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El dolor es uno de los síntomas de la artritis reumatoide (AR) que más impacta en la vida de las personas, seguido de la inflamación y la fatiga, y es además el síntoma que más les preocupa, según se desprende de los resultados preliminares de la Encuesta AR 2020 elaborada por la Coordinadora Nacional de Artritis (ConArtritis). Según estos mismos datos, al menos el 43 % de ellos gestiona mal el dolor.
"Cuando tienes artritis reumatoide dices que te duele, pero el dolor no se ve. Lo mismo ocurre con el cansancio extremo, tampoco es perceptible para los demás. Estos síntomas son invisibles para muchas personas. Sin embargo, cuando se tiene un brote, realizar muchas de las tareas de la vida cotidiana como vestirse o beber un vaso de agua, pueden resultar muy difíciles", asegura el presidente de ConArtritis, Antonio Torralba, con motivo de la celebración del Día Mundial contra el Dolor.
Las personas con AR viven con dolor, fatiga y ciertas limitaciones, y tiene que hacer frente a desafíos emocionales y sociales que reducen su calidad de vida1 y les impide llevar una vida activa y saludable. Para muchas personas, según indica ConArtritis, el bienestar de su día a día depende del momento. Así, para alguno de ellos, el dolor o la fatiga son muy relevantes durante el día, mientras que durante la noche, el dolor o los problemas de sueño cobran más importancia.
Precisamente, el informe 'El dolor en la enfermedad crónica', elaborado por la Plataforma de Organizaciones de Pacientes y la Sociedad Española del Dolor (SED), incide en cómo el dolor afecta a ámbitos de la vida de las personas con una enfermedad crónica como el laboral, social y académico, entre otros.
Así, la presencia del dolor crónico hace que el 74 % de los encuestados se sientan ansiosos o deprimidos. Además, en el ámbito laboral/ académico, el impacto más relevante se produce en el rendimiento, ya que 70 por ciento de quienes realizan alguna actividad laboral o formativa, acusan un menor rendimiento por falta de concentración a causa del dolor.
También destaca que, pese al alto impacto que el dolor tiene para las personas y para el sistema sanitario, en muchas ocasiones está infravalorado por el propio paciente e infratratado por los profesionales sanitarios.