Victoria Herrero
Medicina preventiva
La demencia aumenta el riesgo de muerte en pacientes que padecen fibrilación auricular
Esta dolencia es la arritmia más frecuente entre la población, sobre todo a partir de los 40 años
Cuando hablamos de la salud de nuestro corazón, la fibrilación auricular es la arritmia más frecuente entre la población, especialmente pasada la barrera de los 40 años. Nos referimos a una patología con la que se ve alterado el ritmo normal de nuestro corazón. Para entendernos, si un ritmo cardíaco regular se acelera cuando hacemos deporte, por ejemplo, y va más lento cuando estamos dormimos, en el caso de estos pacientes esa cadencia es desigual y puede acelerarse de repente (una taquicardia) o ir mucho más lento de lo habitual (bradicardia).
Una imagen muy esclarecedora de una fibrilación auricular es la de un corazón que parece que tiembla. Una pérdida de sincronía que, en ocasiones, está detrás de la formación de coágulos de sangre dentro del corazón, que pueden llegar a obstruir las arterias del cerebro, como es lo que sucede cuando se desencadena un ictus.
Pues bien, con el paso de los años, a algunos pacientes con esta dolencia cardíaca se les suma el hecho de tener un deterioro cognitivo cercano a la demencia. Y es entonces cuando su riesgo de muerte se multiplica por tres, como explican en un estudio un grupo de investigadores del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela (@santiagosergas), el CIBERCV de Santiago de Compostela (@CIBER_CV), el Hospital Universitario San Juan de Alicante y el Instituto de Investigación Sanitaria Santiago de Compostela (@fidis_research). Todos ellos han trabajado conjuntamente para observar y analizar esa prevalencia neurológica, sobre todo en mayores de 65 y 85 años.
“Con el progresivo envejecimiento de la población no es extraño encontrar pacientes que combinen ambas patologías: fibrilación auricular y deterioro cognitivo en mayor o menor medida”, detallan estos expertos. “Quisimos evaluar si existían diferencias significativas para todas las causas de mortalidad y un perfil de riesgo más adverso en este subgrupo de pacientes. Apreciamos que la demencia resulta ser el factor más potente para predecir la muerte, por delante incluso de la insuficiencia cardíaca”, aseveran en relación a este hallazgo.
Tratamiento anticoagulante
¿Qué debemos hacer entonces? En este caso y a modo preventivo, los investigadores defienden que estos pacientes con fibrilación auricular y signos de demencia deberían recibir anticoagulantes como modo de protección para evitar "episodios tromboembólicos". Y es que los datos en este sentido resultan esclarecedores: si los pacientes inician este tratamiento al año de obtener el diagnóstico, pueden tener un riesgo hasta un 136% mayor de desarrollar demencia en un futuro no muy lejano.
Algo que ponen en evidencia desde el Instituto Cardiológico Intermonuntain (@Intermountain). "Nuestros resultados refuerzan la importancia de iniciar el tratamiento anticoagulante tan pronto como sea posible tras el diagnóstico de fibrilación auricular. Y es que hemos visto por primera vez que esperar tan solo 30 días para iniciar la anticoagulación puede aumentar el riesgo a largo plazo del paciente de desarrollar demencia".
Sin embargo, no en todos los casos se tiene en cuenta esta medida preventiva tan positiva. ¿El motivo para estos expertos? En ocasiones, esa decisión no se toma por la elevada edad de ese paciente, por la presencia de otras enfermedades crónicas que pueda sufrir, o bien por el "bajo riesgo real" de padecer un ictus.
Además de este tratamiento farmacológico, los pacientes pueden proteger su corazón (y por ende su cerebro) si cambian sus hábitos y evitan el tabaco, mantienen unos niveles adecuados en la presión arterial, el colesterol o el azúcar en sangre y, además, siguen una alimentación saludable que hace que su peso sea el adecuado.
Factores de riesgo cardiovascular
Una de las formas de demencia más frecuente es la conocida como demencia vascular y guarda relación con los cambios que se producen en los vasos sanguíneos de nuestro cerebro. Y es que este es alimentado por una red que, cuando se ve dañada, hace que las células neuronales no reciban el alimento y el oxígeno que necesitan para vivir.
Es entonces cuando estas alteraciones cerebrales pueden interactuar y provocar un deterioro más rápido de nuestra mente hasta llegar a ese diagnóstico de demencia. Una afección que no es considerada una enfermedad en sí misma, sino que es el nombre que recibe el conjunto de síntomas asociados a ese deterioro de la memoria y de otras capacidades de nuestra mente, hasta tal punto que puede llegar a resultar incapacitante. Como consecuencia, el paciente no puede comunicarse ni concentrarse, pierde su percepción visual y ve alterado su razonamiento o juicio.
Lo bueno, siempre y cuando no sea irreversible, es que hasta un 10% de las demencias se pueden tratar y revertir. Son las llamadas demencias secundarias y tienen su origen en trastornos metabólicos (por ejemplo, un síndrome de insuficiencia renal), enfermedades de tipo endocrino como el hipertiroidismo o un consumo de sustancias tóxicas, como el alcohol. Una situación que se puede revertir, en mayor o menor medida, gracias a la detección precoz antes de llegar a un estado en el que el deterioro cognitivo sea ya grave.