Casi tres millones de españoles de más de 65 años padecen dispepsia, un trastorno que se caracteriza por dolor o molestias en la parte superior del abdomen, con sensación de estar lleno después de las comidas, con flatulencia y ardor de estómago. De manera más amplia, puede decirse que a uno de cada dos mayores que acude a la consulta del geriatra por cualquier motivo se le diagnostica una enfermedad ácido-péptica, es decir, alguna de las patologías relacionadas con la secreción inadecuada de ácido gástrico.
El problema es que los mayores acuden por otros motivos que consideran de mayor importancia o gravedad. Y así, los trastornos digestivos pasan a un segundo plano; la osteoporosis, los problemas cardiovasculares o demencias incipientes hacen que la dispepsia o el reflujo se consideren poco menos que cuestiones de la edad.
Por otra parte, a la posibilidad de padecer varias cosas a la vez se suma la polifarmacia; es decir, el tratamiento de varios fármacos de manera simultánea. Por eso, los propios médicos se ven ante la dificultad de añadir “uno más“. Sin embargo, –declaró el Prof. Guillen, del servicio de Digestivo del Hospital de Getafe– aunque la enfermedad acido-péptica no es en sí misma causa de mortalidad, sí lo es de frecuentes complicaciones y, además, altera de modo notable la calidad de vida de estos pacientes, lo que obliga al uso de un tratamiento ya definitivamente asentado.
Incidencia general
Aproximadamente uno de cada diez españoles padece enfermedad ácido-péptica. En los mayores, además, tiene una manifestación más insidiosa: es muy frecuente que no perciban los síntomas con la intensidad que cabría esperar según las lesiones detectadas en la endoscopia. Menos de un 30 por 100 de los mayores refiere sus síntomas más característicos, y quizá por eso sea ésta una enfermedad infradiagnosticada en este grupo de población.
Entre estas patologías se pueden citar la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE), la dispepsia propiamente dicha, la pirosis o ardor de estómago y la hernia hiatal.
Polimedicados
Los mayores de 65 años que viven en su domicilio consumen en torno a tres o más fármacos diarios. Pero cuando están internos en una residencia se calcula que son seis o siete. Y si el mayor está hospitalizado consume alguno más. Y como las patologías más frecuentes son las reumáticas y las osteoarticulares, uno de los grupos farmacológicos que más se consumen son los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs). Estos medicamentos presentan un alto índice de efectos secundarios, sobre todo en este grupo de población, por lo que es fundamental añadir algún protector de la mucosa gástrica.
Como señalaba el profesor Ribera Casado, todos los fármacos que se consumen resultan, en mayor o menor medida, agresivos para el organismo y más cuando se administran al mismo tiempo. “La mayoría de estos medicamentos se toman por vía oral y esto se traduce en una agresión directa a la mucosa gástrica. En el caso de los pacientes de más edad, que ya de por sí tienen más mermadas sus defensas, los efectos son mucho más perjudiciales”.
Síntomas
Aunque la enfermedad ácido-péptica agrupa a una amplia serie de patologías, el síntoma más común es el ardor de estómago o quemazón (pirosis) en la boca del estómago. Otro signo frecuente es la presencia repentina de alimentos en la boca sin acompañarse de náuseas ni vómitos (regurgitación). En pacientes mayores también son habituales el dolor torácico o la dificultad para la deglución. También puede notarse cierta sensación de acidez en la boca, eructos, náuseas, hipersalivación, disfagia, hipo y dolor epigástrico.
La enfermedad por reflujo
La Enfermedad por Reflujo Gastroesofágico (o ERGE) se produce cuando el contenido ácido del estómago sube por el esófago hacia la garganta y es lo suficientemente grave como para provocar síntomas recurrentes que dañan el esófago. Técnicamente, se define por la presencia de roturas en la mucosa esofágica o por la recurrencia de síntomas lo suficientemente graves como para deteriorar la calidad de vida. Se llama también enfermedad por reflujo ácido, y es potencialmente grave, ya que comporta riesgo de esofagitis (inflamación de los tejidos que recubren el esófago) y otras complicaciones. El síntoma más común de ERGE es la sensación de quemazón (pirosis). Otros síntomas pueden incluir un sabor amargo en la boca, que se debe a la regurgitación ácida; dificultad o dolor al tragar y dolor en el pecho.
