Victoria Herrero
Medicina preventiva
La neurogastronomía: ¿qué relación guardan la alimentación y el cerebro?
A la hora de comer, actúan de forma subconsciente ciertos mecanismos que parten de nuestra mente
La neurograstronomía. Dícese de una disciplina que mezcla a partes iguales la neurología, la gastronomía y la nutrición para "comprender todos aquellos mecanismos que influyen en la percepción sensorial de los alimentos y los efectos de las transformaciones culinarias sobre nuestro cuerpo, por ejemplo en caso de una enfermedad". Así lo explica el neurólogo y cocinero Miguel Sánchez Romera (@eldoctorchef_), uno de los estudiosos en la materia.
A nadie se le escapa que comemos para estar vivos, pero muchas veces también por satisfacer ciertos impulsos hedonistas que vienen de nuestro propio subconsciente. Es aquí donde el cerebro juega una baza importante en relación con nuestra comida, sobre todo cuando debido a una enfermedad nuestra alimentación cambia o nuestro paladar o estómago se cierran a tomar ciertos alimentos.
“El cerebro, tanto en sus áreas sensoriales como emocionales, participa en el placer de comer, pero la enfermedad lo altera”, explica este experto en el mundo de la neurogastronomía, que defiende el importante papel que tiene la cocina para hacer que la comida atraiga la atención del cerebro y pueda ser del agrado de todas las personas, con independencia de su circunstancia y con especial incidencia en los adultos mayores o aquellos que padecen una enfermedad que altera todo lo relativo a la nutrición.
“Hay enfermedades neurológicas que bien por la disfagia, por la apatía, por la alteración emocional que se produce, van a dar lugar a una pérdida del gusto y del placer por el comer, y en muchas de ellas la nutrición es factor clave en la supervivencia”, aseguran los defensores y estudiosos de esta rama, que une la gastronomía y la medicina como medida preventiva para evitar esas carencias nutricionales.
Binomio cerebro y alimentación
Además de esa comunicación que se establece entre la alimentación y el cerebro en el caso de una enfermedad, la comida también influye (en algunos casos para mal) en la salud de nuestra mente. Es decir, lo que comemos no solo incide en nuestro estado de ánimo, sino también en nuestras capacidades cognitivas.
Por ejemplo, ciertos estudios confirman la relación que se establece entre el abuso de azúcar y nuestro humor; y este no es precisamente bueno. Así, estos expertos alarman sobre la asociación que existe entre una mayor ingesta de productos azucarados con un incremento de los estados depresivos, ansiedad o estrés. Por no hablar de otra serie de patologías y enfermedades asociadas a esa mala alimentación.
Más ejemplos. Un estado depresivo también se asocia a una falta de antioxidantes en nuestro cuerpo, que podemos obtener de forma sencilla si en nuestro menú semanal no nos olvidamos de las frutas, las verduras o las grasas saludables del pescado. Alimentos que, por suerte, ayudan a nuestro organismo y a nuestra mente a reducir el riesgo de sufrir en un futuro enfermedades neurodegenerativas.