N. Abril
- Pero ¿con quién hablas? —Me preguntan.
- Con nadie; hablo solo.
¿Te reconoces en esta situación? ¿eres de los que se ponen frente al espejo y le dices al jefe imaginario todo lo que le dirías si te atrevieras? ¿vas por la calle y te descubres diciendo en alto lo que acabas de pensar? No te preocupes no te estás volviendo loco, que, seguro que lo has pensado o, incluso, dicho en alto.
De hecho, es todo lo contrario. Diferentes estudios e investigaciones concluyen que hablar con uno mismo es bueno para el cerebro, beneficia el pensamiento y nuestra percepción de las cosas y favorece nuestra capacidad intelectual.
Al acto de hablar solo se le conoce como “habla privada” o “discurso privado” y no es otra cosa más que la expresión oral de nuestros pensamientos. Una explicación sencilla de por qué esta práctica es beneficiosa sería que al hablar de lo que estamos pensando o imaginando le añadimos otro tipo de información al cerebro, que lo procesa e incorpora a lo que ya tiene. Es decir, que como lo estamos expresando oralmente, además de pensando, sintiendo o incluso actuando estamos mejorando la atención, aumentando la concentración y controlando, por tanto, las reacciones cognitivas y emocionales.
Beneficios de hablar solo
- Automotivación: se supone que nadie te conoce mejor que tú mismo, por lo que, si te hablas, siempre desde un punto de vista positivo con las palabras correctas, vas a conseguir aumentar la autoestima; conocer tus puntos fuertes y débiles; motivarte ante las dificultades; animarte si estás deprimido; consolarte si estás triste… en definitiva aquello que podría hacer por ti un familiar o un buen amigo.
- Seguridad: muchas veces utilizamos estos diálogos con nosotros mismos para “ensayar” lo que le diríamos a alguien. Y parece que funciona. Al preparar esa conversación en alto adquirimos seguridad para llevarla al momento real en que se produce.
- Memoria: un diálogo contigo mismo te puede ayudar, por ejemplo, a recuperar recuerdos o a asentarlos, pero también escucharte hablar sobre un tema concreto favorece que organices mejor los pensamientos y que los recuerdes de esa manera ordenada. Algo que puede ser muy positivo en determinadas circunstancias como puede ser hablar en público.
- Pronunciación: de hecho, otro de los beneficios que tiene hablar con uno mismo es la práctica de la pronunciación y articulación adecuadas. Muchas veces al decirlo en alto nos damos cuenta de nuestros errores y somos capaces de corregirlos sin la posibilidad de sentir vergüenza si hubiésemos estado acompañados.
- Reflexión: al exponer en voz alta nuestras ideas o preocupaciones, así como los razonamientos que de ella se derivan facilitamos aclararnos estas ideas y crear estrategias para la resolución de problemas.
- Aprendizaje: contarnos a nosotros mismos los pasos de algo que estamos haciendo nos ayuda a interiorizar esos pasos y a aprenderlos con mayor rapidez. Por ejemplo, una receta mientras cocinamos o una tabla de ejercicios mientras los realizamos.
- Creatividad: al hablar en alto con nosotros mismos favorecemos verbalizar soluciones o propuestas sobre algo en lo que estamos pensando y, muchas veces, estas respuestas son muy creativas. Sería una “lluvia de ideas” pero con uno mismo.
- Distancia: con el diálogo de uno mismo para sí mismo solemos poner en perspectiva conflictos, problemas o incluso pensamientos poco racionales o lógicos que podamos tener. Al contárnoslos favorecemos tomar distancia de ellos y encontramos la respuesta, tomamos decisiones o incluso descubrimos lo ilógico del problema que plateábamos.
Podríamos concluir, por tanto, que hablar con uno mismo no es un síntoma de ninguna enfermedad mental, como a veces se cree, salvo si estamos respondiendo a voces en nuestra cabeza u otros síntomas como delirios, alucinaciones o alteraciones del comportamiento… en cuyo caso sería mejor acudir a un especialista. Por el contrario, si solo hablas solo, solo es bueno.