Mariola Báez
Medicina general
La incidencia de la hepatitis en las personas mayores y su tratamiento
La hepatitis C es la más común y requiere tratamiento específico para evitar graves daños hepáticos
Hepatitis significa inflamación del hígado y, tal como explica la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), son varias las causas que pueden provocar esa patología dando lugar a un tipo concreto de hepatitis. Las más comunes son aquellas consecuencia de una infección vírica, pero también pueden tener origen bacteriano o ser fruto de la acción de distintos agentes externos, desde la ingesta de algún producto toxico, hasta el abuso de las bebidas alcohólicas.
Además, existe distintos virus específicos de la hepatitis siendo los más comunes el A, B y C. La prevalencia de las dos primeras ha disminuido de manera notable en las últimas décadas, debido principalmente a las campañas de vacunación, pero en el caso de la hepatitis C, las investigaciones continúan con el objetivo de lograr un fármaco preventivo eficaz.
Cómo prevenir y tratar la hepatitis
La hepatitis C, la más común en personas mayores, se contagia por contacto directo con el virus, generalmente a través de la sangre y otras mucosas o fluidos corporales (transfusiones de sangre, agujas u otros materiales médicos no esterilizados…).
Una vez producido el contacto con el virus, este puede provocar tanto una infección aguda, como una dolencia crónica. Según datos del Ministerio de Sanidad Consumo y Bienestar Social, entre el 15% y el 45% de las personas infectadas eliminarán el virus de manera espontánea en un plazo no superior a seis meses. En cambio, los que desarrollen una hepatitis vírica crónica necesitarán de un tratamiento y seguimiento adecuado para evitar que la enfermedad acabe dañando el hígado de manera progresiva y pueda llegar a desencadenar graves dolencias como: fibrosis, cirrosis, insuficiencia hepática o incluso la aparición de tumores y cáncer.
Aunque la edad avanzada aumenta la posibilidad de que la patología progrese, los actuales tratamientos resultan efectivos a la hora de evitar el daño hepático. En muchos casos, además, consiguen eliminar el virus en su totalidad acabando con la cronicidad. En este sentido, la detección precoz de la enfermedad juega un papel determinante. Ante posibles síntomas como pueden ser: náuseas repetidas, pérdida de peso sin razón aparente, ictericia (tez amarillenta), fatiga, orina de color oscuro, dolor abdominal, entre otros, es importante consultar con el especialista de forma inmediata.