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En España, el confinamiento derivado de la pandemia de la covid-19 aisló domiciliariamente a la población del 14 de marzo al 21 de junio del 2020. Este confinamiento tuvo distintos impactos sobre la ciudadanía: entre otros aspectos, se agudizó entre la población el sentimiento de soledad, un problema de salud pública que afecta en gran medida a la población en edad avanzada, así lo pone de manifiesto el estudio "Soledad durante el confinamiento: una epidemia dentro de la pandemia de la covid-19", impulsado por el Observatorio Social de la Fundación ”la Caixa” y elaborado por los investigadores Juan Manuel García González (Universidad Pablo de Olavide, UPO), Rafael Grande (Universidad de Málaga),Inmaculada Montero (UPO) y Dolores Puga (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).
Según este estudio, más de la mitad de los mayores de 55 años (un 56,4%) experimentó sentimiento de soledad durante el confinamiento por Covid-19, un dato que registró un incremento de nueve puntos con respecto a antes de la pandemia (47,3%), según un estudio de El Observatorio Social de la Fundación ”la Caixa”. Este escenario afectó más a quienes no se sentían solos antes de que se produjera esta situación.
Concretamente, de febrero a abril de 2020, fue la soledad emocional (referida a la falta de relaciones de confianza) la que aumentó del 25% al 36%, mientras que la soledad social (referida a la falta de relaciones con el grupo social) descendió del 26% al 18%. Asimismo, la soledad moderada pasó del 40% al 52% mientras que la severa disminuyó del 7,4% al 4,7%.
Conocer cómo afecta el confinamiento al sentimiento de soledad es fundamental para establecer medidas preventivas. Asimismo, permite diseñar intervenciones para reducir las consecuencias negativas de la soledad en la salud de las personas y en sus relaciones familiares y sociales. La investigación sobre la que se basa el estudio analizó los cambios respecto al sentimiento de soledad en la población entre febrero y abril del 2020. Para ello, se realizó una encuesta a 750 personas mayores de 55 años residentes en Andalucía.
Mayor sensación de soledad
La sensación de soledad entre la población aumentó por la pandemia de la covid-19. Los resultados de la encuesta muestran que durante el confinamiento, en relación con la situación previa a la implantación de esta medida, el sentimiento de soledad entre la población andaluza mayor de 55 años aumentó del 47% al 57%. La soledad moderada se incrementó del 40% al 52% y la severa disminuyó del 7,4% al 4,7%. Por lo tanto, durante el confinamiento, más de la mitad de la población andaluza mayor de 55 años declaró sentirse sola, si bien la soledad considerada más grave decreció notablemente.
Cabe señalar que las personas que previamente se sentían más solas encontraron un mayor apoyo por parte de sus redes familiares y de amistades, posiblemente conocedoras de su situación. Dos tercios de las personas con soledad severa y un tercio de las que experimentaban soledad moderada antes de que se introdujera la medida para paliar la pandemia manifestaron que su nivel de soledad había disminuido durante el confinamiento. En cambio, entre las personas que no sentían soledad anteriormente, la situación inédita e inesperada de confinamiento pudo motivar la aparición de este sentimiento en niveles moderados y, quizá, solo coyunturales.
Más entre mujeres de 65 a 79 años
La soledad se agudizó entre las mujeres y entre la población de 65 a 79 años. La mayoría de los estudios indican que la soledad aumenta con la edad y presenta una ligera mayor prevalencia masculina. Sin embargo, en el caso de la población estudiada (andaluza mayor de 55 años), el confinamiento debido a la pandemia de la covid-19 tuvo efectos inesperados.
Antes del confinamiento, el sentimiento de soledad entre las personas mayores afectaba de manera similar tanto a mujeres como a hombres. Sin embargo, durante el confinamiento, el impacto de esta sensación fue más intenso entre las mujeres. Durante la etapa de aislamiento domiciliario, la soledad afectó al 62% de la población femenina y al 50% de la masculina. No obstante, la soledad más grave disminuyó en mayor medida entre las mujeres.
También se produjo un efecto diferencial según la edad. Los mayores aumentos se produjeron en el grupo de 65 a 79 años –en mayor medida, entre las mujeres–, debido, sobre todo, al incremento de la soledad moderada. En el grupo de 55 a 64 años, la prevalencia de soledad en el colectivo de los hombres apenas aumentó, mientras que en el de las mujeres se incrementó en torno al 30%. Destaca el menor crecimiento del sentimiento de soledad entre las personas mayores de 80 años, con una clara diferencia por sexo: en el caso de los hombres descendió un 25% y en el de las mujeres se incrementó un 20%.
