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El gobierno democrático, impuesto mediante elecciones regulares libres y justas, parece contribuir de manera importante a la salud de los adultos al aumentar el gasto gubernamental en salud y, potencialmente, reducir las muertes por varias enfermedades no transmisibles (ENT) y las lesiones causadas por el transporte. A la inversa, las autocracias que escapan a este escrutinio general, y no tienen las mismas presiones externas o el apoyo de los donantes de salud globales para hacer frente a las ENT y las lesiones, pueden tener menos incentivos para financiar su prevención y tratamiento y, como resultado, parecen tener un bajo rendimiento.
Estos son las conclusiones de la primera evaluación integral del impacto de la democracia en la salud de adultos y la mortalidad por causa específica utilizando información política, económica y de salud de la población detallada para 170 países en los últimos 46 años (1970-2016), publicada en The Lancet.
"Los resultados de este estudio sugieren que las elecciones y la salud de las personas son cada vez más inseparables -explica Thomas Bollyky, del Consejo de Relaciones Exteriores de EEUU y director de la investigación-. Sin la misma presión o validación de los votantes o las agencias de ayuda extranjera, los líderes autocráticos tienen menos incentivos que sus homólogos democráticos para financiar la prevención y el tratamiento más caros de las enfermedades cardíacas, los cánceres y otras enfermedades crónicas. A pesar de ser responsables de un 58% estimado de la muerte y la discapacidad en los países de ingresos bajos y medianos, solo el 2% de la asistencia para el desarrollo destinada a la salud se dedicó a las enfermedades no transmisibles en 2016".
Los hallazgos sugieren que la esperanza de vida promedio de los adultos (después de controlar el VIH/sida) mejoró más rápidamente en los países que hicieron la transición a la democracia entre 1970 y 2015 en comparación con los que no hicieron la transición, aumentando en un promedio del 3% después de 10 años. Además, a medida que aumentaban los niveles de democracia, los gobiernos gastaban más en salud, independientemente del bienestar económico de un país (producto interno bruto per cápita).
Las causas de mortalidad que parecen ser las más afectadas por la experiencia democrática (enfermedades cardiovasculares, tuberculosis, lesiones del transporte y otras enfermedades no transmisibles) son responsables de más de una cuarta parte de todas las muertes y discapacidades en personas de 70 años y más.
"Nuestras estimaciones representan un cambio potencialmente importante en la forma en que pensamos sobre cómo enfrentar los desafíos de la salud global -explica el coautor, el doctor Joseph Dieleman, del Instituto para la medición y evaluación de la salud de EE.UU.-. En una época de presupuestos de ayuda estancados, y a medida que la carga de la enfermedad se transforma rápidamente en enfermedades no transmisibles, las agencias internacionales de salud y los donantes pueden tener que considerar cada vez más las implicaciones del tipo de régimen para maximizar los beneficios para la salud".
La década pasada ha visto niveles decrecientes de democracia en todo el mundo, con un estimado de 2,5 billones de personas, un tercio de la población mundial, que vive en países donde las características democráticas (como la libertad de expresión, el derecho de voto o la libertad de voto) están en declive.
El grado en que la experiencia democrática de un país afecta la salud de la población ha sido poco comprendido. Hasta el momento, los estudios se han centrado en mediciones amplias de la salud infantil y del niño, que informaron hallazgos contradictorios y no han podido concluir si el proceso democrático en sí está afectando la salud.
Los autores analizaron datos políticos, económicos y de salud de la población del estudio Global Burden of Disease, el proyecto 'Tipos de Democracia' de la Universidad de Gotemburgo y la base de datos Financing Global Health, para observar el efecto de la democracia sobre la mortalidad por causa específica, la esperanza de vida sin VIH a los 15 años y el gasto en salud en 170 países.
Los resultados indican que la experiencia democrática representó más de la reducción en la mortalidad dentro de un país que el PIB para enfermedades cardiovasculares (22% frente a 12%), lesiones por transporte (18% frente a 7%), cánceres (10% frente a 6%), cirrosis ( 6% versus 2%), y otras enfermedades no transmisibles, como cardiopatías congénitas y defectos congénitos de nacimiento (13% vs 9%) entre 1995 y 2015. En contraste, la democracia explicó poco de las disminuciones en la mortalidad de algunas de las principales causas transmisibles de muerte, como el VIH (3%) y la malaria (4%), que son el blanco de la ayuda internacional.
La democracia tampoco parece tener efectos sustanciales sobre la mortalidad de todas las ENT. La experiencia democrática parece ser importante por las causas que dependen de la atención de buena calidad, pero representa menos del 1% de los cambios en la mortalidad por diabetes, que se debe principalmente a la no utilización de los servicios de salud. El bajo número de muertes por salud mental y trastornos musculoesqueléticos a nivel mundial hace que los resultados del estudio sobre estas causas sean difíciles de analizar.
Los investigadores también estimaron que el aumento promedio de la experiencia democrática del país (a través de efectos directos e indirectos, como el aumento del gasto gubernamental y el crecimiento económico) redujo las muertes por enfermedades cardiovasculares y otras ENT en alrededor del 9%, y la tuberculosis en aproximadamente el 8% entre 1995 y 2015.
Los autores reconocen que muchos profesionales de la salud global pueden estar preocupados de que cuanto más política se haga sobre la asistencia de salud global, más podría socavar las relaciones productivas con los gobiernos locales, pero consideran que "ignorar el papel de la sociedad civil, los medios de comunicación libres y el gobierno abierto y responsable para resolver estos debates socava los esfuerzos para desarrollar la capacidad institucional y el apoyo popular que se necesita para mejorar la salud de la población".
Los autores señalan, asímismo, que el vínculo entre democracia y salud de la población es difícil de medir debido a la asociación de la democracia con otros factores, como el ingreso del país o el gasto total en salud. Los autores utilizaron múltiples medidas estadísticas para reducir el riesgo de confusión, pero siguen siendo imposibles de descartar. También señalan que los factores en el análisis juntos explicaron menos de las tres cuartas partes de las reducciones totales en la mortalidad por algunas causas, por lo que puede haber otros factores que puedan desempeñar roles importantes, que no pudieron identificar.