Mariola Báez
Mayores
Terapias psicológicas que ayudan a las personas mayores a manejar el dolor crónico
El dolor físico genera un estrés que lo incrementa, creando una espiral que hay que romper
Se calcula que en España, el 17% de la población sufre dolor crónico y un alto porcentaje de esta cifra corresponde a personas mayores. Como señala la Sociedad Española del Dolor (@Sedolor), el crónico es un dolor que persiste en el tiempo, más de tres meses, provocando en numerosas ocasiones incapacidad para trabajar, realizar las actividades diarias, disfrutar de la vida e incluso cuidar de uno mismo.
Como describe la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (@IASPpain), es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a una lesión presente o potencial. Partiendo de esta definición, queda claro que no solo existe el dolor físico sino también aquel que provoca un sufrimiento emocional tan real como el primero. Es en este campo en el que las terapias psicológicas son un pilar básico en cualquier tratamiento.
¿Qué puede hacer la psicología frente a este dolor?
Expertos psicólogos hacen hincapié en que una situación de dolor crónico es realmente compleja y especial, porque la cronicidad puede llegar a provocar un sufrimiento incluso mayor que el causado por la dolencia física en sí misma.
Los factores emocionales pueden llegar a tener consecuencias claramente negativas que empeoran cuaquier enfermedad o patología. Por eso, es esencial aprender a manejarlos y mantenerlos bajo control. Aislamiento social, malas relaciones familiares o de pareja, disminución de las actividades cotidianas, reduciendo la propia movilidad; falta de interés por el entorno… Y todo ello con la amenaza real de caer en un estado depresivo especialmente grave en el caso de adultos mayores.
Una persona que sufre este problema puede experimentar sensaciones diversas: desde la impotencia por comprobar que su lucha frente al dolor es inútil, hasta rabia por la situación o absoluto desánimo, acompañado de un peligroso sentimiento de no encontrar sentido a la vida.
Junto a los tratamientos farmacológicos y las terapias que proporcionan alivio del dolor y consiguen mejorar, en lo posible, la patología que lo provoca, la terapia psicológica específica se plantea igualmente necesaria.
Estrés y dolor crónico: romper el círculo
Especialistas agrupados en la iniciativa Tu Vida Sin Dolor explican la relación directa que existe entre el dolor crónico y el estrés, y cómo este influye en el incremento de la dolencia. El dolor crónico es estresante porque se mantiene en el tiempo y escapa a nuestro control. Ese estrés causa reacciones físicas fácilmente comprobables como, por ejemplo, tensión muscular, cefaleas o molestias digestivas. Incluso, unido a otros factores, puede llegar a incidir de manera negativa en la salud cardiovascular, como recuerda la Fundación Española del Corazón (@cuidarcorazon).
El dolor provoca ansiedad y ese estrés incrementa el dolor, un círculo vicioso perfecto en el que la psicología aplicada tiene mucho que aportar a la salud y al bienestar.
¿Qué es la teoría de “la puerta”?
Ya en 1965 los doctores Ronald Melzack y Patrick Wall, establecieron su teoría de la “puerta”, que puede abrirse o cerrarse para dar paso o frenar el dolor. Explicada de manera muy básica, incide en que la sensación dolorosa, no solo depende de un componente físico, sino distintos factores emocionales, cognitivos y sociales que resultan determinantes. Cerrándoles “la puerta”, es decir, impidiendo que lleguen, a través del sistema nervioso, a nuestro cerebro se conseguiría mitigarlo.
Sentimientos como el miedo, la ira, la tristeza, la vergüenza; sensaciones como la falta de control o la incapacidad para pensar o concentrarse en otra cosa que no sea el dolor, todo ello unido a factores externos como la falta de estímulos, la inactividad o el rechazo social son agravantes a los que se puede "bloquear el acceso" para que vivir con dolor crónico resulte más llevadero.
Terapias psicológicas más eficaces frente al dolor crónico
La teoría de la puerta de Melzack supuso todo un avance a la hora de entender el dolor crónico como algo más que un momento puntual de molestia o sufrimiento. La psicología actual ha ido más allá y hoy en día los psicólogos terapeutas cuentan con técnicas específicas que, está demostrado científicamente, resultan eficaces en el control de esos factores que agudizan un dolor crónico.
La mayoría de los tratamientos de este tipo se basan en las terapias cognitivo-conductuales, aquellas que se centran en modificar los propios pensamientos y creencias y también las conductas que resultan perjudiciales para la persona. Aprender a reconocer el dolor, aceptar su existencia y tener las herramientas necesarias para controlarlo, logrando que afecte a nuestra vida lo mínimo posible, no es sencillo y requiere un “entrenamiento” con las pautas que proporcione el profesional de la psicología.
Terapias de control de la respiración o de relajación, para frenar el estrés y evitar sus dañinas consecuencias, técnicas cognitivas que cambien los pensamientos negativos por otros que resulten más eficaces, métodos para potenciar la capacidad de concentración y logren “olvidar” ese dolor mientras realizamos otras actividades, entrenamiento en habilidades sociales… Técnicas específicas que son un complemento indispensable al tratamiento físico contra el dolor crónico.