiempo dedicado, los datos señalan que cuatro de cada diez españoles destinan más de 20 horas semanales a la atención de esta población. Y es importante también tener en cuenta la edad de estos cuidadores: siete de cada diez cuidadores que dedican más de 20 horas al cuidado de otros tienen más de 65 años.
Dos de cada diez personas mayores en España refieren dificultades para realizar alguna actividad de cuidado personal como alimentarse, sentarse y levantarse, vestirse o ir al servicio. Y de las personas que presentan alguna de estas dificultades, seis de cada diez necesitan más ayuda de la que disponen, según los datos del ministerio. Desde la SEGG se está haciendo un esfuerzo para formar a cuidadores desde cursos online de amplio seguimiento, desde hace más de 6 años, explica García Navarro.
Es una de las vías para evitar que haya tanto sufrimiento asociado al cuidador y facilitar que esta experiencia tan común y a la que la mayoría de nosotros nos enfrentaremos tarde o temprano en nuestra vida, sea más llevadera para las personas implicadas, pudiendo incluso ser una oportunidad para el desarrollo personal y el crecimiento en la adversidad.
Este replanteamiento pasa necesariamente por:
- Hacer más visible esta realidad.
- Incrementar exponencialmente el reconocimiento social y validación de la extenuante tarea que realizan estas personas que cuidan de un familiar.
- Incrementar la cantidad y calidad de los recursos tanto personales como materiales de ayuda a estas personas, incluyendo a los cuidadores de forma explícita entre los destinatarios de los servicios existentes de atención sociales y sanitarios.
Estas medidas conseguirán, sin duda, amortiguar el coste económico, social y personal asociado a enfermedades como las demencias opinan los portavoces de la SEGG en tema de cuidadores Andrés Losada Baltar, Catedrático de Psicología Clínica de la Universidad Rey Juan Carlos y María Márquez González, Profesora titular de la Universidad Autónoma de Madrid.
La sociedad actual se enfrenta a dos grandes desafíos muy relacionados asociados con el cuidado de personas dependientes. Por un lado, se encuentra la necesidad de encontrar formas de responder con un trato digno a las personas mayores que necesitan algún tipo de cuidados. El segundo desafío tiene que ver con la necesidad de responder a las consecuencias asociadas al cada vez mayor vacío de recursos para el cuidado que se está produciendo. Los mencionados cuidados han sido proporcionados hasta ahora fundamentalmente por las familias y, más concretamente, por mujeres.
Cuidadoras
Tal y como muestra un informe de Envejecimiento en Red realizado por Rosa Gómez, profesora de la UNED, y sus colaboradores, el 85% de las personas cuidadoras con una edad entre los 40 y los 64 años, son mujeres (2018). Cuidar siempre es un trabajo complejo porque necesitas empatía para entender a la persona cuidada y, a la vez, interaccionar con el resto de la familia y con los profesionales sanitarios y sociales. En muchos casos supone aislarse socialmente para dedicarse al cuidado y aguantar una tremenda sobrecarga física y emocional.
Sus problemas más frecuentes suelen estar relacionados con la presión psicológica a la que están sometidas. En ellas es habitual que manifiesten pérdida de energía, apatía, angustia, nerviosismo, depresión, trastornos del sueño y, a nivel físico, molestias digestivas, cefaleas y palpitaciones.
Si se tiene en cuenta la naturaleza crónica y extremadamente estresante de los cuidados, sobre todo cuando se cuida de personas que padecen demencia, -en la actualidad, más de 1,2 millones de personas en nuestro país vive con alzhéimer y uno de cada cuatro hogares españoles se ve afectado por un familiar que convive con esta enfermedad- los datos mencionados son muy alarmantes, especialmente para las cuidadoras que son hijas.
Éstas están sometidas a una multiplicidad de roles que con mucha frecuencia compiten entre ellos por la limitación de recursos (tiempo, energía…). No es infrecuente que sean, además de cuidadoras, madres, esposas, trabajadoras en casa, trabajadoras fuera de casa, además de tener necesidades variadas relacionadas con el descanso, las relaciones sociales o amistades, el ocio o el desarrollo personal. Muchas de ellas sienten ambivalencia (quieren cuidar y a la vez dejar de cuidar) y culpa.
Obviamente, esta situación representa una urgencia social, especialmente si se tiene en cuenta que las familias asumen prácticamente todos los esfuerzos y gastos asociados al cuidado, ya que apenas existen recursos para responder a estas evidentes necesidades, a pesar de que se conocen estrategias terapéuticas y de administración de servicios que pueden ayudar de forma significativa a las familias.