Esa quemazón –pirosis– se reconoce como el síntoma principal del reflujo gastroesofágico. En un estudio realizado en más de 800 pacientes europeos diagnosticados en la práctica general, un 86 por ciento experimentaba pirosis. Aproximadamente un 40 por ciento de los pacientes con ERGE desarrolla esofagitis. Algunos, pueden sufrir pirosis grave sin que exista esofagitis visible en la endoscopia mientras que otros con síntomas leves presentan esofagitis grave. Pero debe saberse que la gravedad de los síntomas no está directamente relacionada con la gravedad de la esofagitis subyacente.
Y hay un número importante de complicaciones esofágicas en los pacientes con ERGE:
- Un 2-7 por ciento desarrollan úlceras esofágicas, que posiblemente dan lugar a estenosis y provocan la necesidad de someterse a dilatación (un procedimiento quirúrgico en el cual se ensancha el esófago utilizando un instrumento para estirar y agrandar una cavidad corporal estrechada).
- Un 10-15 por ciento desarrolla esófago de Barrett, un cambio en los tejidos del esófago que puede preceder a la aparición de cáncer
- Existe también un riesgo aumentado de desarrollar carcinoma esofágico.
Se calcula que entre un 20-40 por 100 de la población adulta de los países occidentales padecen pirosis recurrente. Y se sospecha que la incidencia real puede ser mayor puesto que muchos pacientes que padecen esta enfermedad están actualmente considerados solamente como dispépticos.
La realidad es que el reflujo reduce de forma significativa la calidad de vida de los pacientes, de forma paralela al aumento de la gravedad de la pirosis y con independencia de la presencia de esofagitis subyacente. Según los datos, un 75 por 100 tenía dificultades para dormir; un 51 por 100 encontraba el trabajo doloroso; y un 40 por 100 experimentaba dolor al hacer ejercicio.
Factores de riesgo
El primero de ellos es la edad; puede decirse que edad-dependiente, en el sentido de que a más edad, hay más riesgo de padecerla. Los varones tienen muchas más posibilidades de padecerla que las mujeres La comida abundante y las bebidas con gas pueden aumentar el reflujo. Y por supuesto, el alcohol y el tabaco pueden incrementar los síntomas.
Hasta hace poco tiempo se consideraba la obesidad como un factor de riesgo. Con los conocimientos actuales no se puede afirmar que lo sea.
Aunque no hay una medida objetiva, se sabe que los problemas emocionales pueden activar la enfermedad o pueden en un momento determinado exacerbarla, como algunos fármacos ansiolíticos y antagonistas del calcio.
Para prevenir
La primera medida es de tipo mecánico: no tumbarse después de haber ingerido alimento al menos hasta dos o tres horas después. Y debe tenerse también la precaución similar a la que se adopta cuando hay una hernia de hiato: levantar la cabecera de la cama alrededor de 15 o 20 centímetros para evitar el desplazamiento del ácido.
Es mejor llevar una dieta a base de hacer comidas frecuentes y ligeras que hacerla a base de ingestiones espaciadas y abundantes. Y no es aconsejable el consumo de grasas, fritos o carnes rojas. Por la misma razón no es conveniente el consumo de ácidos, como cítricos, vinagres o picantes. Tampoco se aconseja el consumo de bebidas alcohólicas, gaseadas o de menta. Tampoco el té o el café.
Y en cuanto a medicamentos, debe consultarse, porque muchos antiinflamatorios, las pastillas para dormir u otros fármacos pueden incidir en el reflujo.
Tratamiento
En pacientes mayores la enfermedad suele aparecer de forma más severa, por lo que el tratamiento, según señala el doctor Calleja, además de ser eficaz debe contar con una cómoda administración y no presentar interacciones con otros medicamentos que en ese momento utilice el paciente. “De lo contrario, no cumplirá el tratamiento y podría producirse un fracaso terapéutico”. El tratamiento más adecuado en la enfermedad ácido-péptica se basa en los fármacos bloqueadores de la secreción ácida (fármacos antisecretores). En la actualidad, se han desarrollado dos nuevas familias de este tipo: los antagonistas de los receptores H2 y los inhibidores de la bomba de protones.