La soledad severa, mucho menos prevalente, se redujo para todos los grupos de edad. Los datos sugieren dos hipótesis: por un lado, tal y como apuntan distintos estudios, dadas las diferentes trayectorias de vida de hombres y mujeres de estas generaciones, las mujeres tienen unas redes de cercanía más estables y fuertes. Por otro, las mujeres desempeñan en mayor medida labores de cuidado tanto de nietos como de otros familiares mayores. Ambas redes se vieron debilitadas por el confinamiento, con el consiguiente aumento de la sensación de soledad entre la población.
Con peor salud, mayor soledad
Un peor estado de salud física y mental conlleva una mayor sensación de soledad. En el marco del estudio llevado a cabo, las personas en situación de soledad declararon tener peor estado de salud. Cabe indicar que, según la mayoría de las investigaciones relacionadas con este aspecto, la soledad se asocia a una mayor morbilidad, discapacidad y mortalidad. Los resultados de la investigación muestran que estos efectos se amplifican en una situación de confinamiento. Además, las personas con peor salud también presentan una mayor afectación del sentimiento de soledad.
Sin embargo, los resultados del estudio mostraron una mejora de la salud percibida durante el confinamiento, lo que pudo deberse a una relativización de la propia situación de los participantes en la encuesta, en un marco pandémico adverso. La tasa de soledad aumentó en mayor medida entre las personas con buen estado de salud o que consideraron que su salud había mejorado, posiblemente a causa del mayor impacto que el confinamiento tuvo en sus vidas diarias. El menor incremento de soledad entre las personas con peor salud –que aun así sigue teniendo mayor prevalencia– pudo deberse a que ya antes de la pandemia estuvieran más limitadas por este aspecto.
Tendencias similares de soledad creciente se observaron entre la población sin limitaciones en las actividades básicas de la vida diaria y sin depresión. La única salvedad se dio en el grupo de personas con depresión crónica, cuyo nivel de soledad se mantuvo constante.
Un mayor nivel de estudios protege ante la soledad
Un mayor nivel de estudios protege ante la soledad, pero no frente a su aumento en casos de aislamiento extremo. La sensación de soledad es, por lo general, mayor entre las personas con menor nivel educativo. La mayor incidencia entre las personas sin estudios es constante por sexo y a todas las edades. De hecho, distintos estudios llevados a cabo muestran que un mayor nivel de instrucción ofrece mayores estrategias, recursos y contactos estables para afrontar o evitar la soledad.
Durante el confinamiento, la proporción de personas con sentimiento de soledad creció más en el grupo con estudios primarios o sin estudios, si bien las diferencias fueron relativamente pequeñas respecto a la población con mayor nivel de estudios, tendencia que se mantuvo en cada sexo y grupo de edad.
Estos datos indican que el manejo de la soledad en situación de confinamiento, así como el repertorio de estrategias para afrontarla, no fue de forma significativa más eficiente en el caso del grupo con mayor nivel educativo. Todo ello suscita la hipótesis de una "democratización" por nivel educativo de la gestión de la sensación de soledad debido a una situación inédita, repentina y, sobre todo, sin aprendizaje previo.
Menos soledad social pero más soledad emocional
Se da la paradoja de la disminución de la soledad social y el esperable aumento de la soledad emocional. La soledad es una sensación multidimensional, que se expresa de diferentes modos. De febrero a abril del 2020, la prevalencia de la soledad emocional –no tener suficientes personas de confianza o a las que acudir en caso de necesidad– aumentó del 25% al 36%, mientras que la incidencia de la soledad social –echar de menos la compañía de otras personas– descendió del 26% al 18% entre la población mayor de 55 años en Andalucía.
La soledad emocional creció significativamente tanto para hombres como para mujeres. Sin embargo, el nivel de soledad social disminuyó en mayor medida entre los hombres, con una mayor incidencia previa de este sentimiento. Por edades, el grupo de 65 a 79 años fue el más afectado durante el confinamiento: se duplicó la soledad emocional con respecto a antes de la pandemia y el descenso de la soledad social fue menor.
La soledad emocional durante el confinamiento afectó al 53% de las personas sin estudios frente al 30% de la población con estudios secundarios o superiores. Además, los datos del estudio llevado a cabo muestran que la disminución relativa de la soledad social en las personas con mayores niveles educativos multiplicó la mostrada por la población con menores niveles educativos, por lo que se amplificó la magnitud de la desigualdad frente a la soledad.
Estos resultados sugieren que la situación de confinamiento generó entre las personas mayores una multiplicación de contactos y de redes a distancia que conllevó una menor soledad social. Paradójicamente, se produjo un destacado incremento de la soledad emocional, muy posiblemente vinculado al miedo que puede provocar la propia pandemia, a la incertidumbre que conlleva esta situación y a la falta de actividad social fuera del domicilio. Además, los datos mostraron que fueron las personas con mayor nivel educativo –cuyo nivel de soledad aumentó en menor medida– quienes incrementaron sus contactos virtuales, en especial con videollamadas y mensajería instantánea. De este resultado cabe deducir la existencia de la brecha digital en el alivio del sentimiento de soledad.