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Para aquellos que no dominen la genética molecular, los telómeros son los extremos de los cromosomas, regiones del ADN que le protegen de cualquier daño o rotura. Sin embargo, cuando las células se dividen, los telómeros también experimentan un cambio, reduciendo su tamaño hasta desaparecer. Es aquí cuando surge el problema, pues el acortamientos de los telómeros influye directamente en la preservación del ADN de los cromosomas, que entonces se enfrentan a la inconsistencia del material genético.
¿Y cuál es la principal consecuencia de esta situación? Según numerosos estudios en la materia, se trata del envejecimiento y todas las enfermedades vinculadas a la edad como, por ejemplo, la demencia, las patologías cardiovasculares, la diabetes, la infertilidad e incluso algunos tipos de cáncer. Bajo esta premisa, ¿cuál es su historia y su papel en nuestra salud?
Los telómeros y el envejecimiento
En 1961, el profesor Leonard Hayflick descubrió que las células solo pueden dividirse un número determinado de veces y que, después, mueren sin remedio. Este hallazgo, que en un primer momento fue considerado una auténtica locura, reveló así que las células humanas no eran inmortales y que los responsables de esta limitación no eran otros que los telómeros. Así, debido a su relación con el ADN, las células madre y la integridad de los tejidos y los órganos del cuerpo humano, los telómeros se han convertido en un biomarcador que refleja el estado de salud y los estragos de la edad en el organismo.
“El ritmo de acortamiento de los telómeros es un potente predictor de la duración de la vida de las especies”, aseguran los autores de un estudio que ha demostrado esta información tras comparar los telómeros de diferentes criaturas, como los delfines, los elefantes, los flamencos y, por supuesto, el ser humano.
Este trabajo, realizado por el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (@CNIOStopCancer) y publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, defiende también que los telómeros son un elemento que predice la longevidad del hombre mucho mejor que otros factores que priman en la actualidad, como el peso corporal o el ritmo cardíaco. “Estos resultados apoyan la idea de que el acortamiento crítico de los telómeros y la consiguiente aparición de daño en el ADN telomérico y de la senescencia celular es un factor determinante de la duración de la vida de las especies”, añaden.
Todo apunta a que los telómeros van a ser los protagonistas de nuestro futuro. Como es sabido, nuestros genes están empaquetados en los cromosomas, que en su extremo tienen una especie de capuchón (como el que guarda la punta del bolígrafo...) que son los telómeros. Pues bien, esos telómeros se van desgastando cada vez que las células se dividen. Y es una medida del envejecimiento. Los telómeros disponen de una enzima, la telomerasa que los mantiene activos y eficaces. Pero se ha comprobado que esos telómeros van disminuyendo de tamaño según el número de divisiones de la célula. Ni la enzima, ni el telómero pueden ir más allá de lo que resista ante las divisiones. Llega un momento en que el telómero es tan corto y la enzima tan ineficaz que es cuando la célula decide eso que se llama apoptosis y que no es otra cosa que el suicidio programado. Eso ocurre de manera constante. Y por eso envejecemos.
Pero lo que se ha descubierto –y que como es lógico acapara gran parte de la investigación– es que hay células que no cumplen esa regla y no tienen ese limite de división: son precisamente, las células cancerosas. Estas células destacan por sus largos telómeros y gran activación de telomerasa, lo que las hace prácticamente inmortales. Son problemáticas precisamente porque no envejecen, y se dividen constantemente. Una de las muchas líneas de investigación contra el cáncer es precisamente intentar inhibir su producción de telomerasa.
Pero lo interesante es que si conocemos cómo están nuestros telómeros, podremos saber cual es nuestra edad biológica y por tanto tener una idea aproximada de cuánto más va a dar de si nuestra vida. Aunque son muchos los factores que intervienen y la longitud de los telómeros puede ser solo un indicativo.
La telomerasa se evidencia como la sustancia que reaviva los telómeros, la que les da vida y facultad para que las células se dividan. Por tanto, actuar sobre la telomerasa podría tener dos objetivos fascinantes: por un lado permitiría luchar contra el envejecimiento. Y por otro, podría detener la división alterada y anárquica de las células cancerosas.