Toni Esteve
Salud
La pérdida del olfato, uno de los primeros síntomas del Parkinson
Toxinas ambientales inhaladas por la nariz pueden inducir la inflamación en el cerebro
La pérdida del sentido del olfato es uno de los primeros signos de la enfermedad de Parkinson e incluso puede aparecer años antes de que se observen los temblores característicos y la pérdida de la función motora. Algunos científicos creen que la disfunción olfativa puede no solo ser un signo de un daño neuronal más amplio, sino que puede tener una relación más directa con la generación del propio trastorno. Apoya esta idea el hecho de que se pueden encontrar depósitos de una proteína llamada alfa-sinucleína en las áreas olfativas –así como en neuronas de dopamina moribundas cuya pérdida desencadena el Parkinson– y mutaciones en el gen que codifica la alfa-sinucleína producen la enfermedad.
Recientemente, un equipo de investigadores ha identificado una molécula que puede ser clave en el efecto dominó desencadenado por la inflamación nasal para generar el Parkinson. Los resultados del estudio, publicados en la revista 'Brain Pathology' (@IntSocNeuropath), mostraron que la aplicación de un componente irritante de la pared celular de una bacteria induce la inflamación en las áreas exactamente donde se proyectan las neuronas olfativas, llamadas bulbo olfativo. Además, estas áreas muestran los signos distintivos del Parkinson: depósitos de alfa-sinucleína, los componentes centrales de los cuerpos de Lewy. La enfermedad se caracteriza por síntomas motores y no motores vinculados a la pérdida de neuronas dopaminérgicas.
El peligro de las toxinas inhaladas por la nariz
En el sistema nervioso central, las neuronas sensoriales que recubren el epitelio nasal son particularmente susceptibles de sufrir un ataque neuroinflamatorio, puesto que son accesibles para los agentes tóxicos inhalados del medio ambiente. De hecho, el sistema olfativo está directamente expuesto a un aluvión de toxinas ambientales procedentes de bacterias, virus, moho, polvo, polen y productos químicos. Estas toxinas conducen a respuestas inflamatorias locales dentro de la nariz, donde las neuronas olfativas envían sus terminaciones sensibles, y la inflamación puede propagarse para promover la activación de las células inflamatorias llamadas microglia en las profundidades del cerebro.
Dado que cada vez hay más pruebas que indican que la neuroinflamación contribuye al desarrollo y la progresión del Parkinson y otras enfermedades degenerativas, los científicos han propuesto que el impacto inicial de las toxinas ambientales inhaladas por la nariz puede inducir la inflamación en el cerebro, desencadenando la producción de cuerpos de Lewy que luego pueden propagarse a otras regiones del cerebro. Sin embargo, la relación entre la disfunción olfativa y el desarrollo de Parkinson sigue sin estar clara.
Ahora, estos investigadores demuestran que la inflamación inducida en el epitelio nasal lleva a la sobreexpresión de formas tóxicas de alfa-sinucleína tanto en el sistema olfativo como en las neuronas de la dopamina, que luego se degeneran y desencadenan comportamientos similares al Parkinson en ratones. Utilizando un modelo de ratón, los investigadores demuestran que estos efectos requieren la activación de una única proteína receptora para la señal inflamatoria, la interleucina 1 beta.