Teresa Rey
Medicina preventiva
Los riesgos para los mayores de minimizar los diagnósticos de los trastornos del sueño
En muchas ocasiones algunas de estas alteraciones están vinculadas con otras patologías importantes
A pesar de que los trastornos del sueño son frecuentes y aún más en personas mayores a veces no se les da la importancia que deberían. Hay que tener en cuenta que puntualmente sí es cierto que se deben a una condición aislada, pero en otras pueden estar vinculados a otros trastornos de salud importantes. Al mismo tiempo hay que tener en cuenta que es una parte de la medicina relativamente nueva, ya que se ha empezado a trabajar en ella desde hace poco más de cincuenta años, tanto en lo referente a avances diagnósticos como terapéutico, según se apunta en el documento Clasificación de los trastornos del sueño, realizado por la Unidad de Sueño de la Clínica Universidad de Navarra (@ClinicaNavarra).
Más pruebas diagnósticas
En este mismo sentido se han manifestado recientemente desde la Sociedad Española de Sueño (SES @Sociedad_SES) para cuyos expertos en ocasiones se minimizan los recursos para diagnosticar algunas de estas patologías y no en todas ellas se han de usar los mismos patrones. En el caso del insomnio sí bastaría con recurrir a una anamnesis, que es una reminiscencia o el acto de rescatar datos que se registraron en el pasado y que se traen al presente. Sin embargo, en otros problemas es necesario recurrir a pruebas complementarias y herramientas que van más allá de la historia clínica y que ayudan a medir y registrar la actividad cerebral, la respiratoria y los movimientos de los pacientes.
Las pruebas sencillas solo detectan los extremos, es decir, a que tienen una patología grave o a los que están bien y son muy normales. Sin embargo, entre ambas situaciones pueden producirse otra serie de trastornos que para ser identificados deben someterse a pruebas específicas. Los polisomnogramas son por ejemplo fundamentales para detectar el trastorno de conducta del sueño REM, que se caracteriza por la aparición de conductas anormales durante esta fase y que provoca que el paciente haga movimientos violentos con puñetazos o patadas que se corresponden con la actividad motora propia de la ensoñación en curso. Dichos movimientos, pueden generar daños en los sujetos que pueden autolesionarse o provocar daños al compañero de cama sin intencionalidad y de manera fortuita.
Aquí la detección pasa por hacer pasar una noche en la Unidad del Sueño de un hospital al afectado para hacerle un polisomnograma con vídeo. De esta manera se descarta esta posibilidad pues se han dado casos de pacientes con apneas o movimientos periódicos de piernas con una clínica similar a este trastorno y gracias a esta prueba se ha eliminado definitivamente.
Desde la SES aseguran que el trastorno de conducta del sueño REM está muy vinculada a la posibilidad de desarrollar la enfermedad de Parkinson, pues quienes lo presentan suelen presentar esta patología con el tiempo. Por lo tanto, decir a alguien que tiene esta enfermedad es indicarle que tiene riesgo de desarrollar Parkinson en un futuro, por lo que un diagnóstico erróneo en estos casos es grave.
La importancia de estas alteraciones
Los trastornos del sueño no son algo baladí y sí es importante realizar las pruebas pertinentes para saber qué tipo de alteración padecemos, hay que saber que detrás de los mismos pueden esconderse problemas de salud graves. En las personas mayores pueden estar vinculados a la enfermedad de alzhéimer, afecciones neurológicas y cerebrales, y enfermedades crónicas como la insuficiencia cardiaca.
Del mismo modo, pueden surgir a consecuencia de problemas depresivos, el consumo de alcohol y estimulantes como la cafeína, el consumo de hierbas, medicamentos y ciertos suplementos. Los hábitos de vida influyen como el hecho de ser poco activo. Luego hay ciertas circunstancias que pueden favorecer un descanso insuficiente como el hecho de orinar frecuentemente por las noches o padecer dolores a consecuencia de la artritis.
Los mayores tienden a dormir menos porque su habilidad para ello se ve disminuida, y no por el hecho de que necesiten menos horas. Los cambios fisiológicos tienen que ver, pero no por ello debemos dar por sentado que al llegar a ciertas edades se tiene que dormir menos, ya que la recomendación para los adultos es la de hacerlo entre siete y ocho horas diarias.
Así pues si consideramos que no estamos cumpliendo con las horas de sueño que nos corresponden debemos consultar con un experto. Básicamente para descartar problemas graves. A estas edades se puede sufrir insomnio, síndrome de apnea-hipopnea del sueño y movimientos periódicos de las piernas, entre otros, y cada uno de ellos puede abordarse desde la medicina especializada.
Si el insomnio es crónico afectará a nuestra salud, y a estas edades suele estar relacionado con otros tratamientos, problemas psicológicos, hábitos de sueño y otras patologías. Las alteraciones del ritmo circadiano son habituales con el tiempo, pero si acudimos a un profesional que nos guíe pueden tratarse también. Mientras que por ejemplo el síndrome de apnea-hipopnea del sueño es más común tras la menopausia y suele estar relacionado con procesos propios de la edad que tienen que ver con diferentes disfunciones en las vías aéreas junto a otras alteraciones.