Olga Selma
Olga Selma es redactora especializada en temas de salud, alimentación y consumo.
… saber más sobre el autorComer genera neurotransmisores ligados al placer, la calma y la recompensa, y por ello nos gusta tanto y nos hace sentir bien. La relación de la comida con nuestro estado de ánimo puede ser tan estrecha que los expertos hablan de hambre emocional. En este caso, las ganas de comer no responden a una necesidad fisiológica, sino que comemos por ansiedad, y además, lo hacemos de forma inconsciente.
La mayoría de personas no recuerdan lo que han comido hace apenas unas horas, y mucho menos las sensaciones que tuvieron mientras comían. Ello es debido a que estamos trabajando, conduciendo, leyendo, mirando televisión o hablando...mientras comemos; por lo que no somos plenamente conscientes de lo que estamos haciendo. Y esta falta de conciencia de los alimentos que estamos consumiendo, puede estar contribuyendo a comer de más, o comer alimentos poco saludables que derivan a otros problemas de salud.
Para ayudarnos a diferenciar entre cuando sentimos hambre física o emocional, los expertos explican que el hambre física aparece poco a poco y el hambre emocional lo hace de repente. Además, “los profesionales que nos dedicamos a este ámbito normalmente explicamos que cuando tenemos hambre física todo tipo de alimentos nos van bien, mientras que cuando sentimos hambre emocional optamos por alimentos ricos en azúcares y grasas. Esto es así porque el hambre emocional es la urgencia de escapar de un desencadenante (una emoción, un pensamiento, un sentimiento, etc. ) y, en cambio, el hambre física aparece a medida que el nivel de energía de nuestras células va disminuyendo progresivamente” explica la psicóloga Mireia Hurtado (@mireia_hurtado), especialista en alimentación consciente, Mindfulnes y compasión.
Es por ello, que un número cada vez mayor de nutricionistas recomiendan seguir programas de atención plena o Mindful Eating.
La atención plena significa centrarse en el momento presente, al tiempo que reconocemos y aceptamos con calma nuestros sentimientos, pensamientos y sensaciones corporales. Los principios de la atención plena también se aplican a la alimentación, pero el concepto de alimentación consciente va más allá alcanzando un objetivo de salud global.
Entre los beneficios de su práctica, los expertos destacan que permite sintonizar con la propia sabiduría de del cuerpo en relación a qué, cuándo y cuánto comer, sentirnos plenamente satisfechos, aunque comamos menos, identificar nuestros hábitos y patrones alimenticios, desarrollar una actitud más compasiva hacia nuestros problemas alimenticios, así como descubrir la verdadera fuente de nuestra ansiedad por la comida. Todo ello nos ayudará en el mantenimiento de un estilo de vida saludable a largo plazo: reduciendo los atracones, mejorando el control del peso y aumenta la aceptación y la amabilidad con uno mismo.
Comer atentos es un enfoque que involucra llevar una conciencia plena al proceso de alimentación, a todos los sabores, olores, pensamientos y sensaciones que surgen durante una comida.Sin embargo, adoptar la práctica puede requerir más que unos ajustes en la forma de abordar las comidas. En el libro Savorear: mindfulnes para comer y vivir bien, la Dra. Lilian Cheung y su coautor, el líder espiritual budista Thich Nhat Hanh, nos ofrecen pautas que pueden ayudarnos a conseguirlo.
-Empezando por la lista de compras, consideremos el valor nutricional de cada artículo que añadamos a la cesta
-Comamos porciones más reducidas, sirviendo platos más pequeños
-Hagamos una pausa de un minuto o dos antes de empezar a comer, para contemplarlo todo y expresar nuestra gratitud
-Centremos todos los sentidos en la comida, contemplando el color, la textura, el aroma e incluso los sonidos que emiten los diferentes alimentos al prepararlos
-Tomemos pequeños bocados y dejemos los utensilios sobre la mesa después de cada uno
-Mastiquemos bien hasta saborear todos los ingredientes y condimentos
-Dediquemos al menos cinco minutos a comer despacio, conscientemente