La dispepsia funcional
En los últimos años, han aparecido más de 30 definiciones para la dispepsia funcional. Por eso se ha llegado a un consenso que la define como “el dolor o malestar crónico o recurrente centrado en la parte superior del abdomen y que se presenta en el último año durante, al menos, doce semanas, consecutivas o no, y en las cuales se demuestra que no hay enfermedad orgánica”, explica el doctor José Luís Vázquez-Iglesias, jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Juan Canalejo, de La Coruña.
Quizás lo que más caracterice al cuadro de dispepsia funcional es la ausencia de una causa puntual. En su lugar, hay que hablar de una conjunción de factores que pueden potenciar su aparición. Los factores psicosociales, los trastornos de la motilidad y los ambientales pueden provocar el desarrollo de esta patología, en la que la ausencia de cualquier lesión orgánica debe ser muy tenida en cuenta a la hora de hacer el diagnóstico. Tiene además el problema de que al no haber una causa orgánica detrás, puede resultar complicado encontrar un tratamiento que consiga mejorar los síntomas. La mayoría de pacientes va a padecer recaídas. Esta situación hace que el médico deba convertirse, en muchos casos, en un apoyo humano, psicológico y profesional fundamental para el enfermo.
Los trastornos funcionales, y dentro de ellos la dispepsia, son cuadros muy frecuentes. Se calcula que cerca de un 40 por ciento de la población general padece algún tipo de trastorno funcional, de los cuales entre un 15 y un 25 por ciento sufren dispepsia funcional.
Distintos perfiles de paciente
Si bien cualquier persona puede llegar a padecer una dispepsia funcional y, por tanto, no podemos hablar de un perfil de paciente determinado, dentro de todos los que la padecen es posible distinguir tres tipos:
- El tipo ulceroso, que se caracteriza porque su sintomatología recuerda a la de una úlcera.
- El tipo dismotilidad, que recuerda a las alteraciones de la motilidad.
- El tipo inespecífico, que tiene la peculiaridad de que no se parece a ningún otro tipo de patología.
Incluso los niños pueden desarrollar una dispepsia funcional. Aunque la dispepsia funcional puede comenzar a cualquier edad, muchos pacientes recuerdan el inicio de sus síntomas entre los 25 y 30 años de edad.
Sobre el autor:
Ramón Sánchez-Ocaña
Ramón Sánchez-Ocaña (Oviedo, 1942) es miembro del Comité Editorial de 65Ymás. Estudió Filosofía y Letras y es licenciado en Ciencias de la Información. Fue jefe de las páginas de Sociedad y Cultura de El País, y profesor del máster de Periodismo que este periódico organiza con la Universidad Autónoma de Madrid.
En 1971 ingresa en TVE. En una primera etapa se integra en los servicios informativos y presenta el programa 24 horas (1971-1972). Entre 1972 y 1975 continúa en informativos, presentando el Telediario. No obstante, su trayectoria periodística se inclina pronto hacia los espacios de divulgación científica y médica, primero en Horizontes (1977-1979) y desde 1979 en el famoso Más vale prevenir, el cual se mantiene ocho años en antena con una enorme aceptación del público.
Tras presentar en la cadena pública otros dos programas divulgativos, Diccionario de la Salud e Hijos del frío, fue fichado por Telecinco para colaborar primero en el espacio Las mañanas de Telecinco y posteriormente en Informativos Telecinco.
Es colaborador habitual de radio, periódicos y revistas, y autor de una veintena de libros, entre los que destacan Alimentación y nutrición, Francisco Grande Covián: la nutrición a su alcance, El cuerpo de tú a tú: guía del cuerpo humano, Guía de la alimentación y Enciclopedia de la nutrición.
En 2019 entró en el Comité Editorial del diario digital 65Ymás, en el que colabora actualmente.