Ignacio Casanueva
Ignacio Casanueva es redactor especializado en temas de tecnología y salud.
… saber más sobre el autor¿Dormir menos hace que tengamos más ganas de comer? Ya podemos decir que sí. Una afirmación que se sustenta en estudio epidemiológicos que demuestran que la privación de sueño se asocia con un riesgo mayor de desarrollo de obesidad y diabetes tipo 2.
Así lo cuenta el doctor Javier Salvador Rodríguez, miembro del Área de Neuroendocrinología de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), quien explica que la regulación del balance energético es "extremadamente compleja", con influencias hormonales que promueven la ingesta y otras que poseen un efecto saciante.
"Todo parte de un complejo sistema neurohormonal y multifactorial", según detalla con mensajes procedentes de varias partes del cuerpo por un lado, del sistema nervioso, del tubo digestivo, del tejido graso, del hígado y del páncreas; y por otro, con la función de varias hormonas, como la ghrelina (secretada predominantemente por la mucosa gástrica) que posee un poderoso efecto estimulador del apetito, mientras que otra hormona, la leptina, procede del tejido adiposo y está dotada de un efecto saciante.
Partiendo de este escenario hormonal, el endocrino indica que la privación del sueño aumenta la concentración de la ghrelina y reduce la leptina. Es decir, aumentan las estimulaciones del apetito y disminuye el efecto saciante.
"Adicionalmente, esta falta de sueño constituye un modelo de estrés y de activación del sistema nervioso simpático, que se asocia también con el desarrollo de obesidad abdominal, y de resistencia a la insulina; fenómenos ambos que aumentan la probabilidad de desarrollar diabetes. Por último, dormir poco favorece la somnolencia diurna y el cansancio promocionando el sedentarismo, lo que también promueve la obesidad y la diabetes", sostiene el especialista.
Ahora bien, cuando tenemos mucho sueño tendemos a comer cierto tipo de alimentos. "Existen estudios que apuntan a que en esta situación hay un aumento de la ingesta de carbohidratos", afirma Salvador Rodríguez.
Con todo ello el especialista de la SEEN remarca en primer lugar la importancia de que cuando exista deprivación de sueño, es vital que ésta se corrija si queremos evitar sus efectos metabólicos perjudiciales. "Los fenómenos biológicos que desencadena la falta de sueño van más allá de la alteración en el control de la ingesta", apostilla.
Sobre qué alimentos son los más convenientes en estos casos, el endocrinólogo resalta que, en principio, en cualquier situación la apuesta más segura para mantener la salud metabólica es seguir las líneas marcadas por la dieta mediterránea, y con un contenido predominante en frutas y en verduras, así como en fibra y grasas de origen vegetal, aparte de controlar el consumo de carne roja y de grasas animales.
"Hay que evitar el estrés y mantener actividad física cotidiana adaptada a las circunstancias clínicas individuales. Evitar el estrés, y la cronodisrupción, es decir el desacoplamiento respecto al ritmo sueño-vigilia, tanto en lo que respecta a la ingesta calórica como al sueño son factores importantes. La mejor forma de contrarrestar la deprivación de sueño es mantener un periodo de descanso nocturno regular y de una duración de 7-8 horas", subraya.